Morfema Press

Es lo que es

Antonella Marty

Entre 1910 y 1945, Corea estuvo bajo el duro dominio del Japón imperialista. Cualquier oposición al gobierno japonés fue cruelmente reprimida. La lengua y la cultura coreanas fueron censuradas en las escuelas en un intento de borrar todo rastro de cultura de ese origen.

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, como parte de los términos de la rendición de Japón, Corea fue dividida entre los soviéticos en el norte y los Estados Unidos en el sur. Con el tiempo, los dos países, a pesar de tener la misma geografía, recursos y base cultural, se convirtieron en dos naciones marcadamente diferentes.

En Corea del Norte, las ideas marxistas de los soviéticos se impusieron y llevaron al poder a Kim Il-sung, conocido como el “gran líder”. Con la ayuda de la Unión Soviética, Kim Il-sung militarizó su país, lo aisló del mundo, eliminó el comercio internacional y tomó el control de todos los aspectos de la vida norcoreana. Tras la muerte de Kim Il-sung en 1994, Kim Jong-il, padre del actual dictador Kim Jong-un, asumió el control absoluto.

 Yeonmi Park junto a su familia y junto a su padreYeonmi Park junto a su familia y junto a su padre

Hace unos años, se hizo viral un vídeo de Yeonmi Park, disidente y escritora norcoreana que acabamos de tener en el Liberty Freedom Forum Dinner de Atlas Network en Miami, evento que reúne a las voces de la libertad a lo largo del mundo. Yeonmi hizo unas declaraciones desgarradoras sobre la situación actual de Corea del Norte y su difícil huida de ella.

En Corea del Norte sólo hay un canal de televisión. No hay Internet. Nadie es libre de cantar, decir, vestir o pensar lo que quiera. No hay redes sociales ni teléfonos móviles. No hay novelas, libros, canciones ni películas, salvo la propaganda estatal.

En su libro, Park cuenta que si los funcionarios sospechan de deslealtad al régimen dictatorial, puede que tres generaciones de la familia sean encarceladas o ejecutadas. Una de sus confesiones más impactantes fue que creía que el dictador norcoreano podía leer su mente.

El actual dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un, tiene innumerables campos de prisioneros políticos y de cualquiera que piense diferente a la maquinaria comunista.

Más de 20 millones de norcoreanos sufren bajo el comunismo de Kim Jong-un. El miedo, el culto al líder y la propaganda comunista marcan su vida cotidiana.

Pero, quizás te preguntes qué pasa con Corea del Sur, la otra cara de la moneda.

Pues, en la última clasificación de libertad económica de la Heritage Foundation, Corea del Sur ocupa el puesto 25 y Corea del Norte el 180, es decir, el último.

En el ranking de corrupción de Transparencia Internacional, Corea del Sur ocupa el puesto 125, lo que demuestra un alto nivel de transparencia política. Corea del Norte ocupa el número 3, lo que la convierte en uno de los países más corruptos del mundo. En Corea del Sur el salario promedio es de unos 2.700 dólares mensuales. En Corea del Norte es de unos 35 dólares al mes, lo que se califica de “pobreza extrema”.

Los surcoreanos viven un promedio de 11 años más que los norcoreanos y son, en promedio, 13 centímetros más altos, debido a la desnutrición por la mala alimentación en Corea del Norte.

Las cifras lo dicen todo. Sin embargo, si quiere ver la diferencia entre el capitalismo y el comunismo, entre Corea del Sur y Corea del Norte, pruebe a buscar imágenes nocturnas de las dos Coreas vistas desde un satélite. Corea del Norte está casi completamente a oscuras mientras que Corea del Sur está completamente iluminada.

Una vez más, la libertad es la mejor amiga del progreso, la paz y la civilización.


Este artículo fue publicado originalmente en Infobae el 12 de enero de 2022

La izquierda, en grandes líneas, tiene como uno de sus principales pilares lo que se entiende como “marxismo”, una ideología que, tras ser implementada, se ha cobrado más de 150 millones de vidas a lo largo de la historia de la humanidad (lo dicen los hechos).

Los creadores del marxismo fueron dos pensadores alemanes del siglo XIX: Friedrich Engels y Karl Marx. Pero, ¿qué es exactamente el marxismo?

El marxismo afirma que el comunismo es una necesidad histórica, algo que debe suceder, y debe ocurrir a través de una revolución explícitamente violenta. Así se estableció en el Manifiesto Comunista de 1848, obra de los pensadores alemanes anteriormente mencionados.

El marxismo, como dice el autor chileno Mauricio Rojo, te invita a ser un pequeño dios. El marxismo te hace creer que puedes incluso transformar la naturaleza de los seres humanos: todo esto es un absoluto delirio mesiánico y, en este delirio, muchos han cometido los peores crímenes de la humanidad.

En todos los territorios donde se han aplicado estas ideas pilares de la izquierda, que pretenden crear un paraíso en la Tierra, el resultado ha sido siempre un infierno. El marxismo siempre, absolutamente siempre, conduce a un régimen totalitario. Pero veamos más qué planteaban estos autores.

En cuanto al socialismo y al comunismo, Tugan-Baranovsky escribe en ‘El Socialismo Moderno’ que “Marx no aportó nada al socialismo como teoría, sino que hizo como el jardinero que selecciona de un conjunto de plantas las que va a utilizar, cultivándolas, protegiendo su crecimiento y ofreciéndolas para que el mundo las admire”. Marx pretendía acabar con la propiedad privada de los medios de producción.

