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Jaque al comercio mundial: se busca ‘milagro’ de ingeniería al atasco en el Canal de Panamá

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¿Puede afectar una sequía al comercio marítimo? La pregunta casi parece un chiste, pero lo cierto es que los grandes barcos del mundo no solo van por el mar. El 6% de las mercancías del planeta transitan por el Canal de Panamá, así que dependen de la disponibilidad del agua dulce que hace funcionar las esclusas de esta fabulosa obra de ingeniería.

El Confidencial

La mala noticia es que la falta de lluvias está afectando al lago Gatún, clave en esta infraestructura, y en la actualidad los buques se acumulan haciendo cola tanto en la entrada del océano Pacífico como en la del mar Caribe, una espera que supera los 10 días de media. La economía internacional vuelve a temblar.

Esta vez no se trata de un evento puntual, como ocurrió con el encallamiento del portacontenedores Ever Given en el Canal de Suez en 2021, que bloqueó por completo el tránsito. El problema parece menos grave, porque el paso por el Canal de Panamá no está cortado, solo ralentizado, pero amenaza con prolongarse en el tiempo, con agudizarse en el futuro debido al cambio climático y con ser mucho más difícil de resolver. La falta de agua que se viene arrastrando en los últimos meses ha provocado una reducción del número de embarcaciones que pueden cruzar a diario, así como de la carga que pueden transportar. ¿Qué pasará si no llueve lo suficiente? ¿Colapsará una de las grandes vías comerciales del mundo? ¿Existe alguna solución si las sequías se convierten en recurrentes?

Para entender lo que sucede, hay que conocer el funcionamiento básico de una de las grandes obras de ingeniería de la humanidad, puesta en marcha en agosto de 1914. El canal cuenta con juegos de esclusas en sus dos conexiones con el mar, que permiten el ascenso y descenso de los barcos para navegar por el lago Gatún, en el tramo central del trayecto, situado a unos 26 metros de altura sobre el nivel medio de ambos océanos.

Las aguas de este embalse hacen que se pueda salvar el desnivel a base de rellenar compartimentos. Cada embarcación se introduce en una cámara, se cierran las compuertas y ese recinto se llena de agua hasta el nivel de la siguiente esclusa. Así, al abrir, el buque puede pasar al tramo que está más arriba, donde se repite la operación. Para descender, en la otra costa opuesta, se van vaciando las esclusas. El resultado es que cada vez que pasa un barco se vierten, de media, 187 millones de litros de agua dulce.

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