Por David Morán Bohórquez
Las novelas Rebelión en la Granja (publicada en 1945) y 1984 (publicada en 1949) de George Orwell siguen siendo fundamentales para entender la mecánica de los regímenes totalitarios en la actualidad, especialmente en contextos donde se utilizan elecciones falsas como herramientas de legitimación.
Rebelión en la Granja muestra cómo una revolución que promete justicia y libertad puede degenerar en una dictadura en la que los líderes manipulan el lenguaje y las instituciones para mantener el poder, mientras que 1984 expone el uso del doblepensar, la propaganda y la represión psicológica para imponer una obediencia absoluta.
George Orwell escribió «Rebelión en la granja» y «1984» en un contexto histórico marcado por la expansión de la URSS y el auge del totalitarismo.
George Orwell, cuyo nombre real era Eric Arthur Blair (1903-1950) fue un destacado escritor, novelista, periodista y ensayista británico, reconocido mundialmente por su aguda crítica social y política, así como por su defensa de la justicia y la libertad.
En muchos regímenes autoritarios modernos, como el venezolano, se repite esta dinámica: se organizan elecciones sin garantías para simular democracia, mientras se reprime la disidencia y se reescribe la historia para justificar cada abuso. Orwell nos advierte que participar en una farsa electoral sin condiciones no desafía la tiranía, sino que la refuerza, haciendo que los ciudadanos, como Winston Smith, terminen aceptando la dominación sin darse cuenta.
La distopía de 1984 como marco a la Venezuela de hoy
– El Ministerio de la Verdad y la manipulación electoral:
En 1984, el Ministerio de la Verdad se encarga de reescribir constantemente la historia para que el Partido nunca parezca equivocado. Cuando un dato ya no le conviene al régimen, simplemente lo eliminan o lo tergiversan.
En Venezuela, Maduro desconoció los resultados de 2024 y anuló la victoria opositora, pero ahora el régimen promueve elecciones regionales para abril de 2025 como si fueran legítimas.
Se reescribe la narrativa: el fraude previo se borra y se exige a los ciudadanos que actúen como si este nuevo proceso fuera diferente.
– La farsa de Emmanuel Goldstein y la «oposición permitida»
En 1984, el Partido mantiene a Emmanuel Goldstein como el supuesto líder de la resistencia. Sin embargo, este opositor nunca representa un peligro real: su función es hacer creer a la gente que hay una alternativa, cuando en realidad todo está bajo control del sistema.
En Venezuela, muchas figuras que se dicen “opositoras” cumplen un rol similar: hacen un llamado a votar sin garantías, validando un sistema que ya ha demostrado ser fraudulento. Su papel no es ganar, sino ofrecer una vía de escape al descontento ciudadano para evitar una ruptura real con la tiranía.
– La doblepensar y la sumisión forzada
El doblepensar es el mecanismo mediante el cual los ciudadanos en 1984 son obligados a aceptar dos ideas contradictorias:
«La guerra es paz»
«La libertad es esclavitud»
«La ignorancia es fuerza»
En Venezuela, se pide a los ciudadanos que acepten la contradicción:
«Maduro roba elecciones, pero esta vez sí reconocerá los resultados»
«Sin condiciones no hay elecciones libres, pero igual hay que votar»
«El CNE es fraudulento, pero confiemos en el proceso»
Este absurdo, propio del totalitarismo Orwelliano, es la base de la narrativa que justifica la participación sin garantías.
– Winston Smith y la resignación del votante
El protagonista de 1984, Winston Smith, cree que puede desafiar el sistema, pero al final es doblegado y sometido, hasta que acepta con resignación que «ama al Gran Hermano».
En Venezuela, muchos ciudadanos que han visto cómo el régimen roba elecciones una y otra vez son presionados a seguir participando en procesos amañados, hasta que terminan resignados, convencidos de que no hay otra opción.
