Por Irwin Gatell
Irán está contra la pared. El ataque lanzado contra Israel es una especie de súplica para que lo dejen fingir que todavía es fuerte, y que el asunto ya no pase a mayores.
Por eso lanzó un ataque que Israel podía desactivar sin mucho problema.
Te cuento.
Irán disparó 180 misiles balísticos contra Israel. La mayoría fueron derribados por el sistema Arrow 3. Los otros no causaron daños. Los pocos estropicios que hubo fueron causados por los fragmentos de los misiles derribados. La única víctima mortal fue un palestino de Jericó.
¿Por qué Irán lanzó un ataque tan claramente ineficiente? Peor aún: avisó con 72 horas de anticipación a países como Jordania y Arabia Saudita, que de inmediato notificaron a Estados Unidos e Israel. De este modo, Israel pudo prevenir cualquier eventualidad.
O sea, fue un ataque diseñado para causar el menor daño posible.
Lo que a Irán le urgía era dar la imagen de que puede atacar a Israel.
Es parte de la sicología de los musulmanes extremistas: la imagen, sobre todo la de fuerza, es muy importante para ellos.
Irán ha sido sistemáticamente humillado por Israel en los últimos meses, empezando desde la destrucción de Hamas en Gaza, y continuando con los golpes a Hezbollá.
Esto ya se daba desde hace 4 o 5 meses, pero en los últimos 2 meses las cosas se precipitaron.
Primero, con la eliminación de Fwad Shuker, el verdadero líder militar de Hezbollá (Nasrallah era el líder espiritual, pero no el estratega). Eso fue un golpe durísimo, y se agravó porque al día siguiente fue eliminado Ismail Haniyeh en Teherán.
Haniyeh era el máximo líder de Hamas, y se supone que estaba hospedado en un «lugar secreto» y con toda la protección del régimen de los ayatolas. Bueno, pues una bomba le explotó en su recámara, y con eso los clérigos que gobiernan Irán quedaron como unos inútiles.
Desde entonces, Irán había jurado que se vengaría, aunque todos sabíamos que lo más lógico es que la respuesta viniera por medio de Hezbollá.
El grupo terrorista libanés estuvo cacareando su ataque de represalia, pero se tardó mucho en decidirse a hacerlo.
Cuando por fin lo quiso realizar, Israel lo tenía bien monitoreado. Gracias a la vecindad entre Israel y Líbano, la fuera aérea israelí atacó las bases de Hezbollá 15 minutos antes de su ataque, y las pérdidas fueron catastróficas. Tropas, lanzaderas y miles de misiles.
Esto humilló todavía más a Hezbollá y, por rebote, a Irán. La guerra siguió su curso con importantes bombardeos israelíes a posiciones de Hezbollá en Líbano, y finalmente llegó el momento de activar los golpes más letales. Todo comenzó con la explosión de los beepers.
El golpe tomó por sorpresa a todos, sobre todo porque hizo ver a Hezbollá que Israel estaba infiltrado en su cadena de suministros (algo peligrosísimo). Al día siguiente, explotaron los walkie-talkies. El pánico invadió a Hezbollá, que restringió sus métodos de comunicación.
Al día siguiente, los altos mandos de las Fuerzas Radwan -la unidad de élite de Hezbollá- hicieron una reunión presencial, y un bombardeo israelí los eliminó a todos. Tras varios días de más bombardeos a depósitos de armas y lanzaderas, vino el golpe principal.
Hassán Nasrallah, símbolo de Hezbollá y máximo líder del grupo, fue eliminado en su búnker junto con todo el mando restante del grupo terrorista, además de los asesores iraníes que iban a tratar de reestructurar las cadenas de mando destruidas por Israel.
En cosa de dos semanas, Hezbollá perdió a todos sus dirigentes de importancia, e incluso a los generales iraníes que los controlaban.
Fue un golpe devastador para el grupo, pero también para los intereses iraníes. Los ayatolas quedaron humillados otra vez.
Hubo algo peor: la confianza entre Hezbollá y los ayatolas quedó profundamente dañada, ya que el grupo terrorista del Líbano ahora sabe que no puede confiar en sus jefes iraníes, que han demostrado ser incapaces de defenderlos o protegerlos.
Por eso le urgía a Irán lanzar un ataque, o un algo, para fingir que todavía puede retar a Israel al tú por tú.
Pero todo mundo sabe que no es cierto.
De hecho, eso va en contra de todos los planes de Irán, y ese ha sido acaso uno de sus peores errores estratégicos.
Desde 1979, Irán construyó una red de grupos armados que serían los encargados de pelear directamente con Israel. Ahora está claro que el plan de los ayatolas era crear un panorama en el que ellos, directamente, no tuvieran que meter las manos.
El problema es que no sólo lo planearon así, sino que por esa razón tampoco construyeron un sistema de defensa (principalmente antiaérea) suficientemente sólido para defender su propio territorio. Y es que la guerra no tenía que llegar a Irán.
Toda su bravuconería contra Israel era sólo la pantalla para disimular el plan de ataque que, en su momento, tendría que ser llevado a cabo por Hama y Hezbollá, principalmente, con apoyo de las milicias chiítas en Irak, el régimen sirio, y los huthíes.
El plan intentó activarse el 7 de octubre del año pasado, pero Israel diseñó muy bien su estrategia de represalia, y Hezbollá no se arriesgó a involucrarse de lleno en el conflicto. Hamas quedó solo y fue destruido.
Ahí empezaron los problemas de Hezbollá.
El grupo terrorista libanés se enfrascó en una inútil guerra de baja intensidad con Israel, que entonces pudo destruir a placer un elevado porcentaje de las instalaciones y capacidades militares de Hezbollá en el sur del Líbano. Eso cambió las reglas del juego.
Desde hace 3 o 4 meses, Hezbollá ya no tiene la capacidad para chocar de frente con el ejército israelí en caso de invasión terrestre. Y ahora menos, porque todos sus mandos han sido eliminados y sustituidos por militares con poca experiencia (los que siguen vivos).
Con Hamas destruido y Hezbollá limitado casi al máximo, ahora las posibilidades de guerra se trasladan a territorio iraní, justo lo que los ayatolas no querían y para lo que nunca se prepararon.
Por eso muchos consideran que su ataque de hoy fue una estupidez.
Israel tiene un Casus Belli legítimo, y la sobrevivencia del régimen iraní depende de que la presión internacional convenza a Israel de que mejor ahí paren las cosas.
Pero Israel ya demostró que no tomará en cuenta la opinión internacional, sino sus intereses de seguridad.
Y así es como llegamos a este punto. Israel tomará su represalia en el momento y con la intensidad que considere adecuados, e Irán no va a tener capacidades para evitarlo.
En otros tiempos no lo hizo por el riesgo de que Hezbollá disparara miles de cohetes de inmediato.
Pero esa posibilidad ya no existe.
Irán está totalmente expuesto, y literalmente depende de la presión internacional que pueda ejercerse sobre Israel.
O, lo que es lo mismo, de la misericordia Israel.
Irán era un gigante de papel, y está a punto de quemarse.