Antes señalado, cada vez es menos circunstancial el masivo desplazamiento y establecimiento de los venezolanos en el exterior. La esperada y también desesperada supervivencia personal coloca la noción, unidad e identidad de la familia y del gentilicio mismo, en un muy severo y quizá inadvertido peligro.
Necesario discernimiento, la sola superación de las causas que inmediatamente produjeron el fenómeno y el consiguiente e impreciso período de reconstrucción nacional que advendrá, no significará el regreso de toda la paisanidad y, al mismo tiempo, la recuperación automática de los niveles de vida ostentados al finalizar el siglo pasado. Quizá, la mayor constatación que podríamos hacer es la de una importante derrota de la mentalidad ta´baratista que se hizo fórmula política, a favor de una cultura convincente, palpable y sonante de la libertad, el trabajo, la disciplina y la solidaridad de una paz eficaz y fundada en la dignidad de la persona humana.
El reto fundamental es el de recuperar el sentido de comunidad ciudadana de los coterráneos que, volviendo o no a residir en nuestro país, mejorarán aún más su nexo vital con la buena tradición común que simultáneamente nos hará universales. Consabido, por distintas y fuertes razones, asistimos a la continua y forzada exportación de un calificado capital humano, no sólo por su formación académica y experiencia laboral acumulada, sino por las juventudes deseosas de oportunidades, aunque castigadas por las políticas de la llamada secutirización y, asimismo, por una diferenciación o estratificación social entre los venezolanos mismos que responde a un esquema acá liquidado.
Reafirmemos la venezolanidad a través de una impecable conducta cívica, organizados socialmente más allá de las fronteras y de las remesas que explican el exilio (in)voluntario, frente a los más hirientes e interesados estereotipos en boga. Porque – además – debemos retribuir a los países que nos han dado acogida, seamos portadores de la solidaridad y el desprendimiento, la resiliencia integradora, el desempeño honesto y leal, el profesionalismo y la integridad laboral, el compromiso y la participación desprejuiciadamente política respecto a una Venezuela que la espera y necesita a pesar de las distancias geográficas y en medio de las inevitables cercanías emocionales.
¿Cómo y en qué medida nuestra diáspora va desvenezolanizándose?, ¿por qué no multiplicar y estabilizar las entidades que breguen desde el justo estatus migratorio hasta el logro de las indispensables alternativas recreacionales?, ¿cuál influencia a alcanzar en la opinión pública y el impulso de la denominada diplomacia humanitaria?, ¿qué responsabilidad cabe a la élite política y la de los líderes de opinión que se vieron realmente forzados a huir del país?; o, peor, ¿se puede hablar de un futuro demográfico para Venezuela? Preocupados, son algunas de las preguntas que nos hacemos interminablemente.
Luis Barragán