-Luis Carlos vamos por un helado a la esquina y así aprovechamos para cuadrar la gira de Falcón, invité a Solórzano, mi hermano del alma, ese día de mediados de agosto de 1987. Al final nos acompañó el gran jefe indio del área, Salomón Muci, mano derecha de Eduardo Fernández. Salimos los 3 de nuestras oficinas en Copei para dirigirnos a la esquina de la Baralt y comprar unas barquillas. A los 15 minutos veníamos de regreso conversando sobre la siguiente visita de Eduardo a mi estado y cuando casi llegábamos nuevamente a la puerta…nos quedamos sin habla. Se me cayó la barquilla, Salomón registró súbito silencio profundo y Luis Carlos quedó paralizado: frente a nosotros estaba el mismísimo carro presidencial de la República de Venezuela escoltado por dos motorizados. Un edecán de Casa Militar se aproximó a la puerta:-El Dr. Fernández por favor. La seguridad interna preguntó:-¿A quién anunciamos? -Un Casa Militar enviado del Presidente Lusinchi quien requiere con urgencia al Dr Fernández, enfatizó. Apenas le dieron el pase a la Mezzanina los tres curiosos nos fuimos detrás. Ni ruido hacíamos. Sólo nos delataba el perfume Aramis en el que se bañaba Ñañaña Muci. En la puerta de la oficina de Fernández apareció la eterna Carmen Luisa Piñate García de Ortiz, por décadas ambas manos del secretario general, quien pidió al enviado esperar un minuto. Los mirones aprovechamos para ofrecerle café al uniformado como si la visita era nuestra. Salió Eduardo, el oficial se cuadró y arrancó:-Dr Fernández le requieren en Palacio. El Presidente quiere hablarle urgentemente. Envió su carro presidencial, el cual está abajo a la espera. El jefe de Copei, principal partido de oposición al gobierno de Lusinchi, contestó: -Pues debe ser algo muy urgente como para no usar el interministerial. Carmen Luisa cancela las reuniones y alguien que nos siga con mi carro. Con el desparpajo que dan los 24 años de edad, brinqué:– ¡Yo mismo soy! Así arrancó esa parte de la caravana presidencial y el carro de Fernández atrás manejado por el Flaco Miguel y este servidor de asomado profesional. Llegamos a la entrada principal del palacio y digo literalmente llegamos porque yo, cual hombre invisible y casi sin respirar, iba en el pelotón… hasta que alguien me sacara pues. Fuimos rápidamente conducidos a la suite japonesa donde esperaba el Presidente Lusinchi, quien al ver ingresar A Eduardo se puso de pie y le dijo: -Me urgía hablar contigo…y de repente volteó hacia mí: -Este polizonte es amigo mío. Pasa un rato Vladimir para que aprendas de historia patria.
Lo que pasó después muy poca gente lo supo. Pero primero…cómo llegamos allí.
Jaime Lusinchi fue parlamentario durante muchísimos años por eso tenía grandes amistades copeyanas dentro del congreso. En especial distinguió con gran cariño siempre a Eduardo Fernández, Álvarez Paz y José Antonio Pérez Díaz. Con el primero tenía un trato distinguido y aún más con Marisabel, su mujer, a quien quería entrañablemente y usualmente decía ¨ah…mujer templada se consiguió Eduardo¨. Con Álvarez Paz era de una camaradería y complicidad notables y al Negro Pérez Díaz le llamaba ¨el más adeco de los copeyanos¨ por aquello de negro y humilde. De Lusinchi hay algo que no se puede dejar de reconocer: en la historia política venezolana nunca hubo lema alguno que describiera mejor a un candidato que aquel Jaime es como tú.
