Morfema Press

Es lo que es

Ese hilo frío, por Ricardo Ciliberto Bustillos

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La situación se torna desesperante. No hay manera de levantar los  números que arrojan los estudios de opinión, tanto los de ellos como los  independientes. La Sala Situacional en Miraflores se ha convertido en un  hervidero. Dicen que han ampliado sus integrantes. Otros afirman lo  contrario: que apenas unos cuantos tienen acceso y asiento. Lo cierto es  que, por los pasillos de las más importantes oficinas públicas, sobre todo  en aquellas donde pululan jefes, jefecillos, atornillados y segundones, se  percibe un ambiente de angustia y terror. 

Las giras y declaraciones de María Corina Machado y Edmundo  González Urrutia, principalmente, a pesar de las restricciones y  zancadillas de rigor, han provocado que un hilito frío les recorra la espalda y se haya convertido en un desagradable y perpetuo acompañante. Las  huellas de las manos sudorosas sobre las mesas y escritorios son testigos fehacientes de la inquietud y el miedo. 

Hay gritos, órdenes variadas, pero también contradictorias. Los  gobernadores y alcaldes afines al régimen llevan el mayor peso en estas  erráticas lides. La culpa no es del presidente, el ministro o del grupo más  cercano, es del mandatario regional o local, aseguran. Una fórmula muy traqueteada para eludir responsabilidades. 

Hay llamadas del exterior. Jefes de Estado y de gobierno conminan, que ya no sugieren, la realización de un proceso electoral transparente,  pacífico, creíble y democrático. Los presidentes Lula y Petro han  planteado la posibilidad de efectuar un plebiscito para suscribir un pacto de “paz y reconocimiento” que impida la persecución, violación de los derechos fundamentales y, sobre todo, el exterminio político o personal. Aunque no sea factible, por cuanto nuestra Constitución no permite este  tipo consultas, nada obsta para que se suscriba un gran acuerdo  nacional, tal como lo ha promovido Eduardo Fernández, que garantice un  traspaso de gobierno en sana paz, que respete lo convenido y que  promueva una transición de largo aliento y con metas específicas. 

El régimen está de correderas. La avalancha opositora es demasiado  grande para un puñado de funcionarios y adeptos que no entienden cómo  todo se ha venido abajo. Que ya ni la permanente invocación del comandante Chávez causa efecto y mucho menos despierta entusiasmo y solidaridad. Definitivamente, todo se derrumbó, como nos lo recuerda  la letra de una conocida canción. 

La realidad al gobierno se le presenta contraria y delicada. Esto lo hace  más peligroso, agresivo y audaz. Hay que estar ojo avizor para que no  nos sorprenda en nuestra buena fe y credibilidad. 

Los venezolanos quieren elegir. Y lo decimos con la mayor precisión  posible. Elecciones conforme lo establece la Constitución: “El sufragio es  un derecho. Se ejercerá mediante votaciones libres, universales, directas  y secretas…”(art. 63). Entonces, no se está exigiendo nada del otro  mundo. Se trata solo de dar cumplimiento a este precepto legal. 

Hay mucho miedo y confusión. El régimen no encuentra la manera de  “voltear la tortilla”, electoralmente hablando. Cada día crece la  desafección, el abandono a sus cansonas promesas, consignas y -sobre  todo – la decisión de favorecer a quien representa una Venezuela distinta,  moderna y democrática. 

La oportunidad es de oro. Por fin, el tan ansiado consenso cristalizó en  las principales fuerzas opositoras. Esto da aliento para seguir adelante, con una esperanza enorme. Del lado contrario, un hilo frío recorre sus  espaldas, inconmovible, como demostración de una gran verdad: Ya no  los quieren!

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