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Es lo que es

Una alianza internacional de cuidado: el Islamismo del sXXI y el Socialismo del sXXI, por Vladimir Petit Medina

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Dos historias. Un desafío grande y una sola posibilidad de reacción que lo une todo.

La primera historia. En una esquina de Queens, un joven musulmán, entonces recién electo en la asamblea estatal de Nueva York, celebraba su victoria con una frase que pasó desapercibida para los medios, pero no para sus estrategas: -Ahora comienza el verdadero trabajo. No se refería a nuevas leyes, limpiar calles ni mejorar viviendas o el transporte. Se refería a algo más profundo: la instalación de una narrativa, la siembra de una cultura, la infiltración de una visión del mundo que no busca convivir, sino sustituir. En la reciente elección en Nueva York, el protagonista de esta historia no solo fue electo alcalde…sino que con su elección se activó el Islamismo del siglo XXI.

La segunda. Una mañana cualquiera, en un mercado de Estambul, un anciano vendedor de alfombras revelaba un secreto sin palabras. Mientras bebía té, mostró dos alfombras casi idénticas. Idéntico diseño, mismo tamaño. Una costaba diez veces más que la otra. -La diferencia, dijo con una sonrisa que le arrugaba el rostro como un mapa antiguo, está en un solo hilo: la más cara tiene un sutil hilo de seda incrustado en su hechura, invisible a simple vista, pero que dota a toda la pieza de luminosidad y resistencia incomparables. Un detalle poderoso, un efecto fenomenal. Es el hilo que unifica todos los detalles pequeños que no se ven a simple vista y garantiza su durabilidad eterna. Así de sutil y potente puede ser un imperceptible cambio en primera instancia.

El desafío: enfrentar el nuevo Eje

El nuevo Eje mundial está integrado por el Islamismo del siglo XXI, en su contexto de izquierda y militante de la lucha contra los infieles y el Socialismo del siglo XXI. Esa alianza responde a una estrategia de supervivencia con ambiciones globales. Al igual que el Socialismo del siglo XXI (SsXXI) de Castro y Lula se articuló tras la caída del muro de Berlín y la URSS, por pura necesidad de mantenerse con vida, este Islamismo del sXXI surge hoy en un contexto de acorralamiento donde se le retrata por sus vínculos con el terrorismo mundial, la sublimación de la mujer y la violación de los derechos humanos. Su supervivencia requiere una nueva narrativa política con vestimenta occidental que lo haga potable.

Las semejanzas de esto que surge en NYC con el SsXXI son escalofriantes. Ambos movimientos comparten el mismo ADN estratégico:

  1. Surgen como supervivencia. El primero tras la derrota del comunismo clásico. El segundo tras el repudio global al extremismo islámico. Ambos entendieron que la única forma de sobrevivir era disfrazarse de democracia o al menos actuar aparentemente como en la democracia…sin dejar de ser de izquierda.
  2. Se activan como contrapeso frente a liderazgos fuertes. El socialismo del siglo XXI quiso erosionar la estela de Juan Pablo II, Thatcher, Reagan y Kohl. El islamismo del siglo XXI pretende hacerle frente -de ladito, pero con intención- a Trump, Meloni, Abascal, Orbán, Bukele, Milei y María Corina Machado. No es coincidencia: es reacción. Luego, el Islamismo del sXXI pretende desestabilizar la emergencia de la nueva derecha global y la victoria en la icónica Nueva York es una estocada al imperio, una bandera clavada en el corazón de su adversario.
  3. Tienen vocación expansionista. El socialismo soñaba con pintar el mapa de América Latina. El islamismo apunta al mundo iniciando por…USA. Hoy ya tienen bandera clavada en Nueva York, pero su próximo objetivo es Europa, donde se multiplican como conejos. Y en el centro de ese tablero está Venezuela.
  4. Sus objetivos de guerra, el de ambos movimientos, son los mismos: USA, Israel y los infieles del mundo, en otras palabras, la civilización occidental judeo-cristiana y por eso el avance de la guerra cultural es para acabar con esos principios.
  5. Su estrategia es la misma: la guerra asimétrica, tal y como la conciben los arquitectos del Socialismo del siglo XXI y los movimientos Islamistas, no es una confrontación directa de ejércitos, sino una estrategia de desgaste cultural, institucional y psicológico contra la civilización occidental. Ambos la entienden como una forma de infiltración silenciosa: deslegitimar democracias desde adentro, dsecativar valores, manipular narrativas, financiar redes paralelas y operar en los márgenes del sistema legal para erosionar su credibilidad. Para el Socialismo del siglo XXI, es la guerra de los discursos, de las ONG´s capturadas, de los tribunales ideologizados, de la droga que inunda calles del imperio y de los pactos internacionales usados como armas. Para el Islamismo radical, es la guerra de los símbolos, de la victimización estratégica, del uso de migraciones como caballo de Troya, del uso de escudos humanos y del financiamiento encubierto a células operativas, en el caso de los extremistas. En ambos casos, el objetivo no es vencer militarmente, sino desactivar el alma de Occidente: su fe, su libertad, su orden institucional, su voluntad. Algo más. Han demostrado cabalgar sobre buenas intenciones mientras focalizan en su objetivo de sustituir nuestra cultura.

