Hoy, mientras celebramos el día de San Juan Pablo II, el alma de Venezuela se estremece con una fe inquebrantable. Al recordarlo, no solo honramos al gigante de nuestro tiempo, sino que sentimos su espíritu guiándonos hacia la luz. Él fue la mayor bendición, el líder que con su sola presencia nos enseñó a mirar más allá de la desesperanza. Lo sentimos Santo, lo amamos, y en su memoria, encontramos la fuerza para el último tramo.
Él nos dejó una verdad eterna, un faro en la oscuridad que hoy se convierte en la clave de nuestra victoria. Recordamos y hacemos carne sus palabras que tocan el fondo del corazón:
“El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa de él vivamente. El amor se siente, no se ve; el amor silencioso es el más fuerte de todos.”
¡Venezuela! Es ese amor silencioso por nuestra tierra y por la justicia, el mismo que nos movilizó en las primarias, el que hoy nos impulsa a conquistar la libertad total. Un amor que no se rinde, que se siente en cada oración y en cada lágrima de quienes anhelan el reencuentro. ¡Este amor es nuestra fuerza!
Vamos por la Venezuela del abrazo que disuelve el dolor! ¡Vamos con lágrimas de alegría y emoción a recibir la libertad que merecemos!, de la mano de Dios y Juan Pablo II!
Vamos por más…
@jgerbasi


