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Historias del Copei que conocí (II). Caldera y Eduardo la noche del Poliedro, por Vladimir Petit Medina

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Aquel 20 de noviembre de 1987 el Poliedro retumbaba por la elección de Eduardo Fernández como candidato presidencial de Copei. La algarabía además tenía sabor a relevo generacional ya que le había ganado a nada más y nada menos que a Rafael Caldera, su inspiración y mentor. Apenas fue proclamado por el jefe de la Comisión Electoral, José Antonio Pérez Díaz, Eduardo pronunció un discurso para la historia en el cual tuvo palabras hermosas para Caldera. 

Por: Vladimir Petit Medina

Así, en medio de la circunstancia agridulce de una victoria holgada obtenida contra el fundador, los más jóvenes nos disponíamos a tomarnos algo y conversar sobre lo sucedido. Yo era uno de los jefes de gira del secretario general de Copei y veníamos de una dura precampaña. Así que apenas concluyó el acto tenía arreglado ir a la celebración de Eduardo con mi pana del alma, Luis Carlos Solórzano, quien compartía conmigo esas responsabilidades. Cuando nos disponíamos a ello, el Jefe de Seguridad de Fernández, Comisario Ángel Hernández, me hizo una seña para que los acompañara. -El jefe va a hacer una visita especial y quiere que vayamos, me dijo Salomón Muci, el asistente privado de Fernández y gran amigo de siempre de quien escribe. De repente me vi sentado en el carro de seguridad que seguía al del candidato. Yo venía exultante a mis 24 años pero de repente pregunté: -Epa y ¿a quién vamos a visitar antes de ir a la celebración? -Al Presidente Caldera, lacónicamente me contestaron. Se me esfumó la sonrisa y fruncí el ceño.– ¿Qué? ¿están locos? Esto va a ser duro. El Presidente Caldera nos va a dar duro…advertí. Nadie más habló en el camino y yo arranqué a rezar en silencio pidiéndole a Dios que esta vez no fuese yo el blanco de sus palabras.

Para entender mi preocupación aquella inolvidable noche, una historia. Rafael Caldera fue siempre el ídolo de mi familia. Por el lado de mi papá, era el referente de mi abuelo Rómulo quien había sido fundador de Copei en Falcón. Mi abuela y tías Petit Da Costa le prendían velas al Presidente. Por el lado de mi mamá, mi abuela Miga y sus hermanas eran furibundas adoradoras del jefe copeyano y mi propia mamá había sido secretaria de la juventud copeyana en el estado Falcón. Mi papá, por su lado, había sido recuperado para la causa por el propio Caldera después de un breve tránsito por la izquierda y manifestaba una profunda devoción calderista. Así que fui criado en un hogar 100% calderista. Eso y mi rol de dirigente estudiantil en la UCAB me llevaron a colaborar en la oficina del secretario privado del Presidente Caldera en 1983, el maravilloso Jorge Sucre. En esa oficina compartí con mi hermano de vida Fernando Egaña. Después llegaría también Fernando Febres, quien resultó una gran adquisición. 

Mi tránsito por esa oficina me permitió acercarme nuevamente a Caldera después de una terrible metida de pata. Efectivamente, siendo representante estudiantil de la UCAB acudí a un congreso de la Democracia Cristiana Universitaria organizado por el directorio del secretario juvenil de la época, Agustín Berríos. Se efectuó en Parque Central y me tocó a mi una ponencia sobre ¨DCU y respeto a la autonomía universitaria en las universidades privadas¨. A mis 20 años estaba feliz hablando en una sala plenaria llena…cuando un tumulto anunció la llegada del presidente Caldera. Nadie me había advertido que eso podía suceder. Mis manos sudaban pero interrumpí unos minutos mi intervención para darle la bienvenida al ilustre invitado, lo cual se hizo con atronador aplauso y los delegados de pie. Por indicación de la mesa directiva seguí mi ponencia…y mi ingenuidad política me jugó una trastada ya que estando Caldera muy atento a lo que yo decía se me ocurrió referirme a Betancourt como ¨el padre de la democracia¨.

Creo además que en el momento que dije eso los delegados estaban en silencio por lo que el ambiente se tornó rápidamente gélido y pesado. Terminé, me aplaudieron todos…menos el ilustre invitado quien al momento de clausurar arrancó criticando mi mención a Betancourt y cerró diciéndome que esperaba que tomara cordial nota para no volver a hacer esa mención así de reduccionista a menos que ¨me fuese a AD¨. Qué momento tan embarazoso¡ Gracias a Jorge Sucre tuve la oportunidad de ser perdonado por tan penoso error y culminada la campaña de 1983, el propio Jorge me sugirió ir a ayudar a Eduardo porque era ¨el futuro¨. Así lo hice después de despedirme de Caldera a quien le pareció una excelente decisión.

