Sin estar seguro que la palabreja “impolutez” exista en castellano (el diccionario de María Moliner no la trae ni tampoco se logró encontrar en el diccionario de la Real Academia Española), pero el intachable hermano de quien fuera cuestionado Ministro de la Defensa, que no supo qué hacer cuando el golpe de Estado, porque, o le tenía gran estima que lo invitó a emperifollarse antes de presentarlo ante las cámaras para confesar su derrota (más detalles pregúntenle al Almirante Ivan Carratú y/o a aquél general del ejército que los tenía en la mira), insiste obsesivo, casi enfermizo, en criticar a quienes se destacan por cualquier razón, nada de que sorprenderse, lo viene haciendo desde que era extra en la comparsa de la izquierda.
Ya sabrán que me refiero, que en esta oportunidad la emprende otra vez contra María Corina Machado. La escudriña e inquiere por sus últimos 20 años de actuación, un esfuerzo que, por cierto, el “impoluto” no puede exhibir en su caso.
En el fallido intento de descalificación lo que se puede leer son halagos: tenacidad, ni una mancha (impoluta) en su comportamiento moral y ético, respeto a las buenas costumbres, ninguna evidencia de renuncia o venta de sus principios, sin referencia a ningún asomo de traición en su empeño por recuperar y rescatar la democracia y ansiada libertad.
María Corina, no necesita que este articulista de opinión la defienda en su actuar político y público, que es su mejor mostrario. Pero a riesgo de parecer adulante, y quienes me conocen saben, no es lo que me caracteriza; no deja de molestar que un comunista alardee de impolutez y critique injustamente, a una de las pocas dirigentes que le quedan a la oposición valiente, seria, coherente y responsable, que ha mantenido una posición clara, directa e intransigente.
Es ahora, cuando la ingeniero industrial, con estudios y lecturas, trabajadora y atiborrada de arraigo, atiende a la invitación para someterse a la opinión nacional, en la búsqueda amplia y por decisión ciudadana, de un nuevo liderazgo, para representar la opinión democrática de la mayoría; legitimación de la conducción política opositora, para enfrentar la ignominia con la que muchos -usted incluido-, quieren cohabitar.
Aferrado a las viejas ideas del comunismo castrista, que vienen fracasando desde los tiempos de las guerrillas, el impoluto sin oficio la emprende contra una de muchas venezolanas digna y de renovación, una esperanza mucho más confiable que la mayoría de precandidatos opositores, ni comentar, de los integrantes del G4, y todo aquello que se les parezca.
El impoluto impecable -suponemos que así se considera él- nada malo pudo encontrar en su catarsis contra María Corina Machado, lo cual lo deja como sólo otro de los demasiados habladores de pendejadas que pululan en un sector que simula oposición, desde hace tiempo traicionada y derrotada por sí misma, incluyendo dirigentes y partidos que mucho tendrían que explicar si sólo hablásemos de Monómeros.
Más lograría el hermano del general, ofreciendo sus servicios como politiquero experimentado, aunque pocos o ningún triunfo podría mostrar. María Corina Machado sí, el triunfo de la seriedad, de la persistencia y del no caer en las trampas que con astucia ponen el Gobierno y una dirigencia opositora nacida para perder.
Por eso, tanta estulticia oportunista, impregnada de sandez, produce disgusto, rechazo y como gusarapo celoso, que recoge mendrugos de un régimen envidioso, se aparta de las historias donde pretendió y aparece en una esquina, que ahora cuenta como derrotas. Las victorias que describe categórico el diligente, las otorga como astucia opositora, cuando en realidad, fue concesión del régimen castro-madurismo, para disfrazarse de democracia.
Finalmente, en cierto modo, hay que agradece el trabajo de investigación sobre las actuaciones de María Corina durante estos años. Destaca empeño, tenacidad, tesón y temple. Le reconoce no haberse dado por vencida ni abandonado la lucha. Subraya, no haber encontrado sospecha de corrupción; o recibo de dinero mal habido, robado de bolichicos y boliburgueses del chavismo. Acentúa, que no se vendió ni renunció a sus principios. Todos grandes halagos. Pero, el mejor gesto, el reconocimiento a su entrega por la causa de la libertad.
Simón Bolívar, tuvo derrotas y cometió errores. Pero, nunca se entregó al enemigo, ni abandonó la lucha por la libertad hasta conseguirla. Jamás cometió traición al querer convivir con la tiranía.
@ArmandoMartini