El Chavismo, epicentro de la guerra asimétrica

Además de semejanzas, hay un terreno de guerra que unifica ambas amenazas: la Venezuela Chavista.

Ciertamente, gracias al Chavismo, Venezuela se ha convertido en el epicentro de encuentro y alineación para el SsXXI y el Islamismo del sXXI. Es el hub donde convergen, en un siniestro ejercicio de guerra asimétrica, intereses comunes y fuerzas operativas. En tierra de Bolívar, grupos extremistas como Hamas, Hezbollah, Isis, lo que queda de Al Qaeda así como el régimen iraní completo están activos e involucrados. Se les provee de identidad falsa, albergue seguro y se les facilita el lavado de dinero para sus guerras. 

Única estrategia para hacerle frente: liderazgo atómico, derecha moderna y fusión del sentido común

Nuestra respuesta debe ser un liderazgo atómico que detone el sentido común de la libertad en el resto del mundo. El detalle está en el hilo de seda de la segunda historia. Y ese hilo, es nuestra única forma de ganar. En efecto, frente a esta amenaza multifacética, que ha aprendido a mimetizarse con el lenguaje de la izquierda y las urnas, no podemos ganar con herramientas oxidadas. Frente a esta amenaza global, no basta con reaccionar. Hay que reconfigurar el liderazgo. Y para eso propongo el concepto de liderazgo atómico: desde una derecha moderna desarrollar un liderazgo que asume pequeños grandes cambios que nacen de valores bien aplicados. Se impone entonces, el desarrollo de un liderazgo eficiente y obsesionado con los detalles poderosos. Así como la fusión de un átomo libera una energía inmensa, la aplicación de pequeños, pero fundamentales principios éticos y de liderazgo pueden desatar un cambio político y cultural imparable. Estos son los átomos del liderazgo moderno. La reacción en cadena que necesitamos es la creación de un nuevo sentido común y el desmontaje de las narrativas hegemónicas de la izquierda y, por ende, la derrota de su guerra cultural.

Para ganar este nuevo desafío, el liderazgo atómico de la derecha moderna solo necesita cuatro detalles diferenciadores que son, en sí mismos, bombas de cambio:

  1. Autoridad moral: brújula inquebrantable que el socialismo ha perdido.
  2. No perpetuarse en el poder: señal de que se sirve a una causa y no a un ego, desmontando el vicio dictatorial de los adversarios.
  3. Eficiencia: demostración palpable de que la libertad y el mercado resuelven problemas de la gente común, no la ideología.
  4. Liderazgo aliado y compactado, lo cual es inusual en la derecha y es más común en la izquierda mundial. USA e Israel deben compartir la lucha mundial. Fue el secreto del éxito en la segunda guerra mundial. Ahora urge ese reencuentro mundial de intereses.

No es una exageración. Es una lectura estratégica. Así como el Socialismo del siglo XXI nació tras la caída del Muro de Berlín como un intento desesperado de supervivencia ideológica, el Islamismo del siglo XXI emerge hoy como respuesta a su propio colapso reputacional: terrorismo, misoginia, violaciones sistemáticas de derechos humanos. Pero no se rinden. Se adaptan. Mutan. Se disfrazan. Se flexibilizan para sacar provecho de gente inocente o con buenos propósitos que terminan siendo secuestrados por sus intereses contra natura. Y lo hacen con el mismo método que usaron Fidel y Lula: ganar elecciones, simular intenciones, infiltrar instituciones, envilecer sociedades.

La reacción en cadena

Cuando estos cuatro átomos se activan, comienza la reacción en cadena: se desmontan narrativas hegemónicas, se instala un nuevo sentido común, se recupera la esperanza. No se trata de imitar a la izquierda, sino de superarla. No se trata de resistir, sino de liderar. Y no se trata de sobrevivir, sino de vencer.

Porque si el Islamismo del siglo XXI y el Socialismo del siglo XXI se han unido en su guerra contra nuestra civilización, entonces nosotros debemos unirnos en nuestra defensa de la libertad desde la trinchera de una derecha moderna y remozada que preserve la soberanía de nuestros países, actúe con autoridad moral sin cálculo político, tenga a la libertad como eje civilizatorio, sea firme creyente de la responsabilidad institucional de un Estado limitado pero fuerte, esté absolutamente comprometida con la alternancia y no perpetuación en el poder, cuya legitimidad provenga de su capacidad de gobernar no de su permanencia forzosa en el poder, se caracterice por su eficiencia como ética pública y demuestre estar convencida de la necesidad de defender la civilización occidental.

Para eso, necesitamos líderes atómicos. No perfectos. Pero sí imparables…y ellos saben que los tenemos…el asunto ahora es compactarlos.

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