Por Roberto Álvarez Quiñones
Las personas que eran hambreadas y tratadas como animales por déspotas sádicos como Calígula en Roma, Iván el Terrible en Rusia, Vlad Dracul «El Empalador» (príncipe de Valaquia, sur de Rumanía) o Enrique VIII de Inglaterra, tenían un anhelo común: que el monarca muriese, a ver si su sucesor no era «tan malo» y a ellos les iba mejor.
No solo no les importaba a dichos sátrapas que tanta gente deseara su desaparición física, sino que disfrutaban de su crueldad. Pues bien, no exagero si afirmo que, salvando el tipo o grado de crueldad, algo parecido ocurre hoy en Cuba.
En la Isla hoy la mayoría de la población tiene dos grandes deseos: emigrar, o que desaparezca de escena el dictador vitalicio, Raúl Castro, ya sea por una rebelión militar, o porque al fin sean depositados sus restos en el mausoleo que él, cual faraón, ordenó construir para sí mismo en la Sierra Cristal.
Porque, digan lo que digan sobre la salud del nonagenario ¿general?, este no parece estar decrépito, ni muy enfermo o «apagado», como a veces se rumora. Lo concreto es que sigue siendo el imperante en la dinastía que lleva su apellido.
Déspota por «derecho propio», la dictadura lleva su apellido
Hablamos de castrismo y él es Castro, dictador por «derecho propio», quien toma las decisiones más importantes del Gobierno y el Partido Comunista. Miguel Díaz-Canel no decide nada de importancia si antes no lo aprueba el jefe máximo, ¿no?
Por tanto, la principal responsabilidad, con mucho, por la tragedia actual en Cuba es de Raúl Modesto Castro Ruz. Y punto. Él se opone más a rajatabla que nadie a cualquier cambio estructural que signifique siquiera un alivio para la vida miserable del pueblo. No permite aplicar el modelo del Partido Comunista de China, o el de Vietnam, donde al menos la gente no pasa hambre y no tiene apagones de 20 horas diarias.
Y todo indica que a él igualmente le importa un pito que el pueblo desee su desaparición de la faz de la Tierra. Al contrario, Castro II aspira a celebrar en el poder su cumpleaños 94 y convertirse en el déspota más longevo de la historia. Quiere destronar al dictador Deng Xiaoping, quien luego de «retirado» siguió siendo el número uno en China hasta su muerte a los 93 años, en 1997.
Bueno, en verdad Castro II es ya un recordista global. Es el único gobernante no monárquico en la historia mundial que ha estado en el poder durante 65 años. Primero como vicejefe oficial del régimen (vicedictador), desde 1959 hasta 2006. Luego como presidente formal de Cuba, y hoy es el dictador de facto con el título oficial de «líder histórico de la revolución», por la cual, por cierto, no hizo tanto como dice la propaganda.
Mediocre, pero implacable
De sus características personales: para empezar, estamos hablando de un hombre mediocre, limitado intelectualmente (fue expulsado del Colegio de Belén porque no aprobaba las asignaturas). Pero no es nada tonto y sabe que el sistema comunista «no funciona», como lo admitió su hermano hace 13 años. Es consciente de que el castrismo solo se mantiene por la fuerza, a palos, y sin dar ya ni zanahorias.
No se sabe si es consciente, o no, de su mediocridad, pero Castro II no se percibe a sí mismo como un ser superior, un «iluminado» infalible, adorado por los seres inferiores (las «masas»), como se veía a sí mismo el ególatra psicópata de su hermano Fidel. Es un hombre inseguro de sí mismo. Nunca brilló con luz propia y, si no hubiera sido por su hermano, hoy no lo conocería nadie.
Castro II no es un narcisista. No tiene carisma ni facilidad de palabra. Es inculto, taimado, le gusta operar en la sombra, sin dar la cara. Y está más en contacto con la realidad que su «sublimado» hermano. Sabe muy bien que hace daño al pueblo, pero no le importa. En fin, es un sociópata (que viola los derechos de los demás sin remordimiento alguno).
