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Es lo que es

Emprendedores políticos, por Ricardo Ciliberto Bustillos 

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El problema de la actividad política y gubernamental que existe en  muchos países, se debe- entre otras cosas- al hecho que sus  constituciones, a pesar de las formalidades, juramentos y  declaraciones de apego a las mismas, son ignoradas, cuando no  transgredidas. 

Más aún, la profusión o cantidad de constituciones que hemos tenido  en la América Hispana son consecuencia de esa maraña o confusión  entre la acción política y gobierno. Este último, por lo general, desde  el mismo momento de su instauración, piensa -seriamente- en hacerle  retoques, cambios, enmiendas cuando no en la aprobación de un nuevo texto que, por un lado, haga creer que toda la vida del país  comienza con esta nueva administración y, por el otro, y en muchos  casos, dar inicio a ese persistente afán de ampliar los períodos constitucionales y en la “bendita” reelección. 

Venezuela lleva, hasta ahora, una ventaja que a todas luces parece  insuperable. Veinte y tantas constituciones que marcan récord, sobre  todo si hacemos la comparación, por ejemplo, con las llamadas  naciones bolivarianas, vale decir, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. 

La actividad política, es cierto, tiene entre sus objetivos el acceso al  poder, a ser gobierno o a constituir un polo o centro de opinión y  liderazgo cuando se es oposición. Por supuesto, todo ello es muy  válido y natural en un régimen democrático. Sin embargo, cuando  estos propósitos- obsesivamente – plantean cambios constitucionales solo con miras a dividir (neciamente) la historia o de lograr legalidades  que en el fondo contravienen el sentido, propósito y razón de la Ley 

Suprema, no hay duda que estamos en presencia de un atropello más  a los valores democráticos y al ejercicio de los mismos. 

Muchos gobiernos quebrantan a diario lo que los estudiosos del  derecho constitucional denominan la parte “dogmática”. En otras  palabras, la parte de la constitución que determina las relaciones del  individuo con el Estado. Allí, donde se establecen, por ejemplo, los  derechos ciudadanos, políticos, económicos, individuales, etc. Muchos  gobiernos ignoran, de uno u otro modo, que todos estos derechos son  de obligatoria observancia y forman parte fundamental de la  constitución. 

La actividad política y gubernamental no pueden brincarse a la torera los textos constitucionales. El padecimiento social y, sobre todo, la  violación continua del orden jurídico, constituyen las causas de este  estado de cosas que, en nuestro caso, nos hacen estar en la cola del  progreso, del desarrollo colectivo y de una democracia estable, fuerte  y en vías de alcanzar mayores niveles de libertad y ciudadanía. 

Nos hace falta “emprendedores políticos”. Si, eso que llaman  emprendimiento que en términos sencillos significa innovación,  acometimiento de proyectos, de “echar pa’lante” alguna idea o  determinación. Necesitamos emprendedores o dirigentes políticos que asuman el compromiso de hacer de la gestión pública un asunto  transparente, eficiente y, sobre todo, apegado a la constitución y las  leyes. De todos depende. La esperanza sigue más fuerte que nunca.

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