Una mañana lluviosa y con fuertes vientos fue el escenario del amanecer del 10 de octubre de 1780 en Barbados. El día anterior, no obstante, de haber sido de notable calma, el cielo se mostró sorprendentemente rojo y furioso y ya para la noche dejó caer la lluvia. Las líneas anteriores fueron publicadas por el Annual Register: Journal of what passed at Barbados from the 9th of October until the 16th.
Por: Luis Perozo Padua – Opinión y Noticias
La investigadora Andrea Noria, en su estudio La travesía de San Calixto II: el gran huracán de 1780 en la Capitanía General de Venezuela, publicado en la Revista Tiempo y Espacio, precisa que entre los días 10 y el 16 de octubre, tuvo lugar el llamado Gran Huracán de las Antillas o de San Calixto II que afectó directamente a las Antillas Menores. También sufrieron daños una parte de las Antillas Mayores y otras regiones caribeñas.
Alrededor de 30 mil personas fallecieron cuando la tormenta azotó las islas del Mar Caribe, México y Venezuela entre el día 10 y el 16 de aquel siniestro año de 1780. Sigue siendo el huracán más mortal registrado en la historia del Atlántico. Los historiadores piensan que se formó en Cabo Verde, el 9 de octubre de ese año.
El huracán fue bautizado como San Calixto en Puerto Rico porque el ojo del ciclón tocó tierra allí el 14 de octubre, día de la fiesta cristiana del Papa Calixto I, venerado por la Iglesia católica como san Calixto
Describe Noria que el San Calixto II comenzó afectando la población de Barbados, luego pasó por Martinica, San Eustaquio y Santa Lucía, entre los días 10 y el 11. También afectó las islas de Granada y San Vicente.
A última hora del 10 de octubre, lo peor del huracán pasó sobre la isla, con al menos una estimación de vientos de hasta 200 mph (320 km), según especialistas en la materia.
Ya más debilitado, para el día 12, el ciclón atravesó el suroeste de Dominica y luego por la isla de Guadalupe. Poco a poco se fue acercando a Puerto Rico, siendo el día 14 el de mayor aproximación en la parte suroeste de la isla. Posteriormente cambió su rumbo al noroeste afectando a la Isla de Mona y luego parte de la actual República Dominicana, Provincia de Samaná.
De Curazao -señala el intendente de Caracas José de Ábalos-, tengo noticias de que también aquella isla ha sido comprendida en estas desventuras de modo que aun su castillo que es construido con toda la solidez y arte ha padecido alguna ruina: novedad que no ha experimentado en más de cien años que ha que está fabricado.
Cifras pavorosas
Las tropas francesas e inglesas estaban atracadas en el mar Caribe y sufrieron como nadie las consecuencias de los vientos, que se calcula que pudieron exceder los 320 kilómetros por hora.
Se registraron miles de muertes en cada isla del Caribe: 4.500 en Barbados (casi todas las casas y edificaciones de la isla quedaron destruidas); 6.000 en Santa Lucía, en donde una flota británica que se dirigía desde Nueva York a las Indias Occidentales, perdió ocho naves de guerra, del total de 12 que habían zarpado. Muchos de los barcos que se encontraban en el puerto rompieron sus amarras y acabaron entrando en el pueblo. Uno de estos barcos destrozó el hospital. La isla fue devastada hasta tal punto, que un explorador británico enviado para calibrar los daños pensó que un terremoto acompañó a la tormenta.
Aproximadamente 9.000 personas murieron en Martinica con una marejada ciclónica de 7,6 m de altura. Más de 40 barcos franceses se hundieron y unos 4.000 soldados se ahogaron. En San Eustaquio, hubo entre cuatro y cinco mil decesos.
Se estima que en Las Antillas Menores hubo más de 27.500 víctimas mortales en total como resultado de esta tormenta.
Después de arrasar estas regiones, avanzó hasta Puerto Rico, República Dominicana, Venezuela y Florida. La última vez que se observó fue el 20 de octubre en Terranova, Canadá.
Su paso por Venezuela
Los efectos del huracán San Calixto II en la recién creada Capitanía General de Venezuela no registró la misma magnitud que en las islas como Barbados, Santa Lucía y Martinica, donde la desolación fue extrema.
El fenómeno registró tras su paso una huella de considerables daños en fortificaciones, sembradíos y haciendas. Dos de los principales puertos de la Capitanía General de Venezuela se vieron afectados por un mar embravecido: el de La Guaira y el de Puerto Cabello. Y así lo reportaron funcionario de aquellos puertos:
«Los dias 12, 13 y 14 del corriente mes se experimentó en toda esta Provincia un recio temporal con extraordinarias lluvias, y viento especialmente en la costa, ajitando el mar de tal suerte que propasandose de sus terminos con furioso impetu, ha causado en las fortificaciones algunos daños.
