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"La ideología de género no atenta contra la fe, sino contra la razón"

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«Las legislaciones no se han hecho para respetar solamente la condición de otras personas más allá de su raza o condición sexual, sino para imponer una determinada ideología desde esferas públicas y estatales. Hay que respetar, sí, pero no imponer una visión de la realidad desde una ideología. Se nos quiere imponer una visión determinada a través de leyes». Así se ha pronunciado don José Mazuelos Pérez, obispo de Jerez y miembro de la Subcomisión de Familia y Vida.

Artículo publicado en el website de la Archidiócesis de Burgos , el 27 de febrero de 2018 con motivo de una Jornada de estudio sobre Ideología de Género

«La premisa de la ideología de género es que todo ser humano nace sexualmente neutro. Es la imposición del género sobre el sexo: no somos hombres ni mujeres, nos sentimos hombres o mujeres». Una ideología en auge que, ha resumido Mazuelos, se apoya en tres principios. El primero, la diferenciación entre género y sexo, el predominio de la cultura sobre la naturaleza y la no coincidencia entre uno y otro; el segundo, la negación del origen natural de la sexualidad (el sexo no es un dato originario de la naturaleza, sino un papel social que se decide autónomamente). «Esta ideología no atenta contra la fe, sino contra la razón», ha subrayado. Y el tercer pilar, un falso feminismo: la mujer debe liberarse de las opresiones sociales: «Hay que deconstruir la familia, la maternidad, el aborto se presenta como un derecho impuesto por ley, rehúye de todo debate y diálogo filosófico y racional».

Un gran negocio

Según el obispo de Jerez, el auge de esta ideología no es fruto de la casualidad. Existe, ha sostenido, un matrimonio entre el neormarximo y el neocapitalismo. El capitalismo ha domesticado al marxismo, que hoy le hace «el trabajo sucio». En el trasfondo de toda esta ideología se ocultan los intereses económicos de las grandes multinacionales. «Al neocapitalismo le interesa un hombre aislado en medio del mundo, desligado de toda trascendencia, que se mueva solamente por el hedonismo, el deseo, el placer. «Nosotros podemos crear al hombre del deseo. Usted decida qué tipo de hombre y mujer desea ser, pídalo y nosotros se lo hacemos… a cambio de dinero». Pobre el que, en medio de esta ideología de género no tenga dinero…».

Según Mazuelos, «la gran aberración de la ideología de género es imponer que el existir determina el ser». Y se aboga por una malentendida libertad, cuando lo que existe es una gran manipulación desde los medios de comunicación, la cultura, las nuevas tecnologías, los Estados… «Tenemos que ayudar a los jóvenes a dejar de ser veletas y convertirse en brújulas».

«Un antídoto fuerte contra esta ideología es la familia, educar a los hijos y constituir familias formadas por hombre y mujer. La familia es una catequesis que se transmite. Para existir necesito del otro, del diferente, para recrear una cultura de la no autosuficiencia y la autocreación». «El gran enemigo de la ideología de género se llama Iglesia católica. A veces, los cristianos somos cómplices, porque hemos absolutizado y lo que es cultura lo hemos hecho esencia cristiana. Gracias a Dios vamos ganando, y eso tenemos que apoyarlo y alentarlo, como que la mujer adquiera su puesto en la sociedad. Lo que hay que promover es una cultura de respeto que no se imponga a base de leyes», ha concluido.

Revolución antropológica

Por su parte, el catedrático de la Facultad de Teología de Burgos Eloy Bueno de la Fuente ha presentado la cuestión de la ideología de género como una manifestación más de la gran revolución antropológica que estamos viviendo. «Estamos en una encrucijada del momento evolutivo que ni siquiera Darwin podría sospechar. Estamos en una lógica del yo como antropocentrismo moderno; el debilitamiento del yo postmoderno por la reducción del ser humano a simple naturaleza o materia; entonces ese ser humano desligado de su profundidad hay que construirlo de nuevo, es el yo post-humano».

«Estamos en una visión cosmológica global, ya no centrada solo en la evolución de las especies, sino del todo el universo. Este proceso ha propiciado que no seamos más que naturaleza y no tenemos nada que agradecer a nadie, ni debemos nada a nadie. Lejos de crear desánimo, esta visión provoca que seamos así realmente libres y podemos hacer con esa realidad material lo que nos parezca conveniente. Ahora estamos en condiciones de generar vida en cualquier laboratorio, lejos del viente materno, y nos liberamos así de la esclavitud a la que nos tenía limitados la naturaleza. Podemos conseguir la auténtica libertad. He ahí el núcleo del problema donde también se insertan la ideología de género y el feminismo», ha expuesto Bueno.

Ante esta muerte del hombre y eliminación del espacio típicamente humano comienzan a actuar las dos corrientes fundamentales que confluyen en el feminismo e ideología de género, el posthumanismo y el transhumanismo, donde juegan una importancia vital las nanotecnología y las nuevas tecnológicas de la información, y cuyo objetivo es la mejora absoluta del hombre. «Lo que importa es el individuo, que se encuentra en soledad y en esa soledad se ve obligado a reconstruir su propia identidad. La identidad no está determinada. Se elimina la idea de naturaleza. Todo es cultura y, por tanto, fruto de la construcción humana, una costumbre que hemos decidido. Y en esta construcción, la Iglesia y la teología han hecho mucho y, por ello, hay que romper con ello…. Hay identidades fluidas, abiertas, siempre cambiantes… el abanico de nuevas identidades surge continuamente».

«La inmortalidad (o, mejor dicho, amortalidad), la felicidad y la divinidad son las tres grandes metas que quiere conseguir el ser humano en el siglo XXI», ha concluido el ponente.

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