Todo iba sobre ruedas hasta que despuntando 1987…comienzo a notar que el cielo interno encapotado anunciaba tempestad. Y cuando me quedó claro que ambos trenes se iban a enfrentar, yo, Calderista de formación, Eduardista a carta cabal, buen nieto de mi abuelo y digno hijo de mi padre, tomé una de las peores decisiones de mi vida, una segunda metida de pata acaso más grave que la otra: no se me ocurrió nada más heroico que pedir una cita con Caldera para explicarle las razones por las cuales yo seguiría con Eduardo hasta el final. 

Llegué a la cita en Tinajero con media hora de anticipación, tal cual le gustaba al Presidente pero todo conspiró en mi contra: la cita fue a las 3:30pm…poco después de su siesta. Durante mi espera solo pasaba por mi mente el consejo que nos dio Luis Herrera al coincidir en Madrid en casa de Calderón Berti: -A Don Rafa no se le puede pelear de frente ni en el medio del ring…solo por los laditos…por los laditos…porque pega muy duro. Cuando apareció Caldera enfluxado y bañado en Jean Marie Farina, comenzó el desastre. Mi parte duró 2 minutos:                 -Presidente vengo a decirle que voy a apoyar a Eduardo, tal cual usted mismo me sugirió y creo además que usted debería hacer lo propio. Hasta ahí llegué. Me apagaron la luz. Lo demás fue un set del Don Rafa más duro. Tanto que sudé completamente la camisa que llevaba puesta a pesar de que ni me moví de la silla ni hacía calor en Tinajero. Calidad de felpa verbal me dieron¡ Yo casi que arrojaba una toalla y por eso di gracias a Dios cuando el Presidente dio por terminada la conversa. Como pude me monté en mi carro y fui a casa. Cerré las cortinas y allí me mantuve en completo aislamiento por todo un fin de semana. Salí de mi confinamiento porque Eduardo, recién llegado de Alemania, fue a visitarme apenas se enteró que estaba desaparecido después de aquel round con Caldera. 

Por eso venía en ese carro aterrorizado porque Caldera recién derrotado a manos de su propio delfín tenía que estar cabilla…y vaya que si pegaba duro. Eduardo con Marisabel caminaron aplomadamente hacia la puerta de Tinajero. Había unos cuantos vehículos en la callecita así que emprendieron una caminata de pocos metros. Detrás nos bajamos nosotros. Más allá de la primera puertica de acceso a la casa de los Caldera Pietri, estaba el pasillo que conducía a la vez a la puerta principal de la casa y a la del despacho. Allí, en ese rinconcito, estaba el Presidente recibiendo saludos de muchos fieles que se acercaron. De repente vio a Eduardo llegar. Siguió saludando a quienes estaban adelante aunque un silencio tan abrumador se hizo que Eduardo se adelantó de una y le extendió la mano que fue cordialmente correspondida:-Presidente, vengo a pedirle que me tenga en sus oraciones en esta difícil circunstancia. Caldera a la vez que le dio la mano derecha, con su izquierda le tomó por el codo y así lo fue llevando discretamente en circulo…mientras respondía sus palabras de esta manera:-Claro que si Eduardo. Como siempre. Como siempre. Las vas a necesitar. Apenas terminó de hablar y producto de su diestro movimiento, ya Eduardo había quedado de frente a nosotros, los que veníamos detrás. Entonces no quedó sino emprender la salida con una cordial despedida. 

Cuando por fin nos juntamos con los amigos todos preguntaban por el encuentro. Yo solo dije entonces: -Presencié el civilizado diálogo de un cuasi hijo pidiéndole a su cuasi padre que le encomendara a Dios y el de un cuasi padre molesto garantizándole que lo haría porque además lo necesitaría.

Poca gente supo exactamente lo acontecido salvo los que presenciamos este episodio de historia copeyana.

Increíblemente, en 2009 fui a las exequias del Presidente Caldera celebradas en el Ifedec comandado por un compungido Eduardo Fernández quien se esmeró en despedir honrosamente al hombre que fue el ejemplo de su vida: Rafael Antonio Caldera Rodríguez. Una historia de película¡ Cuando salía de allí, Luis Carlos Solórzano se acercó y me preguntó con sorna:– Dr Petit ¿y Caldera te habrá perdonado? No pude responder al momento.

Unos meses después de su muerte, Rafael Tomás y Andrés publicaron una recopilación de artículos nunca antes publicados del Presidente Caldera. Cuando lo leí…no salía de mi asombro: el texto sobre Betancourt era aún más laudatorio que cualquier expresion mía sobre el jefe adeco en aquel aciago encuentro de la DCU. Entonces ¿por qué había sido tan severo conmigo?

Poco después lo entendí. Pero esa es otra historia…

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