Por Alejandro Peña Esclusa
Iberoamérica es muy fácil de descifrar, si se entiende que son solo dos regiones: Brasil y los países hispanohablantes. En efecto, las antiguas provincias de España constituyen una sola unidad cultural y lo que pasa en uno de estos países afecta luego a otros, por compartir el mismo idioma, cultura e identidad, y por los vasos comunicantes existentes entre ellos.
Esto explica que haya habido doce dictaduras militares durante la Guerra fría, seguidas de gobiernos democráticos en casi toda la región, y catorce regímenes del Foro de Sao Paulo en el año 2009. Es decir, los procesos políticos se dan por «oleadas», no como fenómenos aislados en cada país.
Actualmente, sin embargo, existe un equilibrio inestable en Iberoamérica, puesto que hay ocho naciones cuyos gobiernos son de centro o de derecha y once cuyos mandatarios pertenecen al Foro de Sao Paulo.
Se desarrolla una pugna entre estos dos sectores, puesto que son mutuamente excluyentes, no solo por sus diferencias ideológicas, sino, sobre todo, porque el Foro se ha convertido en una organización criminal que pretende apoderarse de toda la región. Para constatarlo basta ver quiénes son sus integrantes:
Nicolás Maduro es el jefe del Cartel de los Soles y se ofrece una recompensa por su captura de 25 millones de dólares; Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega son violadores seriales de derechos humanos; Gustavo Petro recibió dinero del narcotráfico, al igual que Andrés Manuel López Obrador; Pedro Castillo está preso por haber intentado un golpe de Estado; Evo Morales está señalado por pedofilia y por haber perpetrado un fraude electoral; Rafael Correa y Cristina Kirchner fueron condenados por corrupción; Lula salió libre del caso Lava Jato porque en su juicio se cometieron “errores procedimentales”; y así sucesivamente.
Por tanto, la balanza se puede inclinar en favor de la democracia si y solo si se combate al crimen organizado en la región, como todo indica que hará Donald Trump, cuya primera medida al respecto fue designar a los carteles de la droga como organizaciones terroristas.
En otras palabras, en la actualidad, la batalla en contra del Foro de Sao Paulo no debe plantearse como un tema ideológico, aunque lo sea, sino como un asunto policial. La derrota del crimen organizado significará, automáticamente, el fin del Foro de Sao Paulo.
Para dar esta batalla, debe comenzarse por el eslabón más débil, que es Venezuela. Veamos algunas razones: Maduro está solo y acorralado, las elecciones del 28 de julio demostraron que no tiene respaldo popular y que perdió parte del apoyo militar, porque los cuarteles votaron en su contra. La designación del Tren de Aragua como organización terrorista lo coloca en la lista de más buscados. Las nuevas medidas punitivas de Trump lo ahogarán económicamente. Y las diferentes mafias que componen el chavismo están enfrentadas entre sí, en su búsqueda de dinero y de poder.
La ofensiva internacional contra Maduro debe iniciarse cuanto antes, porque el Foro de Sao Paulo, a sabiendas de su debilidad, está coordinando acciones conjuntas contra Trump y contra sus aliados iberoamericanos, especialmente contra Javier Milei. A Milei le han puesto una serie de trampas para debilitarlo y le pondrán muchas más, con el fin de eventualmente destituirlo.
Por el contrario, si cae Maduro, los esfuerzos concertados entre Javier Milei y María Corina Machado en favor del rescate de las instituciones democráticas, del libre mercado y del Estado de Derecho –en alianza con Estados Unidos– harán de Iberoamérica un continente orientado hacia la paz, la libertad y el desarrollo.