la Iglesia Católica venezolana se viste de luto con la noticia del fallecimiento de Monseñor Mario Moronta, obispo emérito de la Diócesis de San Cristóbal y primer vicepresidente de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), a los 76 años de edad.
La noticia, confirmada por el medio tachirense La Nación y Monseñor Lisandro Rivas, enluta a una comunidad que lo recordará como un pastor comprometido, defensor de los vulnerables y crítico firme de las injusticias. Hasta el momento, no se han revelado las causas oficiales de su deceso.
Nacido el 10 de febrero de 1949 en Caracas, Mario Moronta sintió desde joven el llamado al sacerdocio. Ingresó al Seminario Menor de Caracas y completó su formación en el Seminario Santa Rosa de Lima, para luego especializarse en Teología Bíblica en Roma, donde obtuvo una licenciatura. Fue ordenado presbítero el 19 de abril de 1975 para la Diócesis de Los Teques, donde desempeñó roles como vicario parroquial, párroco y profesor en el Seminario Mayor de Caracas.
Su trayectoria episcopal comenzó en 1990, cuando el Papa Juan Pablo II lo nombró Obispo Auxiliar de Caracas. Posteriormente, en 1995, asumió como III Obispo de Los Teques y, en 1999, como V Obispo de San Cristóbal, cargo que ocupó durante 25 años hasta su retiro en noviembre de 2024, cuando fue sucedido por Monseñor Lisandro Rivas. En 2009, el Papa Benedicto XVI lo designó miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe, destacando su compromiso con la ortodoxia católica.
Monseñor Moronta dejó una huella imborrable en Táchira, especialmente por su devoción al Santo Cristo de La Grita, festividad que presidió durante un cuarto de siglo y que coincidió simbólicamente con su fallecimiento, en la víspera de los 449 años de fundación de La Grita. Bajo su liderazgo, impulsó la construcción de un moderno santuario diocesano para esta devoción, declarando al Santo Cristo como patrono del Táchira en 2007.
Su ministerio se caracterizó por su cercanía con los más necesitados. En respuesta a la crisis migratoria venezolana, promovió la creación de “Casas Refugio” para asistir a migrantes en la frontera con Colombia, ofreciendo alojamiento, atención médica y apoyo legal. Su compromiso con los vulnerables lo llevó a denunciar la crisis humanitaria, la corrupción y las violaciones de derechos humanos en Venezuela, lo que lo convirtió en una figura incómoda para el régimen chavista.
Una voz crítica y valiente
Moronta no temió alzar su voz contra las injusticias. En 2019, denunció amenazas del ELN en el Municipio Junín y exigió protección para los ciudadanos. En agosto de 2024, durante la fiesta del Santo Cristo de La Grita, criticó la persecución de jóvenes tras las elecciones presidenciales, afirmando que “un verdadero católico no persigue a sus hermanos porque piensen de manera diversa”. Estas declaraciones le valieron ser declarado “persona non grata” en instalaciones militares y la prohibición de oficiar misas en cuarteles.
A pesar de su inicial cercanía con Hugo Chávez, Moronta se convirtió en un crítico del régimen de Nicolás Maduro, denunciando la emergencia humanitaria y el colapso sanitario, especialmente durante la pandemia de COVID-19, enfermedad que él mismo superó en 2021. Su postura le generó roces con autoridades, pero consolidó su rol como un faro de esperanza y justicia para los venezolanos.
El fallecimiento de Monseñor Moronta, ocurrido mientras se encontraba convaleciente por problemas de salud, deja un vacío en la Iglesia venezolana. Monseñor Lisandro Rivas lo describió como “un pastor fiel, que amó profundamente a su Iglesia”, mientras la periodista Mariana Duque resaltó su lucha contra la injusticia y su amor por el Táchira. La CEV y la feligresía han llamado a elevar plegarias por su eterno descanso, confiando en que “el Señor resucitado lo acoge en su Iglesia celestial”.
Monseñor Mario Moronta será recordado como un servidor incansable, un defensor de la verdad y un guía espiritual que, con su vida y obra, reflejó el Evangelio en medio de las adversidades de su tiempo.