Tal y como sus ancestros tiránicos mencionados, este sátrapa del siglo XXI no es nada valiente. No combatió durante el ataque al cuartel Moncada, y apenas después en las montañas. Nunca se ganó el grado de comandante y mucho menos las cuatro estrellas de general que exhibe en sus charreteras.
Ya en el poder, hay testigos de los grandes disgustos de Fidel con su hermano menor porque en momentos difíciles desaparecía y se refugiaba en el alcohol. Y como ya he dicho en ocasiones anteriores, también testigos que no dieron sus nombres revelaron que el comandante Ramiro Valdés en 1958, siendo segundo jefe de la columna invasora del Che Guevara en Las Villas, comentó que Raúl «es un pendejo».
Militarizó el país y pasó la economía a una mafia de las FAR
Esas y otras «cualidades» explican por qué desde que en 2006 asumió las riendas del Estado al enfermarse su hermano, fue destituyendo a los jefes militares y civiles nombrados por Fidel. Por su inseguridad personal y temor a ser «traicionado», destituyó a jefes militares y civiles nombrados por Fidel, y colocó a cúmbilas de su íntima confianza. Militarizó más la vida nacional, incluyendo la economía que genera divisas, y opera las finanzas y el comercio exterior.
Se conformó así la cofradía militar corporativa, capitalista y transnacional, llamada Grupo de Administración Empresarial, SA (GAESA) de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
Esa cosa nostra raulista es hoy dueña de facto de casi tres cuartas partes de la economía nacional. Controla el 95% de las divisas que entran en la Isla, y todo el sistema financiero, pues obliga a los organismos estatales a depositar sus divisas en el Banco Financiero Internacional, de GAESA.
Y no rinde cuentas a nadie en absoluto. No es auditada por el Gobierno, ni por el Partido Comunista. De los millonarios ingresos y ganancias que capta, sin declarar ni un solo dólar, no pocos vuelan hacia cuentas bancarias personales a nombre de testaferros en paraísos fiscales (exención total o muy reducida del pago de impuestos) allende los mares.
Esa mafia anticubana invierte 15 veces más dinero en construir hoteles que en la agricultura, pese a que la ocupación de habitación de los hoteles apenas llega al 25%, pues lo hace sobre todo para lavar dinero sucio del narcotráfico y otras triquiñuelas ilícitas.
En 2023 el país, controlado por esos militares y Castro II, destinó 126 millones de dólares a la importación desde EEUU de automóviles Mercedes Benz, Tesla, BMW, Land Rover, Cadillac, Nissan, Toyota, Ford y Chevrolet, y dedicó solo 2,2 millones a la compra de tractores para producir alimentos. Invirtieron 56 veces menos dinero en la agricultura.
Doy abundante información sobre GAESA porque revela la maldad de su jefe, Castro II. Además, esos millonarios raulistas son quienes financian y dirigen la maquinaria represiva que siembra el terror en las calles y encarcela a quienes protestan por cualquier cosa, hasta por padecer hambre, apagones, o falta de agua.
Como Calígula, y Vlad Dracul, Castro II disfruta de sus canalladas
Y muy importante, si algo muestra que es Castro II el número uno en Cuba es que por estar él aún vivo y activo los militares no ha podido concretar su plan de «transición», o sea, mutar del castrismo ortodoxo a un neocastrismo «liberal» con más espacio al sector privado para que la población al menos no pase hambre, y no proteste, y presionar para que Washington levante el embargo y tener acceso a la banca occidental.
Pretenden un híbrido de capitalismo de «baja intensidad» (controlado por ellos) con rasgos chinos, rusos y fascistas, acogotado por una autocracia militar represiva, pero «diferente».
Pero ni eso permite Castro II. Quiere con hambre y extrema pobreza la gente dependa más de «la revolución» y no se independice de ella. Eso es lo que cuenta para el dictador, y se opone criminalmente a aflojar la mano y liberar un poco las fuerzas productivas, pues eso podría erosionarle el piso al poder político dictatorial.
En resumen, Raúl Castro es la antítesis extrema de una buena persona. Es un déspota de muy fría crueldad, un sociópata anticubano en grado sumo. Y lo peor, como Calígula, o Vlad Dracul, disfruta de su crueldad, y de sus canalladas.