Vivir en un contexto de crisis, como el que atraviesa Venezuela, puede ser abrumador. La inestabilidad política, la incertidumbre económica y las dificultades sociales generan un entorno que, para muchos, parece insostenible. Sin embargo, es precisamente en estos momentos donde conceptos como la paciencia estratégica y la fe en que las cosas saldrán bien adquieren un significado profundo y transformador. Además, la psicología y la neurociencia moderna nos ofrecen herramientas para entender cómo podemos fortalecer nuestra mente y nuestro espíritu en medio de la adversidad.
La incertidumbre es, por naturaleza, desconcertante. Nos saca de nuestra zona de confort y nos enfrenta a preguntas difíciles: ¿Qué pasará mañana? ¿Cómo saldré adelante? ¿Tiene sentido seguir luchando? En Venezuela, estas preguntas resuenan con especial fuerza. Sin embargo, como bien señalas, la diferencia entre nuestra mejor versión y nuestra peor versión no está en las circunstancias, sino en la actitud que elegimos adoptar ante ellas.
Estudios recientes en psicología positiva, como los de Martin Seligman, han demostrado que la resiliencia no es una cualidad innata, sino una habilidad que puede desarrollarse. Seligman habla del optimismo aprendido, que es la capacidad de interpretar las adversidades como temporales y superables, en lugar de permanentes e insuperables. Este enfoque se alinea perfectamente con la idea de la paciencia estratégica: no se trata de negar la realidad, sino de creer que, con esfuerzo y tiempo, las cosas pueden mejorar.
Desde el campo de la neurociencia, se ha descubierto que el cerebro tiene una capacidad asombrosa para adaptarse y cambiar, incluso en situaciones extremas. Este fenómeno se conoce como neuroplasticidad. Investigaciones recientes, como las del neurocientífico Richard Davidson, han demostrado que prácticas como la meditación, la visualización positiva y el establecimiento de metas pueden literalmente «reconfigurar» nuestro cerebro, fortaleciendo las áreas asociadas con la regulación emocional, la toma de decisiones y la perseverancia.
En el contexto venezolano, esto significa que, a pesar de la adversidad, podemos entrenar nuestra mente para mantener la calma, enfocarnos en soluciones y perseverar. Como dices, «sólo con pensar que lo voy a conseguir», esta afirmación no es solo motivadora, sino que activa circuitos cerebrales que nos preparan para el éxito. La neuroplasticidad nos recuerda que, incluso en medio de la crisis, tenemos el poder de moldear nuestra mente y nuestra respuesta ante los desafíos.
En un entorno tan volátil como el venezolano, mantener la fe en que las cosas saldrán bien puede parecer una tarea titánica. Sin embargo, esta fe no es un acto de ingenuidad, sino una decisión consciente. Es la creencia de que, a pesar de las dificultades, somos capaces de encontrar soluciones, de adaptarnos y de seguir adelante.
La psicología ha estudiado el papel de la fe y la esperanza en la resiliencia. Según el psicólogo Charles Snyder, creador de la teoría de la esperanza, las personas que mantienen una visión positiva del futuro tienen más probabilidades de alcanzar sus metas, incluso en condiciones adversas. Snyder identifica tres componentes clave: metas claras, estrategias para alcanzarlas y motivación para seguir adelante. Estos elementos encajan perfectamente con la idea de tener un proyecto de vida y un plan, como mencionas en tu texto.
En medio de la crisis, tener un proyecto de vida se convierte en una herramienta esencial. Este proyecto no tiene que ser grandioso ni perfecto; puede ser tan simple como terminar una carrera, aprender un oficio, emprender un negocio o simplemente mantener unida a la familia. Lo importante es que este proyecto actúe como una brújula que nos guíe, incluso cuando el entorno parece desmoronarse.
La neurociencia respalda esta idea. Estudios han demostrado que establecer metas activa el sistema de recompensa cerebral, liberando dopamina, un neurotransmisor asociado con la motivación y el placer. Esto significa que, al tener un proyecto de vida, no solo nos damos una dirección, sino que también generamos una fuente interna de motivación que nos ayuda a seguir adelante, incluso en los momentos más difíciles.
En Venezuela, la paciencia estratégica adquiere un matiz adicional: se convierte en un acto de resistencia. Resistir no significa simplemente aguantar, sino mantener la esperanza y la acción constante, incluso cuando las circunstancias parecen insuperables. Es entender que, aunque el camino sea largo y lleno de obstáculos, cada esfuerzo cuenta.
La psicología ha estudiado el concepto de tolerancia a la frustración, que es la capacidad de manejar la incomodidad y la incertidumbre sin desmoronarse. Según el psicólogo Albert Ellis, desarrollar esta tolerancia es clave para mantener la salud mental en situaciones adversas. La paciencia estratégica, entonces, no es solo esperar, sino aprender a manejar la frustración y seguir avanzando, paso a paso.
En un contexto como el de Venezuela, mantener la fe en que las cosas saldrán bien es un acto de valentía. No es una fe ciega, sino una confianza basada en la acción constante, en la paciencia estratégica y en la creencia de que, a pesar de las dificultades, somos capaces de salir adelante.
La ciencia respalda esta idea. La psicología y la neurociencia nos muestran que, incluso en las condiciones más adversas, podemos fortalecer nuestra mente, desarrollar resiliencia y mantener la esperanza. Con voluntad, orden, constancia y un proyecto de vida claro, podemos transformar la incertidumbre en una oportunidad para crecer, aprender y construir un futuro mejor.
Así que, en medio de la tormenta, recuerda: tú eres capaz de lograrlo. La paciencia estratégica y la fe en que las cosas saldrán bien no son solo palabras, sino herramientas poderosas respaldadas por la ciencia, que te ayudarán a navegar estos tiempos difíciles y a alcanzar tu mejor versión
Vamos por mas …
@jgerbasi