En cuanto a mí, un joven nacido en la calle Urdaneta de Coro, muy cerca del arco de la federación, había tenido la oportunidad de estudiar en el colegio San Ignacio de Caracas, gracias al esfuerzo de mis padres y toqué en el mismo salón de grandes panas para toda la vida y dentro de ellos, algunos muy vinculados a la política de entonces. Por ej. el formal Pedro Pablo Aguilar Rodríguez, aka Pecos, hijo del padre del mismo nombre, exsecretario general de Copei y todo un caballero; el dicharachero Enrique Machado, aka Kike Machado, hijo de Luis Alberto Machado, el hombre de la inteligencia; la siempre cordial Aglae Rodríguez, hija de Gumersindo Rodríguez y… el bromista profesional Alvaro Lusinchi Castillo, aka Alvarito, hijo de Jaime Lusinchi. Un salón unidísimo y ocurrente que tuvo en la familia Lusinchi Castillo un segundo hogar. En mi caso, jugué dominó con Lusinchi en muchísimas ocasiones antes de su elección como primer magistrado y hasta robamos los muebles de esa familia en una oportunidad. Sí, literalmente. Estábamos ensayando una obra de teatro en 5to año, Alvarito era el productor y yo unos de los actores. No había presupuesto para montar un set y como Doña Gladys marchó de viaje, apostamos por cargar en un camión muebles de esa casa, los cuales devolveríamos antes del regreso de la querida dueña. Armamos un escenario maravilloso ¡Pero el asunto salió mal! Doña Gladys llegó anticipada y directamente del aeropuerto a la obra para respaldar la iniciativa del hijo. Todos quedamos mudos al saberlo. Al levantarse el telón se hizo un silencio profundo por la oscuridad que daba inicio a la obra de Pirandello que habíamos ensayado con tanto amor. Y de repente, entraron las luces y al fondo del público se oyó un grito con voz de trueno: -¡Mis muebles, esos son mis muebles! ¡Álvaro Lusinchi Castillo al terminar esto vamos a hablar! Por eso y otras cosas más, mi relación con los Lusinchi fue siempre bonita y…un tanto peculiar.
En los primeros días de agosto de 1987 el Presidente Lusinchi había enfrentado con determinación la crisis generada por la intromisión de la corbeta Caldas en aguas territoriales venezolanas. Ante ello actuó sin titubear y reforzó la posición venezolana hasta el punto de obligar a la nave colombiana a retirarse. De allí nuestra suposición inicial de que la conversación urgente algo tenía que ver con este episodio que aún en ese momento generaba ruido diplomático entre ambas naciones hermanas.
De esta manera llegamos a esa tarde en Miraflores en la cual el Presidente en ejercicio después de ofrecerle algo a El Tigre, arrancó a esclarecer el misterio del urgente encuentro: -Eduardo querido tenía que hablar contigo por tres razones: la primera es que hoy por unas declaraciones tuyas y como zorro viejo que soy, me quedó claro que vas a enfrentar a Caldera este diciembre; la segunda, es que nadie sabe cómo enfrentar y ganar a Caldera mejor que yo ¡Entonces me tienes que escuchar! Y finalmente hablaremos unos temas de Estado. Yo aguanté la risa con dificultad… ¡pero claro, es Venezuela! me dije y como Lusinchi no solo le había ganado a Don Rafa sino que también logró al menos empatarle en un debate televisado, se consideraba un especialista en la estrategia para enfrentar la recia pegada del Presidente Caldera sin sucumbir en el intento. Continuó:-Óyeme bien. Cuando el debate aquél…imagínate…un sencillo médico de Clarines en frente de esa Catedral de conocimientos que es Caldera ¿Qué me quedaba? Pegar y correr ¡Pasito tun tun, pues! Acto seguido se paró y bailó, con gran ritmo por cierto, un pasito adelante y dos a cada lado, mientras le insistía a Fernández y entonaba: -¡Pasito tun tun! Así le ganó Luis Herrera y así le gané yo. No te quedes estático en el ring porque te noquea. No caigas en el clinch con él porque ruedas. No busques lo retes en la esquina porque saca el aire ¡Pasito tun tun, Eduardo! ¡Báilalo¡ En un momento dado alguien abrió la puerta, no recuerdo bien quién y Lusinchi, abrazando a Fernández le dijo a esa persona: -Este es más valiente que todos nosotros porque yo enfrenté a La Catedral desde afuera…pero este joven ha tenido las esféricas de retar a La Catedral desde adentro y viniendo de sus mismas filas ¡Qué bárbaro! Hasta ese momento a nadie parecía importarle que inmediatamente después de coronar en el poliedro…a Eduardo le tocaría enfrentarse con un compañero de partido del Presidente Lusinchi: el temible CAP.
Los dos protagonistas de esta historia continuaron hablando reservadamente de las repercusiones del affaire Caldas y otros asuntos de Estado. A mi me mandaron a casa en un carro de escolta de Miraflores. En la noche, aún sorprendido, extraje lecciones de lo vivido:1. por encima de la diatriba política había gran relación humana entre los protagonistas;2. el respeto por la intelectualidad y pegada política del Dr. Caldera era legendario 3. el poder es tan efímero que un día cualquiera, un presidente como cualquier otro, había mandado a buscar a un amigo que sabía que mañana podía estar en su mismo puesto, quizás como lo hubiese hecho cualquiera de nosotros, para darle un gran consejo de vida y compartir
Informaciones y 4. tanto el jefe de Estado como el del principal partido opositor tenían conciencia y pensamiento de Estado y por eso mantenían comunicación fluida. Lección maravillosa.
Lamentablemente todo es muy diferente hoy en día… pero esa es otra historia.
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