Recién llegada de su intento de invadir Gaza en barco y de ser deportada por las Fuerzas de Defensa de Israel por sus esfuerzos el mes pasado, la activista política sueca Greta Thunberg apareció en Budapest el 26 de junio para apoyar la intifada global LGBT.
Por: Jonathon Van Maren – The European Conservative
“Hoy me uní a miles de personas en las calles de Budapest, Hungría, donde Orbán, en un intento desesperado, prohibió la marcha del Orgullo”, anunció en Instagram. “Es otro ataque fascista a los derechos humanos. El Orgullo es a la vez una protesta, pero también una celebración del amor y de quiénes somos. Los fascistas nunca podrán prohibir el amor”. Si hubiera llegado a Gaza, se habría enterado de lo contrario.
En marzo, los legisladores húngaros votaron por una enmienda a la Ley de Protección Infantil para prohibir los Desfiles del Orgullo por 136 votos a favor y 27 en contra. En Hungría, el primer ministro Viktor Orbán declaró que proteger a los niños de la ideología LGBT y las exhibiciones obscenas tiene prioridad sobre el derecho de los activistas a promoverlas públicamente. Las políticas LGBT de Orbán gozan de tanta popularidad en Hungría que oponerse a ellas se considera una política muy negativa.
Cabe destacar de qué protegían los legisladores húngaros a los niños . En Toronto, este mes, hombres desnudos paseaban junto a familias que ondeaban carteles de arcoíris con el lema «normalizar la desnudez»; hombres con atuendos fetichistas se manoseaban y se besaban. Escenas similares se produjeron en otras grandes ciudades occidentales, la mayoría de las cuales contaban con la asistencia de políticos de alto perfil. Para cierto tipo de líder, es esencial que la gente esté expuesta a estas cosas en público.
Muchos de estos políticos acudieron en masa a Budapest el 26 de junio para el Orgullo de Budapest, un evento desafiante impulsado por activistas internacionales que, una vez más, tienen la mira puesta en Hungría. Entre los asistentes se encontraban Hadja Lahbib, comisaria europea de Igualdad; Nicolae Ștefănuță, vicepresidente del Parlamento Europeo; y el eurodiputado luxemburgués Marc Angel, copresidente del Intergrupo de Derechos LGBTI del Parlamento Europeo.
Y por supuesto, Greta Thunberg, de 22 años, hizo su aparición obligatoria.
Thunberg es una activista profesional trotamundos que se asemeja a una versión femenina de Tintín, el reportero ficticio de Hergé. Se hizo famosa a los 16 años tras pronunciar un discurso indignado en la Cumbre de Acción Climática de la ONU en septiembre de 2019, donde reprendió a los eurócratas masoquistas y radiantes por su inacción. «¡Cómo se atreven!», les exclamó con un bufido. Les encantó y enseguida la invitaron a repetir su truco de fiesta en otros eventos importantes, desde Davos hasta el Parlamento Europeo.
Thunberg se tomó un año libre de la escuela secundaria para instruir a líderes mundiales sobre cómo abordar la crisis climática antes de darse cuenta de que el activismo era un buen negocio. Ahora asiste a las protestas tanto como marca como persona. Además de su activismo ambiental, Thunberg intentó llegar a Gaza en yate con varios otros activistas a principios de este mes; la causa palestina se ha sumado recientemente a su lista.
En una manifestación en Alemania el año pasado, gritó : «¡Que le jodan a Israel!». En un intento de empañar sus problemas, añadió: «No podemos esperar, ni con el tema de Palestina ni con el cambio climático». O, como se ha visto, con la agenda LGBT.
Existe una clara simetría entre el intento de viaje de Thunberg a Gaza y su llegada a Budapest para apoyar el movimiento LGBT. Durante años, el gobierno de Orbán ha sido atacado por dos razones principales: su negativa a admitir a miles de migrantes musulmanes y su férrea oposición a la agenda LGBT. El hecho de que sus más feroces oponentes políticos estén furiosos no por una, sino por ambas políticas dice mucho de la incoherencia suicida de los progresistas europeos.
La principal utilidad política de Greta Thunberg reside en ser una personificación casi perfecta de las contradicciones inherentes del progresismo posmoderno. Su fama se debe a su labor como proveedora de penitencia para las élites, a quienes reprende en eventos de alto perfil por invitación suya. Asiste a mítines donde la multitud corea por la destrucción de Israel y a manifestaciones donde la turba exige la rendición de la Europa cristiana. Thunberg es internacionalista y marcha bajo diversas pancartas, ya sean con una media luna o un arcoíris.