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Equilibrio en políticas públicas de políticos viviendistas, por Guillermo Bello Vicentini

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La responsabilidad de las políticas públicas de infraestructura y vivienda para combatir la marginalidad y promover la incorporación de los excluidos a una sociedad con justicia, derechos humanos y esperanza de futuro, recae en los políticos viviendistas: aquellos que asumen con seriedad la planificación del crecimiento urbano. A ellos les corresponde estudiar, analizar y proponer soluciones con visión estratégica, pero también atender de inmediato las necesidades urgentes de millones de ciudadanos.

En este contexto, coexisten dos tipos de lineamientos viviendistas, ambos necesarios porque se complementan:

El primero, de visión de corto plazo, aquel en el que se actúa ante lo urgente: entrega materiales, construye escalinatas, instala tanques de agua y responde a las carencias más visibles. El segundo, de visión a largo plazo, consiste en diseñar urbanismos, promover el acceso a la propiedad privada y garantizar la sostenibilidad institucional de los programas.

Ambos son arquetipos legítimos del ejercicio político en materia de vivienda. No compiten, se necesitan mutuamente. El político inteligente, comprometido y eficaz debe combinar las virtudes de ambos. Saber cuándo actuar con urgencia y cuándo sostener una política con visión estructural. Esta es una cualidad que exige preparación, sensibilidad social y voluntad de servicio.

Los políticos viviendistas, conocedores de experiencias exitosas en Venezuela y América Latina, deben aplicar criterios técnicos para priorizar acciones según las características de cada zona, pueblo o barrio. La planificación contra la marginalidad debe acompañarse de legalidad, orden urbano y asignación eficiente y transparente de los recursos. Es indispensable fortalecer programas sostenibles que impulsen el crecimiento económico, social y político y que sirvan como motores de una democracia real, con derechos fundamentales garantizados.

La meta es clara: atender al mayor número de familias en el corto plazo y al máximo posible en el largo plazo, con políticas públicas que no compitan entre sí, sino que se integren. En cada etapa, la vivienda debe ser una «escalera social y económica» como instrumento de libertad. Esa es la verdadera misión del político viviendista.

Aunque personalmente me identifico más con las políticas de largo plazo, por representar la solución estructural y definitiva, reconozco la ineludible obligación de actuar de forma inmediata ante situaciones que no dan espera. Este dilema de fondo hace difícil estructurar y cumplir un plan coherente durante un período de gobierno determinado. Separar lo urgente de lo importante, sin descuidar ninguno, es una tarea compleja, especialmente en el país actual, con sus presiones sociales diarias.

La solución no es elegir un camino y descartar el otro, sino construir un correcto equilibrio. Necesitamos una nueva generación de políticos viviendistas que entiendan ambos enfoques, los dominen y sepan combinarlos con eficacia según la dinámica de cada realidad.

El gran reto de nuestra próxima democracia es fundamentar y estructurar el EQUILIBRIO EN POLITICAS PUBLICAS DE POLITICOS VIVIENDISTAS.

Guillermo Bello Vicentini

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