Con mucha incredulidad nos enteramos tarde del fallecimiento de «Octano» y hemos decidido publicar esta nota de Líder en Deportes. Nuestro colega Octavio Estrada siempre fue una fuente inmediata a todo lo referente sobre el deporte a motor tanto venezolano como mundial. Como informa el colega Eduardo, sus notas periodísticas estaban increíblemente «redondas» y al principio de las mismas había un comentario personal con una gran cantidad de buen humor.
Nunca hubo un momento donde Octavio no nos atendiera a cualquier duda, siempre hubo un trato amable y cordial. Tanto el motociclismo como el automovilismo deportivo venezolano pierden al «Google» de las informaciones y todos los que lo conocimos hemos perdido a una excelente persona.
Desde acá mandamos un abrazo sincero a su esposa (La Gestapo como le decía con mucho humor), como para con sus dos hijas y familiares directos.
Que en paz descanse,
Gabo
Se fue Octavio Estrada, un apasionado del mundo de los motores, estudioso hasta el fondo de la historia de la motovelocidad y automovilismo nacional y el fan “número uno” de la leyenda Johnny Ceccotto.
Por: Eduardo Chapellín – Líder en Deportes
Este caraqueño de 58 años siempre estuvo metido “full chola” en todas las competencias de motos y autos realizadas en Venezuela y el orbe. Asistió a varios premios de Fórmula Uno y otros eventos foráneos, siempre meticuloso en la cobertura de cada uno de los mismos.
Graduado de comunicador social en la UCAB, sus comienzos en el periodismo fue como productor del programa “A toda velocidad” del también recordado Turi Agüero.
Luego fue fotógrafo (muy, muy bueno por cierto) de varios eventos nacionales de motores en la época dorada de finales de los ochenta y comienzo de los noventa. También fue un gran ilustrador.
Sin embargo, donde más destacó fue como jefe de prensa de varios pilotos y eventos de motores. Información que mandaba, estaba llena de tantos datos, que se podía llenar fácil una página de periódico. Lamentablemente quedó inconclusa su historia de los motores en Venezuela, que como lo conocíamos, iba a ser una gran “Biblia”. Adiós, “Octanopedia”.