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Historias del Copei que conocí (VI). El Tigre mordido por otro tigre, por Vladimir Petit Medina

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Una semana antes de las elecciones de 1988 nos conseguimos sentados sobre nuestro equipaje, en el medio de la nada, bajo un intenso sol… y rodeados de vacas. De repente pasó un camión que transportaba pipas de leche recién ordeñada y paró abruptamente al reconocer a uno de los que estábamos sentados sobre las maletas: nada más y nada menos que Eduardo Fernández, El Tigre, candidato presidencial de Copei. El amable y sorprendido conductor ofreció llevarnos hasta la intersección con la carretera principal que nos permitiría llegar a Upata, donde se llevaba a cabo el mitin de cierre de campaña de la zona. Subimos enseguida al destartalado camioncito de estaca y entre todos ayudamos al candidato. Venía herido, sangrando y adolorido. 

Esta es la poco conocida historia del fin de aquella campaña.

La verdad es que Eduardo hizo todo lo que pudo para ganar las elecciones a CAP. Gracias a una genialidad de Enrique Mendoza inventamos una modalidad de campaña que llamamos Tigre Ruta, la cual permitió abarcar cada día extensiones que de otra manera hubiesen quedado sin visitar. Íbamos en Jeep descapotado, precedidos de un camión cargado de música que llamábamos la tumba cocos a cargo de El Chino y Tatoo, el cual hacía las veces también de tarima móvil así como varios vehículos llenos de periodistas y camarógrafos que cubrían la gira.

Esa campaña la viví con gran intensidad porque fui uno de los jefes de gira del candidato bajo el mando de su mano derecha, mi gran amigo Salomón Muci y con la ayuda de dos abnegados panas: Luis Carlos Solórzano y José Gregorio Sánchez.

Aquel día de fin de campaña en el estado Bolívar había comenzado mal… pero nadie se imaginaba que terminaría peor. Arrancamos visitando Guasipati y al mediodía estábamos fajados en Tumeremo. Allí el tráfico se hizo pesado. Me bajé del jeep y caminé rápido para llegar de primero a la batea del camión que se usaba como tarima en la concentración. Me gustaba probar el sonido local porque el candidato exigía que fuese impecable o de lo contrario finalizaba ronco… y era un largo día con al menos 4 discursos pendientes. Este era apenas el 2do previsto. Subí de golpe a la tarima y me llamó la atención que estaba completamente vacía… cosa extraña porque la gente se mataba por montarse en ella para el pescueceo de rigor. Otra cosa inusual: el paral y su micrófono estaban en la esquina inmediata a la improvisada escalerita de ingreso a la batea. -¡Qué raro! pensé. Tomé el micrófono, lo probé y todo estaba bien. A lo lejos sonaba San Martín, la canción de campaña de El Tigre y en eso reventó arriba de nosotros un cohetón que presagiaba la cercanía del candidato. Al estruendo le siguió un rugido aterrador… que se oyó muy cerca. Volteé y mis ojos no daban crédito a lo que vi: un enorme tigre mariposo yacía acostado al otro extremo de la batea, apenas atado a una endeble correa de mascota que blandía el sonriente lugareño dueño del animal. El hombre sentía que se la estaba comiendo y… yo no era quién para convencerle de lo contrario. Me bajé y reclamé a los organizadores por la presencia de ese felino salvaje allí arriba. Nadie decía nada. El candidato subió y habló desde la esquinita de la batea. Terminó rapidito y de vuelta al carro actuó con normalidad. Solo me tiró del pelo y riendo dijo: –¡Bonita les quedó la gracia! Cuando llegamos al pequeño aeropuerto, al apenas bajarnos del carro vimos al resto del personal de apoyo aún dentro de sus respectivos vehículos y con los vidrios arriba. -¿Qué pasa?, grité. -¡El avión de prensa tiene que despegar ya para Upata! En eso, nuevamente el rugido. Ahora estaban el tigre mariposo y su dueño en la pista, empeñado este último en que El Tigre se tomara una foto con la pequeña mascota. Mientras yo despachaba de una vez el Mitsubishi de prensa que ya iba a despegar, oía cómo el dueño del animal le decía a Eduardo:-¡Agáchese al lado de mi tigre, candidato! ¡Más cerca! La cara de Fernández revelaba su aprensión… pero el tipo insistía – ¡Más cerca, tomen fotos… El Tigre con mi tigre! A lo lejos, ya trancaban la puerta del avión de prensa pero Nitu Pérez Osuna alcanzó a gritar: -¡Me guardan esa foto! En eso arrancó el vuelo de los corresponsales con el ruido natural que causaba y, a la vez, reventó un nuevo cohetón. La reacción del tigre mariposo a esos dos estímulos fue sacar las garras y clavar un colmillo completo en la parte baja del muslo de Eduardo, quien respondió  inmediata y valientemente empujando hacia afuera la boca del animal con su antebrazo y enfrentándolo. Paralizados mirábamos la surrealista escena, el jefe de escolta del candidato, Comisario Ángel Hernández, su mano derecha Comisario Remigio Pérez y este servidor. Eduardo se paró inmediatamente, levantó los brazos despidiéndose del público y arrancó a trotar hacia la avioneta mientras decía: -¡Gracias, Tumeremo, nos vemos pronto! 