El objetivo del marxismo es, así, la destrucción del “Estado capitalista” para instaurar el “Estado proletario”. Para eliminar las clases sociales (punto clave para estos movimientos) es imprescindible pasar por un periodo de transición política, la mencionada “dictadura del proletariado”.

El marxismo busca, al mismo tiempo, una reorganización total de la economía ya que, según ellos, es necesario “combatir la enorme fuerza de las costumbres heredadas de la sociedad capitalista”. Lo que no anuncian es cómo se logra eso (si sabes de historia, sabrás que es siempre a través de la violencia).

En el Manifiesto Comunista, Karl Marx resumió las propuestas a implementar para lograr la “igualdad” y “armonía” que supuestamente alcanzaría el mundo si se aplicara su teoría:

1) La expropiación de la propiedad;

2) El alto impuesto progresivo;

3) La abolición del derecho a la herencia;

4) Confiscación de los bienes de todos los migrantes;

5) Centralización del crédito en manos del Estado a través de un banco nacional con capital estatal y régimen de monopolio;

6) Centralización de los medios de comunicación y transporte;

7) Expropiación de las empresas privadas;

8) Obligación de trabajar para todos, reparto equitativo del trabajo;

9) Combinación de la agricultura con la industria;

10) Educación gratuita para todos los niños combinada con la producción tangible y el trabajo infantil;

Una vez completados estos diez puntos, la primera fase del comunismo habría terminado y estaríamos preparados para proceder con la segunda. Según Marx, la sustitución de una sociedad capitalista por una comunista requiere dos fases.

En la primera fase, todavía hay algunas características de la sociedad capitalista. Esta primera fase sigue siendo parte de un período de transformación que más tarde llevará a la instauración del comunismo pleno bajo la dictadura del proletariado.

En la segunda fase estaría la nueva sociedad, poblada por el “hombre nuevo”, que ya no piensa en sí mismo sino en todo lo que debe a la sociedad. En esta segunda fase, según los autores, el Estado ya no existe porque fue abolido, y tampoco el dinero ni la propiedad privada. En realidad, dichos elementos no existen para “el pueblo” que tanto aclaman defender, ya que en los hechos son los líderes de los partidos comunistas y los dictadores en el poder quienes sí disfrutan del dinero y la propiedad privada (no olvidemos que Fidel Castro murió con una fortuna de millones de dólares, similar a Hugo Chávez, dinero robado “al pueblo”, por supuesto).

En esta fase, ya no hay rasgos capitalistas:

1) Ya no hay medios de producción en manos del sector privado, ya que todos los bienes pasan a ser propiedad social;

2) Las clases sociales no existen;

3) Los intereses individuales se convierten inmediatamente en intereses sociales;

4) Los seres humanos ya no están obligados a trabajar para satisfacer sus necesidades, sino que cada individuo elige “libremente” el trabajo que va a desarrollar y aporta a la sociedad según su capacidad;

5) Los bienes pertenecen a un fondo común, del que cada uno retira lo que necesita;

6) La necesidad de dinero desaparece, mediante un sistema que contabiliza lo que la sociedad produce en función del consumo de la población.

En todo este proceso, la izquierda se olvida de muchos hechos y factores fundamentales: primero, pisotean los derechos humanos (esos que alardean defender); y, segundo, se olvidan de los incentivos y que la riqueza no crece de los árboles, sino que hay que crearla.

Las ideas que propone la izquierda (dentro del marco político que queramos, más allá de que algunos se quieran diferenciar llamándose “trotskystas” y sean en el fondo más de lo mismo) se han probado en múltiples geografías, sociedaes, religiones y niveles de avance tecnológico. Y en todas las ocasiones ha conducido a la hambruna, a los asesinatos en masa, la pobreza y la miseria.

No olvidemos que la Unión Soviética, primer modelo en aplicar las ideas de Marx y Engels tenía los famosos “gulags”, campos de concentración donde mandaban a todo aquel que no fuera un “revolucionario”. Puesto que Cuba aprendió del manual de la URSS, los hermanos Castro también contaron con sus propios gulags: las UMAP, Unidades Militares de Ayuda a la Producción, donde enviaban homosexuales y a todo aquel que no entrara en “el hombre nuevo marxista” (por eso resulta una enorme contradicción ver la cara del Che Guevara, un homófobo y racista, en tantas marchas que piden por las libertades sexuales y libertades civiles). Tenemos que conocer la historia completa.

Bernard-Henri Lévy lo dejó claro en ‘Barbarismo con Rostro Humano’cuando escribió: “Aplica el marxismo en cualquier país que quieras, y al final siempre encontrarás un Gulag”.

El marxismo se ha impuesto sobre millones de vidas, y los trabajadores, a los que el comunismo prometió defender, han sido en realidad terriblemente explotados y maltratados. Hoy el salario mensual de un trabajador promedio en Cuba es de 10 dólares, en un país como Venezuela no llega ni siquiera a un dólar mensual. Sí, en los grandes paraísos socialistas la gente muere de hambre.

Por el contrario, la posición económica y social de los trabajadores en los países con economías más abiertas al comercio y a la libre inmigración ha mejorado y no ha empeorado como otrora predijo Marx.

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