Por George Friedman en GPF
Hace dos años y medio, Rusia invadió Ucrania, antigua parte del Imperio ruso y de la Unión Soviética. El motivo de la invasión era geoestratégico: Moscú temía justificadamente que una potencia hostil pudiera invadirla desde el oeste a través de Ucrania y desde el sur. Tal fue el caso de las invasiones de Napoleón y Hitler. Sin profundidad estratégica, Rusia no tiene defensas.
Para Rusia, el hecho de que nadie estuviera planeando en ese momento una invasión de ese tipo no significaba mucho. La geopolítica exige prepararse para defenderse de un enemigo antes de que éste planee atacar. Después de todo, Moscú era dolorosamente consciente de que las fuerzas pro-occidentales apoyaban un levantamiento que había derrocado a un presidente pro-ruso varios años antes. El apoyo de Occidente se basaba en el temor de que Rusia invadiera Ucrania y, con el tiempo, el resto de Europa. Los temores de ninguno de los dos bandos eran irracionales.
Muchos suponían que Rusia aplastaría rápidamente al ejército ucraniano y que un asalto rápido cerraría la puerta a la intervención y los suministros estadounidenses. Si la lógica era correcta, la ejecución no lo fue. La primera incursión en Ucrania consistió en tanques en múltiples frentes, una demostración de fuerza destinada a sembrar el pánico entre la población. Esto también fue un error. Las primeras fotografías estaban llenas de tanques inmóviles en una columna de 40 kilómetros (25 millas) en la carretera que venía del norte en dirección a Kiev. Aparentemente, Rusia no había preparado suficiente almacenamiento o entrega de suministros para los tanques. Mientras tanto, el método de ataque de Ucrania impidió que la columna se moviera al destruir tanques en cada extremo, bloqueando la capacidad rusa de mover su principal avance. En resumen, las columnas de tanques avanzaron, se empantanaron y se detuvieron no muy lejos de las fronteras de Ucrania. La visión de los blindados inmóviles definió la guerra. Aquí había un ejército poderoso pero defectuoso que Ucrania podía explotar. Le dio a Ucrania y a los EE. UU. confianza para enfrentar a los rusos.
A esto se sumaron varios fallos de inteligencia. Moscú no esperaba que Washington interviniera, pero Washington tenía experiencia en muchas guerras. No enviaría tropas, pero sí el tipo de equipo necesario para bloquear a Rusia lo suficiente, si no de manera definitiva. Moscú también sobreestimó la dependencia de Europa del petróleo y el gas natural rusos. Supuso incorrectamente que Europa, especialmente Alemania, se negaría a cooperar con la OTAN. En cambio, Europa ha tratado –con bastante éxito– de encontrar otros proveedores y ha priorizado la transición a la energía verde. Por último, Moscú interpretó mal la estrategia de Ucrania. El ejército ucraniano no concentró sus tropas para tratar de romper las formaciones rusas; dividió sus fuerzas en unidades pequeñas y ágiles, con poder para atacar donde surgiera la oportunidad, lo que hizo que los ataques concentrados fueran más difíciles para Rusia.
Un aspecto crítico fue que, casi al comienzo de la guerra, se tomó la decisión de desplegar el Grupo Wagner, una unidad mercenaria privada rusa. No sólo se confió más en Wagner que en los contratistas para la batalla convencional, sino que se le puso en un plano más o menos igual al de las fuerzas convencionales rusas. Esto creó tensiones con el mando militar ruso sobre cuestiones vitales como la distribución de municiones. El presidente Vladimir Putin parecía estar más del lado de Wagner que de su mando militar oficial y quería utilizar a Wagner como una fuerza fiable. Sin embargo, ese drama se desencadenó con un intento de insurrección por parte del jefe de Wagner, Yevgeny Prigozhin, que fue indultado pero murió más tarde en un accidente aéreo. Naturalmente, el episodio debilitó la confianza del mando militar.
El objetivo de este resumen es recordarnos que Rusia cometió una serie de errores a lo largo de la guerra que se relacionan con los acontecimientos de las últimas semanas. Desde el principio, Moscú priorizó la captura de ciudades por sobre la destrucción de las fuerzas enemigas. La primera es mucho más difícil y requiere más recursos que la segunda. Esto explica en cierta medida, aunque de manera imperfecta, la sorprendente invasión de Rusia por parte de Ucrania. Tras no haber logrado tomar toda Ucrania, Rusia ahora debe cambiar su estrategia o arriesgarse a un fracaso aún mayor. Hasta ahora, las decisiones tomadas han hecho imposible el éxito.
George Friedman es un pronosticador geopolítico y estratega en asuntos internacionales reconocido internacionalmente y fundador y presidente de Geopolitical Futures.