Una vez en el aire, revisamos la herida del candidato. Se quitó el pantalón rasgado y completamente bañado en sangre. Vimos una herida grande, profunda y cercana a una vena. En el avión había un ingeniero, dos abogados, dos policías, dos pilotos… pero ninguno que supiera de medicina. El Capitán Eudes López nos consiguió el maletín de primeros auxilios de la nave e Ildemaro Martínez, Coordinador Nacional de Organización del Copei de la época y diputado por Bolívar, le hizo la primera cura. Los de seguridad lograron abrir la maleta del candidato y sacar un pantalón limpio. Pero el asunto era de cuidado-Eduardo, hay que buscar asistencia médica apenas aterricemos en Upata, le dije. -Ni hablar de eso. Vamos a seguir con lo planeado. En la noche, al llegar a Puerto Ordaz nos ocuparemos de esto. Y callados todos. Imagínense que esto se sepa. Seríamos la burla de los medios: El Tigre mordido por otro tigre ¡No señor, sigamos! 

Un silencio profundo recorrió el avión hasta que sucedió otro evento inolvidable.

El aeropuerto de Upata no tenía radio ayuda en esa época y apenas tenía pista y área de taxeo. Sobrevolamos el mitin ya lleno y entonces el capitán inició la aproximación. A lo lejos se divisaba el avión de prensa ya cruzando de la pista al área de taxeo. En eso y casi tocando pista, entra un llamado desesperado por el walkietalkie del Comisario Hernández. Era el agente César Angelino quien desde tierra tenía rato tratando de contactarnos para advertir a grito pelado: -¡El avión en pista no está taxeando! ¡Está accidentado… detenido!  ¡No sacaron el tren de aterrizaje, ustedes no pueden aterrizar! Inmediatamente Eudes López puso a full los motores, timón arriba y maniobra de despegue de emergencia. Pasamos a metros del estabilizador vertical del Mistubishi desplomado en pista. Por muy poco no hubo una tragedia. Efectivamente, minutos antes el avión de prensa aterrizó sin que saliera el tren delantero. En medio del humo, la fricción y el susto salieron por la puerta de emergencia los periodistas que cubrían la campaña: Roberto Giusti por la prensa escrita, María Cristina Beneyto por RCTV y Nitu Pérez Osuna por Venevisión. Se salvaron milagrosamente. Mientras sobrevolábamos nuevamente la pista pude conversar con Nitu y tranquilizarme… hasta que el Capitán de la nave preguntó: -¿Ahora? ¿Qué hacemos? ¿Pongo curso a Puerto Ordaz? Ante aquello me apuré a decir: -Hay que buscar alternativas porque si aterrizamos en Puerto Ordaz, con lo retrasado que ya vamos y mientras buscamos carros y ordenamos todo, llegaríamos muy tarde al mitin de cierre en Upata y eso no podemos hacerlo. ¡Hay que cumplir! Un silencio arrollador se hizo en el avión hasta que Ildemaro dijo: –Yo tengo un amigo que tiene una hacienda cercana con pista pequeña. Le contesté –Hermano, vaya a la cabina y consigan esa pista. El Capitán ripostó: –Hay que sobrevolarla primero y decidir si es posible aterrizar allí. Tenemos dos limitantes: este es un jet y necesita una longitud generosa de runway y además tengo que ver las condiciones de la pista, de lo contrario nos expondríamos a quedar sin cobertura del seguro y no puedo hacer eso. Pero vamos a ver.

Mientras ubicaban la pista… Fernández sudaba copiosamente. Tenía fiebre, señal de una fuerte infección que iniciaba. Necesitaba una antitetánica.-Jefe, ya tiene temperatura y la sangre tiñó el pantalón nuevo a pesar de la cura. Usted sabe que debo hacer algo urgentemente. Enseguida me atajó: –No hasta llegar al hotel en Puerto Ordaz. Yo voy a terminar mi gira como está programada. Es mi decisión y te pido obedecerla… fue su tajante respuesta.

