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Es lo que es

Imprevisibilidad latinoamericana, por Armando Martini

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¿Es Andrés Manuel López Obrador un importante miembro del Foro de Sao Paulo y Daniel Ortega representante de la derecha? ¿Nayib Bukele un salvadoreño de extrema derecha y Gabriel Boric un muchachón audaz del Grupo de Puebla? ¿Gustavo Petro un educado populista, Pedro Castillo un inútil e incompetente y Alberto Fernández un tímido aprovechador de circunstancias?

Quizás resida allí el germen del drama latinoamericano, en que parecemos que somos, pero no somos nada definido en realidad. Hablamos de comunismo y socialismo, de socialdemocracia y socialcristianismo más o menos como el comportamiento grosero lo hace de gobiernos y oposiciones, o el fanático del beisbol que en su vida ha ido a un juego de fútbol y platica con autoridad que le gusta más el Real Madrid que Boca, o arbitrario realiza mordaces comentarios sobre la conducta en el campo de los serbios en comparación con los peruanos.

Llevamos ya una larguísima lista de gobernantes y partidos políticos que han afirmado defender ideologías, a veces difíciles de entender por su anfibología y mezcolanza de varias, además de su promiscuidad, porque en realidad, protegen o buscan el poder por sí mismo, su praxis descarnada y no sueños desperdigados a diestra y siniestra. ¿Cómo pueden ser miembros en Venezuela de la Internacional Socialista partidos tan disímiles como Acción Democrática y Voluntad Popular?, ¿qué tienen que ver esos partidos y sus dirigentes con el socialismo del norte europeo, por ejemplo?

El presidente salvadoreño está haciendo lo que en otros países de la región se califica como violación de los derechos humanos, a cuenta de resolver por la fuerza el grave problema de la expansión nacional de la delincuencia con toda su violencia. En Colombia, en cambio, el primer mandatario alega su cultura y buen conversar para disimular su castrismo proponiendo el perdón a quienes, como él, fueron guerrilleros artífices de terrorismo, intimidación, muerte y terror que medio siglo después permanece en ese país.

Por un tiempo, algunos copeyanos pudieron ser reconocidos como voceros del pensamiento social obrerista de la Iglesia Católica, eran en política defendiendo valores del ser humano expresados en democracia. Después, en un desarrollo, dejaron de serlo y se convirtieron en otra cara del socialismo europeo, en socialcristianos, que en Alemania, a diferencia de Italia, simplemente eran los que no querían ser comunistas ni catolicistas, manoseaban con miedo la izquierda moderada como principio, ejecutado en democracia y con respeto de los derechos humanos.

Pero las cosas van de mal en peor, ya ni siquiera quedan banderas ideológicas para levantar; más importantes en Colombia han sido los planteamientos verdaderos o mentirosos de Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos, Iván Duque y ahora Gustavo Petro.

Se pregunta si Luiz Inacio “Lula” da Silva, formado en el ambiente político de izquierda caduca, con empeño y disciplina del sindicalismo, querrá llevar ahora a su país, dividido entre la dureza de Jair Bolsonaro y la indisciplina de Lula, a lo que pueda ponerlo a él, ya a los 80 años, al frente de la izquierda más o menos democrática de Suramérica, recordando que Brasil es poderoso por lo que han producido sus emprendedores y no el sindicalismo; tiene problemas por lo que esos gobiernos, y sus promesas abandonadas, han causado corrupción, pobreza, delincuencia y abandono.

Es el drama venezolano, pasó de la furia libertadora de Simón Bolívar a los militares que se sentían con derecho a ser recompensados por sus esfuerzos en la guerra más feroz de América, a civiles incapaces de controlar castrenses, a la disciplina sangrienta del benemérito, a los altibajos de dictaduras desarrollistas, democracias anticomunistas, otras acomodaticias y mandos militares, corruptas e incompetentes con alardes de revolución.

Con el detalle de que todas, buenas, malas, civiles, militares, demócratas, autoritarios, reflexivos, caudillos, han prometido lo mismo a los venezolanos: somos un país rico que debe por ello mantener en el bienestar a sus ciudadanos, cuando lo que debe, es proporcionarle educación, salud, herramientas y oportunidades para que creen su propia riqueza, dicha y ventura.

@ArmandoMartini

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