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Venezuela y las oligarquías pretorianas

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Por: Hernán Santiváñez Vieyra – La Nación

¿Habrá empezado la cuenta regresiva para las interminables penurias de Venezuela? La dictadura de Nicolás Maduro enfrenta el descrédito internacional, la falta de apoyo popular y el desastre económico. Desde hace 26 años la revolución bolivariana se aferra con fiereza al poder violando los más elementales derechos. El socialismo del siglo XXI logró hundir a su país en la pobreza, provocar un drama humanitario con 8 millones de emigrados y transformar a la democracia liberal venezolana en un narco-Estado.

Maduro amenazó con invadir Puerto Rico “con tropas brasileñas”, una de sus bizarras declaraciones. Pero la amenaza proviene de quienes demostraron capacidad para desestabilizar varias democracias de nuestro continente. Guyana estuvo cerca de ser invadida por fuerzas venezolanas en 2023. Diosdado Cabello alardeó en 2019: “La brisa bolivariana que recorre Perú, Chile, la Argentina, Ecuador y Honduras se convertirá en huracán”. Venezuela estimula una constante guerra híbrida contra las democracias legítimas, socavando instituciones, apoyando organizaciones criminales y grupos radicalizados. Desde Caracas se despliega una red transnacional de corrupción y fondos ilícitos entre autocracias y gobiernos opacos. La política argentina conoce este tema.

El principal sostén de la dictadura son las fuerzas armadas bolivarianas. En una sociedad inmersa en una creciente militarización, la división de poderes es una ficción y el secretismo sustituye a la transparencia. Los usurpadores del poder prefieren al pueblo encerrado en sus casas y no en las calles. Una reducida oligarquía de pretorianos y altos cargos civiles es la única que prospera en medio de una gran mayoría inmersa en la miseria. El modelo venezolano copia la militarización de la economía cubana. Privilegios a la jerarquía militar a cambio de lealtad y hegemonía. La adhesión se recompensa con parcelas de cuantiosas cajas negras.

Los generales venezolanos usufructúan cargos en el gobierno, empresas estatales y embajadas. La corrupción y codicia los une en un país donde la criminalidad está institucionalizada. Poseen el manejo de millonarios presupuestos en una constelación de consorcios estatales: Camimpeg (Cía. Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y Gas), GMAS (Gran Misión de Abastecimiento Soberano) y Pdvsa (Petróleos de Venezuela). Se suma un entramado de narcotráfico, negocios espurios y sobornos.

El estentóreo saludo oficial entre militares venezolanos dice: “Patria, socialismo o muerte”, al igual que en las fuerzas armadas cubanas. El régimen se prolonga mientras agita fantasmas de conjuras internacionales, enemigos internos y amenazas externas. El único partido político real existente es el ejército, al igual que en Cuba, China o el Paraguay de Stroessner.

En Cuba las reformas económicas de Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel generaron una nomenclatura de altos mandos castrenses que integra los directorios de más de 142 empresas estatales. Gaesa (Grupo Administración Empresarial) es el gigantesco holding operado por las fuerzas armadas revolucionarias y que controla toda actividad de negocios en la isla. Los pretorianos cubanos hoy defienden a la revolución a través de negocios en dólares, tráfico de divisas y un entramado de estructuras offshore en paraísos fiscales. El narcotráfico y el contrabando también figuran en su portfolio. Para poder mantener sus cuotas de poder, sus intereses radican en que nada cambie.

La larga dictadura del general Adolfo Stroessner cae inesperadamente al cumplir su régimen 35 años. Edificó un imperio sobre la base del crimen organizado. Paraguay fue un inmenso aeropuerto para el contrabando y la Hidrovía Paraná-Paraguay, un santuario del narcotráfico. Una disputa por espacios de poder ocasionó en 1989 el levantamiento de su consuegro, el general Andrés Rodríguez, al que se plegaron otros pretorianos. Un año antes, quien encabezó el derrocamiento había proclamado la “insobornable lealtad de los altos mandos castrenses” al régimen de Stroessner. La dictadura paraguaya –como las de Cuba y Venezuela– se sostuvo mediante la compra de lealtades en las jerarquías militares. El colapso del despotismo abriría paso al sistema democrático.

¿Cuánto tiempo más usurpará Maduro la presidencia, sostenido por unos pretorianos codiciosos? Esa codicia podría albergar el germen de la descomposición del gobierno de Caracas. Hace poco el control de la petrolera estatal Pdvsa produjo serias fricciones en el seno del poder. El escenario venezolano es complejo. Maduro puede ser desplazado por sus propios generales, pero una futura transición democrática no estará del todo garantizada hasta que se consolide el alejamiento de las mafias generadas por los pretorianos.

Hernán Santiváñez Vieyra
Diplomático y miembro consejero del CARI

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