Con la pista rural a tiro sobrevolamos varias veces para espantar las vacas que pastaban a lo largo de la misma. Finalmente aterrizamos. Pasamos pasto, terreno rocoso y grama hasta que nos detuvimos. Sacamos inmediatamente el equipaje. Entre todos le dimos la vuelta al avión y nos escondimos detrás de árboles cercanos para que la propulsión del nuevo despegue no nos derribara. Transcurrida la maniobra y nuevamente el avión en el aire… nos vimos como dije al inicio de este relato.

En silencio todos pensábamos lo mismo: -¡Mal presagio! ¡Mal presagio!

Apenas llegamos a la intersección de la vía principal, el equipo de seguridad nos encontró y enfilamos hacia el mitin en Upata. Eduardo habló como media hora y arrancamos en Tigre ruta por pueblos cercanos. Cuando ya caía la noche, llegamos a San Félix y allí Fernández pasó a hablar desde el camión del sonido. Todos estábamos pendientes de su condición física. El tipo como si nada. De repente, mientras hablaba, un carro que venía atrás le pegó a la tumba cocos y caímos todos al asfalto. El Comisario Hernández logró levantarse de primero y ayudar al candidato a incorporarse. En ese momento la mancha de sangre en el muslo de Fernández era inocultable. Volvimos al Jeep y yo instruí al conductor acelerar el paso, bajo mi responsabilidad.

Finalmente llegamos al Hotel Intercontinental Guayana. Allí nos alojaríamos pero también habría una cena del movimiento de profesionales y técnicos socialcristianos, poco después. Subimos en tromba y al llegar a la suite vimos la herida… sangraba ahora con intensidad y el candidato registraba 39 grados de fiebre. Ante eso recordé que el jefe del movimiento de profesionales y técnicos de Copei de la zona era médico. Bajé a buscarlo. El salón ya estaba lleno de invitados en traje formal y yo destrozado y sucio. Me acerqué a él y le dije: -Doctor necesitamos un favor suyo… para revisar el discurso de esta noche. –Claro ¡A la orden! me contestó. Le pedí me siguiera y en el ascensor le dije: -No me va a creer pero a El Tigre le mordió un tigre y necesitamos ayuda médica.-¡Deja la jodedera muchacho! me contestó, mientras largaba la risotada. Apenas vio a la herida dijo: -Esto es serio… y además yo soy oftalmólogo. Puedo coser pero necesito inyectarle una antitetánica ya. Y si lo llevamos a una clínica esta historia se va a saber. En eso apareció el inolvidable Comisario Ghazi Nassif Chejín, veterano amigo que siempre ayudaba al Comisario Hernández quien dijo: -Reza, el de Defensa Civil que es parte del equipo, puede conseguir la antitetánica diciendo que es para él y aplicarla aquí calladamente. Así lo hicimos. El de DC trajo el asunto e inyectó. El de Profesionales y Técnicos cosió con el mismo equipo de Reza. Poco después Eduardo se bañó, se vistió formalmente y bajó. Se lanzó el mejor discurso de la gira. Aquel brillante orador hizo de todo para que nadie se diera cuenta de lo que pasaba. Las sesiones de fotos se hicieron interminables. El tipo como un roble.

En la noche, antes de dormir para salir temprano de regreso a Caracas, hice dos llamadas. A mi adorada Marisabel, la mujer de Eduardo, a quien le conté lo sucedido y se lo puse al habla… y a mis padres, a quienes les dije que algún día contaría lo que había vivido aquel día pero que, por lo pronto, había sido testigo de excepción de la calidad de candidato que teníamos, de sus ganas de ganar y del palo de hombre que era el jefe de Copei. Acto seguido fui a brindar con Nitu y Roberto Giusti por el milagro de su salvación.

En 36 años, es primera vez que esta historia se cuenta y lo hago en homenaje al Copei grande que conocí y al líder valiente que ha sido El Tigre

Hoy en día, lamentablemente, Fernández y yo vemos las cosas diferentes. Él propone alternativas que no comparto… pero en nada ha cambiado mi admiración por el líder que fue y el ejemplo decisivo que significó en mi vida. Yo, por mi parte, desde hace muchos años respaldo a mi vieja amiga María Corina Machado con entusiasmo y orgullo. 

Prometo no esperar tanto tiempo para también revelar varias de las aventuras vividas con María Corina a lo largo de la persecución chavista… pero esa es otra historia y créanme… de las mejores.

@vladimirpetit

@vladimirpetitmedina

www.vladimirpetitmedina.com

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