La felicidad es un concepto vasto y multifacético, tan personal y subjetivo como las personas que la experimentan. Para algunos, la felicidad se encuentra en alcanzar metas tangibles como el éxito profesional, la estabilidad financiera o el reconocimiento. Para otros, radica en los momentos simples y cotidianos: una taza de café en la mañana, una conversación sincera con un amigo, un paseo al atardecer.
Independientemente de cómo cada uno defina la felicidad, una cosa es clara: perder tiempo en peleas absurdas nos aleja de ella. Estas discusiones, ya sean entre esposos, hijos o amigos, a menudo tienen justificaciones como el cansancio o el estrés. Sin embargo, al final del día, nos roban la paz y nos distraen de lo que realmente importa: la unión y el amor por nuestros seres queridos.
Es natural que, en la convivencia diaria, se acumulen errores y malentendidos. Nadie es perfecto, y todos cometemos errores. Pero debemos recordar que la verdadera importancia radica en la unidad y el amor por aquellos que nos rodean. No podemos permitir que el pasado se convierta en un sofá en el que nos quedamos atrapados, rumiando viejas heridas y resentimientos. En su lugar, el pasado debe ser un trampolín, un impulso que nos permita aprender y crecer.
Como dijo Charles Chaplin: «Nunca te olvides de sonreír, porque el día que no sonrías, será un día perdido.» Y a eso añadiría: Nunca te olvides de sonreír, porque el día que no sonrías junto a los seres que amas, será un día perdido.
Haz solo lo que amas y serás feliz. Y el que hace lo que ama, está benditamente condenado al éxito, que llegará cuando deba llegar, porque lo que debe ser será y llegará naturalmente.
Es cierto que dar mucho y recibir poco puede cansar, pero ¿quién dijo que lograr lo bueno no cansa? Lo que se logra sin esfuerzo, y por ende sin cansancio, no tiene sentido y está vacío. Las verdaderas recompensas vienen del esfuerzo, la dedicación y el amor que ponemos en nuestras acciones.
En lugar de perder tiempo en discusiones sin sentido, enfoquémonos en fortalecer los lazos que nos unen. La comunicación abierta, la empatía y el perdón son fundamentales para mantener relaciones saludables y significativas. Reflexionemos sobre nuestras acciones y decisiones. No permitamos que el orgullo y el rencor nos alejen de la verdadera felicidad.
La felicidad se cultiva en esos pequeños gestos de amor y comprensión, en la capacidad de dejar ir el orgullo y abrazar la vulnerabilidad. No podemos usar el pasado como sofá, sino como trampolín para alcanzar un futuro más brillante y lleno de sonrisas compartidas.
Así que, abrazamos la unidad y el amor por nuestros seres queridos. La oportunidad es ahora, y no podemos dejarla pasar.
Vamos por mas…
Jose I Gerbasi
@jgerbasi
