La política de «contención», ideada por George F. Kennan para frenar el expansionismo soviético durante la Guerra Fría, sigue resonando en el siglo XXI como un marco para entender las estrategias del «mundo occidental» frente a sus adversarios actuales —Rusia, China, Venezuela e Irán— y encuentra un reflejo particular en la política internacional de Donald Trump.
Armando Esteban Quito Musk-Grok
Tanto en su primer mandato (2017-2021) como en su reciente regreso al poder en 2025, Trump ha adoptado un enfoque que, aunque no doctrinalmente idéntico al de Kennan, comparte la lógica de limitar la influencia de potencias rivales mediante presión económica, diplomática y militar, evitando conflictos directos. Esta nota explora cómo la contención se adapta a los desafíos contemporáneos y se manifiesta en el estilo «América Primero» de Trump, analizando sus alcances, pros y contras.
Contención moderna frente a los enemigos del mundo occidental
En el escenario actual, la contención se aplica a un mosaico de adversarios con agendas diversas, desde el socialismo hasta potencias revisionistas. Rusia, bajo Vladimir Putin, enfrenta sanciones masivas y un fortalecimiento de la OTAN tras su invasión a Ucrania en 2022, un esfuerzo por restringir su proyección de poder que recuerda la presión sobre la URSS. China, el rival económico y tecnológico de Occidente, es objeto de una guerra comercial iniciada por Trump en 2018 y de restricciones a empresas como Huawei, buscando frenar su ascenso global mediante una contención que trasciende lo militar. En América Latina, Venezuela sufre sanciones petroleras para aislar al régimen de Nicolás Maduro y su alianza con Rusia y China, mientras que Irán, con su programa nuclear y apoyo a proxies regionales, enfrenta la «máxima presión» de sanciones reimpuestas por Trump tras abandonar el acuerdo nuclear en 2018.
Estos ejemplos ilustran una contención adaptada a un mundo multipolar, donde el objetivo sigue siendo limitar la influencia de adversarios sin escalar a una guerra total. Sin embargo, las interdependencias globales complican su ejecución: las sanciones a Rusia afectan el suministro energético, la presión sobre China tensiona cadenas de suministro tecnológicas, y el aislamiento de Venezuela e Irán ha fortalecido sus lazos con potencias antioccidentales, un efecto no deseado que Kennan habría buscado evitar con una diplomacia más matizada.
El eco de la contención en la política de Trump
La política internacional de Trump encarna una versión instintiva y unilateral de la contención, alineada con su lema «América Primero». Contra China, sus aranceles y restricciones tecnológicas reflejan un intento de contener su dominio económico y estratégico, forzando negociaciones comerciales parciales. Con Irán, la «máxima presión» redujo sus exportaciones petroleras en más del 90% entre 2018 y 2020, limitando su capacidad regional. Rusia, pese a la ambigüedad personal de Trump con Putin, vio sanciones por interferencia electoral y un refuerzo militar en Europa del Este, mientras que en Venezuela, las sanciones al petróleo buscaron colapsar a Maduro sin intervención directa. Este enfoque pragmático evita guerras prolongadas, un paralelo con la visión de Kennan de aplicar «fuerza contraria» sin confrontación abierta.
No obstante, la «contención trumpiana» diverge de Kennan en su rechazo al multilateralismo. Mientras la estrategia original se apoyó en alianzas como la OTAN y el Plan Marshall, Trump ha criticado a socios tradicionales (UE, Japón) y abandonado acuerdos como el TPP, debilitando la cohesión occidental que fue clave en la Guerra Fría. Su estilo personalista y su búsqueda de resultados rápidos contrastan con la paciencia estratégica de Kennan, generando inconsistencias, como su relación fluctuante con Rusia o el estancamiento con Corea del Norte tras cumbres iniciales.
Pros y contras de esta contención dual
La contención en el siglo XXI, incluida su variante bajo Trump, ofrece ventajas claras. Evita conflictos directos con potencias nucleares como Rusia o China, preservando la estabilidad global, y ha logrado éxitos parciales, como debilitar económicamente a Irán o forzar concesiones comerciales a China. En el caso de Trump, su enfoque refuerza la soberanía económica de EE.UU., repatriando empleos y protegiendo industrias frente a competidores extranjeros, un eco del énfasis de Kennan en una base económica sólida.