Antiguos líderes que en el pasado denunciaron fraudes electorales, ahora aceptan las reglas del juego del chavismo y dicen que votar es «una decisión personalísima», cuando en realidad sabe que las condiciones son impuestas por la dictadura.
Es el mismo proceso de Winston al final de la novela: aceptar el poder del Gran Hermano como algo inevitable.
– La manipulación del lenguaje: votar como «protesta»
En 1984, el Partido redefine las palabras para que pierdan su significado original. La «Libertad» es realmente esclavitud, la «Guerra» es en realidad paz.
En realidad, el voto es el mecanismo que usa el chavismo para legitimarse ante el mundo.
En vez de resistir el fraude, el mensaje es «protestemos colaborando con el sistema».
Es lo mismo que en 1984: el lenguaje se usa para confundir y evitar que la gente tome acción real contra la opresión.
– La ilusión de la «legitimidad» internacional
Algunos argumentan que si no hubieran participado el 28 de julio, la oposición no tendría la «legitimidad» actual ante la comunidad internacional.
Esto es una falacia Orwelliana:
La «legitimidad» no ha cambiado nada en la práctica. Maduro sigue en el poder, desconoció los resultados y persigue a la oposición.
Se usa la ilusión de reconocimiento internacional para justificar un proceso viciado.
Esto es similar a 1984, donde el Ministerio de la Verdad altera constantemente la realidad para que parezca que el Partido siempre tiene razón.
– Los que llaman a votar sin garantías como personajes Orwellianos
La postura de ellos sigue la lógica del sistema de control de 1984:
Admiten el fraude, pero insisten en participar en él.
Reinterpretan la rendición como una forma de protesta.
Usan la «legitimidad» internacional como excusa para aceptar la dictadura.
Resignan la lucha real y justifican el sometimiento con palabras bonitas.
Se convierten en figuras tipo Winston Smith en la fase final de la novela, aceptando la tiranía y adaptándose a su lógica, incluso cuando sabe que está siendo manipulado.
Representan hoy la sumisión política con lenguaje de resistencia.
«1984» culmina con la completa derrota de Winston Smith. A lo largo de la novela, él intenta resistir el control absoluto del Partido, pero es finalmente capturado, torturado y reprogramado en el Ministerio del Amor.
El destino de Winston Smith: la rendición total
– Tortura y lavado de cerebro:
O’Brien, el miembro del Partido que lo traiciona, lo somete a torturas físicas y psicológicas extremas hasta que Winston acepta que 2+2 puede ser 5 si el Partido lo dice.
Se destruye su capacidad de pensar libremente.
– La traición a Julia:
Al inicio, Winston ama a Julia y juntos desafían al Partido.
En la Hab. 101, su peor miedo (las ratas) es usado en su contra. Desesperado, grita que se lo hagan a Julia en lugar de a él.
Con esto, el Partido rompe su espíritu y lo despoja de su humanidad.
– Aceptación del Gran Hermano:
Después de su reeducación, Winston es liberado.
Ya no es una amenaza. Ahora pasa sus días bebiendo ginebra y aceptando todo lo que el Partido dice.
En el clímax final, se da cuenta de que realmente ama al Gran Hermano.
Su resistencia ha sido completamente aniquilada.
Conclusión: «1984» termina con la victoria total del régimen
No hay rebelión, no hay esperanza, solo un Winston destruido, feliz en su sumisión.
La analogía con Venezuela
Así como Winston termina aceptando la lógica del Partido, ya antiguos opositores (pocos) aceptan participar en el sistema fraudulento del chavismo.
En 1984, el Partido permite a Winston «vivir» después de destruirlo, igual que en Venezuela se permite una oposición funcional que ya ha sido domesticada.
La frase final de la novela «Amaba al Gran Hermano» simboliza la rendición total. Participar sin condiciones es, en la práctica, amar al sistema que se dice combatir.
La lección de Orwell es clara: el control totalitario sólo se rompe rechazando completamente su lógica, no jugando bajo sus reglas.