Samuel Mariño, un venezolano de 29 años, tuvo una adolescencia compleja. Su voz nunca cambió como la de sus compañeros. Su forma de ser tampoco coincidía con la de ellos.
Cansado del acoso, Mariño quiso cambiar su tono agudo a través de una cirugía. Pero un consejo inesperado lo llevó a aceptarse y, con los años, a triunfar en el mundo de la ópera, donde pocos sopranos masculinos han logrado conquistar los escenarios.