Elliott Abrams tiene una amplia carrera diplomática desde el gobierno de Ronald Reagan hasta el reciente de Donald Trump. Funcionó como el representante especial para Venezuela de 2019 a 2021. Sobre la base de esta última experiencia ha escrito un revelador artículo sobre las lecciones que derivan del fracaso en promover la democracia en Venezuela. Se pregunta por qué los esfuerzos de Estados Unidos fallaron.
La lectura del artículo es indispensable. Es una feroz autocrítica aunque no se asume explícitamente como tal. Uno de los estrategas fundamentales en la política hacia Venezuela confiesa sin ambages el fracaso –su fracaso–; pero, lo más importante, es que de su lectura se derivan lecciones para quien quiera replantearse el tema de la libertad en el país. Traduzco libremente los diez acápites.
“El soporte externo puede permitir que un régimen débil e impopular pueda sobrevivir”. Aquí se refiere al apoyo de Cuba, Rusia, China, Irán y otras autocracias. Lo que quiere decir que pensar que a esa coalición internacional se le podía derrotar sin una fuerza superior fue un terrible y costoso error.
“Las sanciones económicas amplias que no afecten directamente a las élites gobernantes no cambiarán su conducta”. Abrams dice que se pusieron sanciones a las exportaciones pero los jefes del régimen pueden moverse libremente en América Latina y Europa, así como su dinero; sus familias viven en el esplendor con los dineros mal habidos. Es verdad, pero hay que recordar que ha habido sanciones individuales amplias por parte de Estados Unidos no acompañadas en la misma medida por la mayoría de los países, lo cual quiere decir que no se ha construido una estrategia común.
“La población en general debe ver claramente cómo se beneficiará del cambio político”. Cuando Abrams explica las causas que según él determinan esa falta de claridad, establece por primera vez la responsabilidad de la oposición en no haber mostrado a la sociedad la conveniencia de cambiar de régimen para obtener prosperidad. Tampoco se dio publicidad a los planes del Departamento de Estado y del Tesoro para proporcionar dinero en efectivo a la familia venezolana. Aquí carga contra la oposición que debía haber hecho esto, aquella que se relacionaba con el propio Abrams, y también critica a los organismos de su gobierno. Obsérvese que se refiere “al cambio de régimen”, no a la convivencia con este. Pero, ¿era esa la política que promovía el enviado especial?, ¿la del “cambio de régimen”?
“Los líderes del régimen deben ver una salida en la que puedan sobrevivir o rechazarán el cambio”. Esta es la tesis según la cual al “enemigo que huye, puente de plata”. Lo cual es razonable, salvo que Abrams se equivoca y ha sido una de las catástrofes conceptuales de su estrategia, que es suponer que los jefes del régimen no se han ido o no se van porque no se les ha ofrecido suficiente plata o placenteros lugares donde estar. Esto es cierto para cargamaletines, torturadores, testaferros y perros de presa, pero no para quienes asumen su papel en clave de Fidel Castro: ideológicos, cerreros y suicidas. Patria o muerte en su visión escarlata no es siempre un eslogan para la galería.
“Los líderes militares deben ver un futuro tanto para ellos como para su institución”. Esta idea es la madre de la mamarrachada del 30 de abril, cuando se esperaba que Padrino López iba a encabezar el cambio. No se entiende que el futuro de los jefes militares es su presente y su pasado. Además, cómo se les dice a los rangos inferiores –coroneles, comandantes, mayores, capitanes, tenientes– que sus jefes, los que a la vista de ellos cometieron tropelías, crímenes de lesa humanidad, robos al por mayor, van a “ver un futuro” y van a seguir siendo los jefes de quienes los han resistido. Tal vez el error mayor es suponer que existe una institución militar y no los escombros de lo que fue, destruida a ciencia y paciencia para imponer el dominio de la mafia.
