Por Juan Lozano
La inmensidad de su lucha, su coraje, su arrojo, su valentía, su fortaleza, su contundencia, su perseverancia, su verticalidad, su entereza, su temple, su inteligencia, su determinación, su nobleza, en fin.
María Corina se ganó unas elecciones y se las robaron. Ella desafió el poder brutal de una dictadura y los derrotó en el corazón del pueblo que repudió al dictador, pero que permanece aferrado al poder de manera fraudulenta y perversa. Nunca mostraron las tales actas.
Recuerdo, hace más de una década, cuando fue brutalmente golpeada y su nariz fracturada por oponerse a los abusos del régimen. En ese momento, vino a Colombia para denunciar lo que estaba pasando en Venezuela y lo que podría ocurrir a futuro y siendo yo senador de la República, junto con mi colega y semipaisano tolimense Juan Mario Laserna (q. e. p. d.) nos propusimos abrirle un espacio en la plenaria del Senado.
Para nuestra sorpresa, fue una lucha titánica, pues aunque la inmensa mayoría de senadores estaba de acuerdo en escuchar a María Corina, el gobierno de Juan Manuel Santos estaba hipotecado al régimen venezolano y trató de impedirlo. Los derrotamos tras un enorme esfuerzo y el Senado escuchó a María Corina.
Santos había declarado, para sorpresa del país, que su nuevo mejor amigo era Hugo Chávez, quien le contestó en reciprocidad el amoroso mensaje apoyándolo además en el proceso de paz con las Farc, cuya cúpula estaba mimada y protegida por el régimen venezolano mientras cometían toda clase de actos atroces contra el pueblo colombiano.
Desde entonces, María Corina advertía que la paz integral de Colombia no sería posible sin democracia en Venezuela. Y tenía razón.
Nadie en Colombia para bien de los colombianos ha librado una lucha más heroica, titánica y desigual contra un régimen que ha tolerado y protegido al terrorismo que escampa en Venezuela.
La condición del Eln de aliado del régimen de Maduro, el cartel de los soles, el amparo para los cabecillas de siniestras organizaciones terroristas de Colombia y del mundo, las rutas del narcotráfico que aportan miles de millones para profundizar el conflicto en Colombia, el abrigo para los recursos criminales de la minería ilegal… todo eso y muchas más entre las tragedias incubadas en Venezuela que afectan a Colombia, ha denunciado María Corina arriesgando su integridad, su familia, su tranquilidad y su vida.
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Los vasos comunicantes con Colombia son múltiples y explícitos.
La lucha de María Corina no se agota en las fronteras de Venezuela. Se extiende y proyecta a Colombia de manera inequívoca.
Por eso produce tanto dolor de patria que se legitime el robo de unas elecciones por parte de quienes aquí dicen amar y defender la voluntad popular.
Por eso sorprende tanto que quienes en Colombia son hijos políticos de la indignación que les produjo un supuesto fraude electoral, patrocinen hoy el fraude electoral en Venezuela.
María Corina nos pone de presente lo que le puede pasar a un país si empieza a tolerar pequeñas infracciones a la democracia que luego se convierten en grandes vulneraciones a la voluntad ciudadana.
Lo que está a punto de suceder el 10 de enero en Venezuela, tolerado y acompañado por un representante del Gobierno de Colombia, nos debería servir para despertar de este letargo de vanidades paralizantes que se ha apoderado de la democracia colombiana, que aún tiene tanto por defender, proteger, restaurar y conquistar.
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¡Donde quiera que te encuentres, adelante, María Corina; que el Dios de los cielos te proteja y que sigas defendiendo la democracia en Venezuela, en Colombia, en América y en el mundo. Con tu ejemplo de compromiso y lucha que inspira a millones, en Colombia todavía podemos sacar adelante a nuestro maravilloso país!
Abogado y político colombiano. Se desempeñó como Alto Consejero Presidencial (2002-2006), Ministro de Ambiente (2006 – 2009) y Senador de la República (2010 – 2014). Actualmente es consejero de medios de la OAL.