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La agenda leninista del chavismo contra los venezolanos, por Roderick Navarro

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Si en Venezuela estuviéramos en una democracia, viviéramos las campañas electorales con la mayor civilidad y con aquella antecedencia que uno prevé antes del día de la elección: saber que ocurrirá un cambio político en una sociedad adulta que no necesita llegar a la violencia para pasar el poder de un grupo a otro. Esto lo permite el sufragio basado en el principio de publicidad que rige el conteo público de los votos materiales que representan la voluntad de los electores, y por este hecho, todos los participantes se hacen uno solo en el resultado obtenido al aceptarlo conscientemente.

Pero la doctrina del chavismo es revolucionaria, sustentada en la visión que planteó el criminal ruso Vladímir Ilích Uliánov (1870-1924) alias Lenin: el poder se toma por la fuerza y a los hombres se les gobierna también con ella. A diferencia del otro delincuente comunista, el italiano Antonio Gramsci (1891-1937), que planteaba la toma del poder a través de la cultura, el chavismo apuesta a su identidad leninista para mantenerse en el poder indefinidamente. Con esto no quiero que olvidemos las dos últimas décadas de censura y persecución al pensamiento libre en todos los niveles de la sociedad venezolana: las terribles consecuencias sociales en términos económicos y de convivencia, así como el número de víctimas por la persecución, la tortura y la cárcel. Hoy, a semanas de una elección, para el chavismo no es suficiente el aparato de censura y propaganda que ha construido para mantenerse en el poder, necesitan de algo más.

Por ello necesitan reforzar su método político basado en la violencia, la misma que los ha mantenido en el poder durante mucho tiempo. Sin importarles el dolor del pueblo y sus innumerables testimonios, continúan agrediendo a los más débiles en favor de su vanidosa y ostentosa oligarquía.

En este sentido, encontramos al gobernador de Trujillo, el chavista Gerardo Márquez, diciendo a su militancia que hay que agredir físicamente con intensidad, para no repetir sus palabras vulgares, a María Corina Machado, si volvía a visitar ese territorio. El resultado fue que más gente salió a las calles a recibir a la líder de la oposición anticomunista en su reciente visita.

La popularidad de la oposición anticomunista es tan importante en este momento, que le marca la campaña electoral al chavismo. A donde sea que vaya María Corina Machado, el chavismo le hace un evento paralelo. Mientras que Machado no usa recursos y se vale de la popularidad local, el chavismo moviliza al mismo grupo de personas en grandes cantidades de autobuses por el país, para también demostrar que tienen “apoyo”. En estos eventos, el criminal Diosdado Cabello ha insistido varias veces: “no saldremos del poder ni por las buenas ni por las malas”.

Según Lenin, su revolución era “un poder que se apoya directamente en la violencia y no está coartado por ley alguna”, y, por lo tanto, “la dictadura revolucionaria del proletariado es un poder conquistado y mantenido mediante la violencia ejercida por el proletariado sobre la burguesía, un poder no coartado por ley alguna” [1]. El discurso de Cabello refuerza la pauta chavista de ejercer la violencia a toda costa y mantenerse en el poder, también, cueste lo que cueste.

Es por ello que la elección del 28 de julio no es lo más importante en este proceso de liberación del pueblo venezolano. La elección es un medio para conseguir la libertad. Todo lo que ha ocurrido empuja al chavismo a ser más radical y criminal sin guardar las formas que tanto mantenía con una falsa oposición que le hacia el juego.

La virtud de la nueva oposición es que rompió los límites que le impuso el chavismo a través de la corrupción. Para establecer nuevos límites ahora tiene que incrementar sus incentivos y no existen si no son a través de la violencia. De tal manera que, esta lucha es existencial para la oligarquía chavista y sacrificarán a sus propios súbditos sin pensarlo ¿Hasta que punto podrán continuar estos sacrificios?

La oligarquía chavista es limitada y mientras más pasa el tiempo no aumenta su número, todo lo contrario. Mientras ellos apuestan a su agenda leninista, le oposición podría seguir organizando esta gran popularidad de la identidad patriótica que renace al reencontrarse con sus raíces identitarias: el amor a Venezuela, su fe en Dios, el valor de la familia y la paz y la prosperidad como los anhelos comunes entre las diversidades. Esto crearía más incentivos para facilitar el desmoronamiento de la oligarquía hasta que ya no puedan más ejercer el poder.


[1] Vladímir Ilích Lenin. La revolución proletaria y el renegado Kautsky. Madrid, Fundación Federico Engels, 2007, p. 16.
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