“Las naciones democráticas deben estar unidas en su enfoque, o el régimen utilizará las divisiones para debilitar a la oposición”. Aquí es un poema lo que dice el autor: “El alto representante de la UE trabajó en ocasiones en contra de Estados Unidos, siguiendo un camino diferente y trabajando con líderes de la oposición que no formaban parte del principal grupo de oposición. Cada una de esas diferencias es una bendición para el régimen, ya que le permite dividir aún más a la oposición y crear confusión”. Una cosa es la terrible participación del alto representante y otra cosa es lo que define Mr. Abrams como el “principal grupo de la oposición”, concepto que los llevó a casarse con el G4, cuya hecatombe ya se perfilaba, se le dijo y no tomaron en cuenta la diversidad opositora; diversidad que no es producto del artero propósito de Borrell sino de las diferentes visiones que existen dentro de las fuerzas democráticas y que él –Abrams– no quiso reconocer.
“Estados Unidos y otras democracias no pudieron proteger a los líderes democráticos en Venezuela”. Enteramente cierto. La pregunta es por qué ocurrió este desastre. Por qué los militares que salieron el 23 de febrero de 2019 andan abandonados, por qué les niegan visas a Estados Unidos a muchos de los luchadores que las necesitan, por qué no hay un fondo de verdad para atender a familias de héroes sumergidos en cárceles o en el exilio. You tell me, Mr. Abrams.
“Estados Unidos y otras democracias deberían apoyar las negociaciones con el régimen si la oposición democrática las quiere”. Sin duda. Pero, vemos las cosas de diferente modo. Es obvio que Estados Unidos ha tenido una influencia decisiva en Guaidó y el G4, hay razones para preguntarse por qué no ha adoptado una posición firme cuando ha advertido que Borrell y otros, que considera trabajan “en contra de Estados Unidos”, son los que promueven esas negociaciones. Más aún, aquí hay un evidente y nada inocente desconocimiento de que hay otros sectores de la oposición a quienes Abrams ha despreciado públicamente. ¿No habría sido útil escucharlos?
“Un apoyo serio a la oposición debería incluir apoyo financiero, pero la oposición se debilita si se convierte en una burocracia y posee menos apoyo de la sociedad”. Usted ha dado en el clavo Mr. Abrams: se requiere apoyo; pero, no se debe permitir la construcción de una burocracia inútil. Tal cual. La clave es una sola: accountability, rendición de cuentas, transparencia, control. Usted sabe lo que ha pasado: mucho monómeros y pocas nueces.
“Las amenazas de acción militar pueden inquietar a los partidarios del régimen, pero también pueden debilitar a la oposición”. Cito al autor en extenso: “Estados Unidos dijo en repetidas ocasiones que ‘todas las opciones están sobre la mesa’ con respecto a la acción militar contra el régimen de Maduro, y en principio lo estaban. La repetición de la amenaza tenía la intención de inquietar a los partidarios del régimen y hacerlos pensar dos veces antes de que el régimen sobreviviera. Las referencias a las intervenciones de Estados Unidos en Panamá y Granada estaban destinadas a mostrar que la democracia prevalecería y el régimen, al final, sería derrocado de una forma u otra. Pero tales declaraciones también pueden dar falsas esperanzas a los ciudadanos de que no necesitan luchar contra el régimen porque un final deus ex machina resolverá los problemas del país. Si no hay ninguna intención de usar la fuerza militar, nunca se deben hacer las amenazas”.
En el anterior párrafo se expresa una contradicción que se volvió una política bifronte: si en principio la acción militar existía y luego se deja ver que tal vez no había esa intención, se abandona en la penumbra cuál era la política verdadera. Dicho lo cual, Abrams –veterano de varias guerras– sabe que la acción militar no es necesariamente una invasión sino la construcción de una fuerza capaz de disuadir y obligar al enemigo. Fue la ambigüedad de su política la que abrió las incertidumbres.
Me parece un avance importante la visión crítica de Elliott Abrams porque abre el camino para que se reformule la política de Estados Unidos hacia Venezuela, cosa que hasta ahora no ha ocurrido. Tal vez sería un gesto de humildad que reconociera que estaba equivocado cuando hizo sarcasmos sobre “el realismo mágico de María Corina Machado” cuando reclamaba la construcción de una amenaza creíble. Es posible que haber despreciado, como hizo, ese y otros puntos de vista, lo condujera a articular una política que ahora reconoce como fallida.
De todas maneras, Elliott, el mundo es ancho y ajeno. Let’s talk. It would be nice.