El nefasto y criminal régimen de Nicolás Maduro y sus cómplices está empeñado en sembrar en el corazón de Venezuela, una sombra que esconda la esperanza de un futuro libre y justo.
Miles de personas, atrapadas en las frías celdas de la tiranía o separados de sus seres queridos en improvisados refugios o delegaciones diplomáticas, languidecen por sus ideas, por su valentía en alzar la voz contra la injusticia.
Estos presos, perseguidos y asilados políticos, héroes de nuestra época, son ejemplos de resistencia frente a un sistema que se aferra al poder a cualquier costo.
A sangre y fuego como denuncia insistentemente la líder de los venezolanos María Corina Machado.
La presión interna y externa se intensifica, con líderes de todo el mundo clamando por la liberación de estos valientes.
Organizaciones de derechos humanos, gobiernos y ciudadanos solidarios unen sus voces, creando un eco inquebrantable que resuena tanto en las noches solitarias de las cárceles, los refugios y las embajadas, como en las plazas llenas de esperanza.
La comunidad internacional no puede permanecer indiferente ante la represión y las violaciones sistemáticas de los derechos humanos con los que se trata de perpetuar en nuestro país, un régimen que se niega a comprender que colapsó y que su tiempo se acabó.
El llamado es claro: es hora de que Maduro escuche. No te quieren. Fuiste derrotado de manera aplastante. Te has convertido en un paria.
Es momento de cesar la represión y reconocer la dignidad de cada individuo, la fuerza de cada reclamo por libertad.
La liberación de los presos políticos no solo es un acto de justicia, sino un paso esencial hacia la reconciliación y la paz en Venezuela.
El sufrimiento de estos hombres y mujeres valientes no puede ser en vano.
Cada día que pasan tras las rejas y fuera de sus hogares es un recordatorio de la lucha continua por la democracia y el respeto a los derechos humanos.
Desde esta trinchera de dolor, muchos aún sueñan con un país donde la libertad no sea un lujo, sino un derecho fundamental.
La presión, tanto interna como externa, no debe cesar.
Todos tenemos un papel que jugar en este llamado a la justicia.
La historia de Venezuela se está escribiendo ahora, y cada uno de nosotros puede ser un capítulo en la lucha hacia un mañana donde todos puedan vivir sin miedo.
Alzamos la voz por los que no pueden, y juntos, forjamos un camino hacia la libertad.