Sin embargo, los contras son significativos. La contención moderna genera costos colaterales: sanciones a Venezuela han agravado crisis humanitarias sin derrocar a Maduro, y la guerra comercial con China ha elevado precios para los consumidores estadounidenses. La unilateralidad de Trump, al erosionar alianzas, contrasta con la visión de Kennan de un frente unido, mientras que la presión indiscriminada ha unido a Rusia, China e Irán en un eje antioccidental, un resultado paradójico. Además, en un mundo globalizado, las medidas de contención afectan a los propios aplicadores, como la dependencia europea del gas ruso o la interconexión tecnológica con China, revelando los límites de esta estrategia sin una diplomacia complementaria.
La política de Trump como contención moderna
- China: Trump identificó a China como el principal rival estratégico de EE.UU., lanzando una guerra comercial en 2018 con aranceles sobre cientos de miles de millones de dólares en bienes chinos. Además, restringió empresas como Huawei y TikTok, argumentando riesgos de seguridad nacional. Esto refleja una contención económica y tecnológica destinada a frenar el ascenso de Pekín, similar a cómo Kennan buscaba limitar la expansión soviética.
- Irán: Con su política de «máxima presión», Trump abandonó el acuerdo nuclear (JCPOA) en 2018 y reimpuso sanciones devastadoras para colapsar la economía iraní y reducir su influencia regional. Este aislamiento económico y diplomático recuerda la estrategia de contención al intentar debilitar a un adversario sin recurrir a la guerra abierta.
- Rusia: Aunque Trump mantuvo una relación ambigua con Vladimir Putin, su administración impuso sanciones por la interferencia electoral de 2016 y la agresión en Ucrania, además de fortalecer la presencia militar en Europa del Este mediante la OTAN. Esto sugiere un intento de contener la influencia rusa, aunque menos consistente que con otros adversarios.
- Venezuela: Las sanciones al régimen de Nicolás Maduro, enfocadas en el sector petrolero, buscaron aislarlo económicamente y forzar un cambio político, un ejemplo de contención regional para contrarrestar un gobierno socialista aliado de Rusia y China.
Pros de la «contención trumpiana»
- Disuasión sin guerra directa: Al igual que Kennan, Trump evitó conflictos armados masivos, priorizando herramientas como sanciones y aranceles. Esto mantuvo a EE.UU. fuera de nuevas guerras prolongadas, un contraste con las intervenciones de administraciones previas (ej. Irak, Afganistán).
- Fortalecimiento económico interno: Su enfoque en repatriar empleos y proteger la industria estadounidense frente a China resonó con el espíritu de contención al preservar la base económica de la supremacía occidental, un aspecto que Kennan consideraba crucial.
- Presión efectiva en casos específicos: Las sanciones a Irán redujeron sus exportaciones de petróleo en más del 90% entre 2018 y 2020, limitando su capacidad de financiar proxies regionales, mientras que la guerra comercial con China obligó a Pekín a negociar acuerdos parciales.
Contras de la «contención trumpiana»
- Falta de cohesión estratégica: A diferencia de la contención de Kennan, que se apoyó en alianzas como la OTAN y el Plan Marshall, Trump debilitó la cooperación multilateral al criticar a aliados (ej. la UE, Japón) y retirarse de acuerdos como el TPP. Esto erosionó la unidad occidental, un pilar clave del éxito contra la URSS.
- Efectos colaterales económicos: Los aranceles a China elevaron costos para consumidores y empresas estadounidenses, mientras que las sanciones a Venezuela empeoraron la crisis humanitaria sin derrocar a Maduro, mostrando los límites de una contención unilateral.
- Inconsistencia y personalismo: La relación ambivalente con Rusia y la dependencia de Trump en su estilo negociador improvisado contrastan con la visión sistemática de Kennan, generando confusión entre aliados y adversaries. Por ejemplo, su acercamiento a Corea del Norte no logró avances concretos tras cumbres iniciales.
- Fortalecimiento de bloques rivales: La presión sobre China e Irán los acercó a Rusia, formando un eje antioccidental que Kennan habría intentado evitar mediante una diplomacia más matizada.
Reflexión final
La política de contención sigue siendo relevante en el siglo XXI, adaptándose a enemigos como Rusia, China, Venezuela e Irán, y encontrando en Trump una interpretación agresiva pero desestructurada. Mientras Kennan abogó por un enfoque sistemático y colectivo, Trump lo ha moldeado a su visión nacionalista, logrando disuasión sin guerra, pero sacrificando cohesión y generando riesgos a largo plazo. En marzo de 2025, con Trump de nuevo al mando, la contención podría intensificarse, especialmente contra China e Irán, pero su éxito dependerá de equilibrar presión con alianzas, una lección del pasado que el presente aún no ha plenamente asimilado. En un mundo multipolar, la contención exige más flexibilidad que nunca para no alimentar, irónicamente, la fortaleza de sus propios adversarios.