Mui señor mio: Ayer tarde avisé a V. S. en cartta particular aunque por maior las desgracias que havian sobrevenido de resulta de un nunca visto mar de leva ue estabamos esperimentando havia tres dias; pero en especial aier [14 de octubre]»
El intendente de Caracas, José de Ábalos, en carta fechada el 16 de octubre de 1780, señaló «las desgracias que ha havido, y ruinas que ha ocasionado un recio temporal» que afectó las costas de La Guaira entre los días 12 y 14 del mes de octubre de aquel año, acotando el funcionario que Puerto Cabello y otras zonas costeras también fueron afectadas. Aquellos daños los atribuyó a la «alteracion del mar».
Los daños de la tempestad
En el ensayo de la investigadora Noria, apunta como dato revelador extractos de la «Relación» del gobernador de Caracas, don Luis de Unzaga y Amezaga, donde ofrece detalles de los daños y las providencias que mandó a ejecutar para solventar los mismos:
«se ha rendido el angulo flanqueado del Baluarte de la Plataforma y sentidose las dos bovedas colaterales en una de las quales se abrió en el pavimento inmediato al angulo un boquete, o mina, cuio diametro en el cimiento del muro es de quatro pies; tambien ha padecido la porcion circular de la Bateria de la Caleta y la muralla nueva provisional, compreendida entre la Fuerza, y San Fernando ha perdido el revestimiento exterior, y los estribos que la sostenian. El resto de la obra nueva se ha mantenido sin novedad».
El huracán de 1780 ocasionó daños considerables en las estructuras de la fortificación, principalmente en las bóvedas, en donde una parte del cacao que se encontraba almacenada en ellas se perdió.
Asimismo, torrentes de agua se filtraron por los boquetes hechos y por las puertas de los parques y troneras de las baterías estimándose la pérdida de 300 fanegas del valioso producto.
Daños en Puerto Cabello
Las fortificaciones y la Plaza de Puerto Cabello exhibieron ruina luego del paso del huracán, aunque no fueron de consideración, contrario a lo sucedido en el puerto de La Guaira.
Según el intendente de Caracas, «a ellas parece que se debe la fortuna de que no huviesen sufrido un doloroso desastre la maior parte de las casas del Pueblo ya que las estructuras dispuestas pudieron resistir la furia de las aguas y precaver tan grande calamidad».
En la cara izquierda del castillo de San Felipe se abrió un boquete de unas 12 varas cuadradas. También las baterías en Punta Brava y en el Trincherón de Santa Lucía presentaron daños, sus terraplenes terminaron cediendo por las lluvias y el mar.
Siembras en ruina
Las precipitaciones que acompañaron a San Calixto II produjeron inundaciones cuando los ríos Tuy, San Mateo y Turmero desbordaron sus causes tras elevar sus niveles regulares, en los valles centrales de la Provincia de Venezuela.
José de Ábalos, intendente de Caracas, da cuenta de la magnitud de los estragos del huracán: «por las haciendas y sembradíos han ocasionado lamentables daños especialmente el primero que en el valle de la Savana de Ocumare y otros terminos por donde desagua y corre ha destruido numero grande de cañaverales de Azucar y Plantios de Cacao. Los otros dos no han dejado igualmente de producir funestos efectos en la propia manera y en las sementeras de Tabaco a las que ha cabido asimismo algun quebranto».
Con este escenario ruinoso en la provincia, el gobernador de Caracas dictaminó una serie de disposiciones para reparar las estructuras afectadas y para llevar a cabo los cambios y construcciones necesarios. Al mismo tiempo informó el conjunto de medidas económicas que se sucederían.
Al mismo tiempo, las autoridades de la Capitanía General de Venezuela mostraron su apoyo a las regiones fuera del territorio que fueron afectadas.
Finaliza la investigadora Andrea Noria indicando que el impacto material de San Calixto II en la Capitanía General de Venezuela, sin lugar a dudas, fue ruinoso y además afectó los principales lugares estratégicos de la Corona Española en estos territorios: la articulación comercial y de defensa de Puerto Cabello y La Guaira; y los valles de Aragua y sus actividades agropecuarias. Además, el impacto que tuvo el mismo en el Caribe en general, permitió que afloraran la vulnerabilidad política y el contexto convulso que marcó la segunda mitad del siglo XVIII en las Indias Occidentales, producto de las crisis entre las potencias europeas y el dominio marítimo.
El huracán de San Calixto II presentó daños considerables, especialmente en zonas de vital importancia en términos económicos y defensivos, prevaleciendo las respuestas de las autoridades.
De los registros que existen sobre desastres naturales asociados a huracanes, sólo se manejan casos posteriores a 1780, como por ejemplo durante el siglo XIX los huracanes de 1877 y 1892; y en el siglo XX los registrados en 1933, 1974, 1988 y 1993, concluyendo la investigadora que, en el caso de las inundaciones derivadas de eventos como tormentas en el Litoral Central de Venezuela, con connotación de desastres hay referencia concreta en los años 1740, 1781, 1797 y 1798. Esto no significa que antes no hubiesen ocurrido, sino que no hay registros al respecto.
En todo caso, la tesis de Noria revela que hemos vivido y resistido aterradoras y destructivas tempestades desde la génesis de la Capitanía General de Venezuela.