Morfema Press

Es lo que es

ArmandoMartini

Hubo un día -no está claro cuál- en que la realidad titubeó. Lo llamaron falla eléctrica, hablaron de tensión diplomática y, en general, de cualquier conjetura. Sin embargo, en la embajada, alguien -o algo- dejó de obedecer las leyes del tiempo. Compilaron distorsiones, mensajes sin idioma y verdades que contrarían la física, exhibiendo la historia de una sede diplomática que dejó de pertenecer a nuestro mundo. Un lugar que, según científicos extraviados, nunca existió. 

¿Fue una grieta cuántica? ¿Una manipulación alienígena? O ¿un error de programación en la matriz de la realidad? Lo cierto es que, desde aquel instante, nada volvió a ser igual. Es lo que ocurre, cuando lo galáctico redacta dimensiones y el espacio se involucra.

El incidente es tan extraño que desafía toda lógica, tan surrealista que solo puede explicarse a través de la ciencia ficción. Lo ocurrido no es una equivocación diplomática, o acto de espionaje, tampoco, un bosquejo terrenal. Fue, quizás, el primer deslizamiento dimensional documentado en pleno siglo XXI. 

Todo comenzó cuando la Cancillería argentina intentó comunicarse con su sede en Caracas y recibieron, en respuesta, un mensaje cifrado en un dialecto que ningún sistema lingüístico logró reconocer. Sin embargo, cámaras de seguridad captaron un fenómeno de probabilidades ínfimas. La sede diplomática parpadeó, como si por un instante hubiera sido reemplazada por una estructura gemela, revestida de pasionarias madreselvas, bejucos pulsantes con luz propia y papagayos bioluminiscentes. 

El equipo de inspección reveló que las paredes internas habían desarrollado una textura metálica orgánica, como si el acero comenzara a metabolizar oxígeno. Además, observó que los relojes marcaban fechas distintas -unos avanzaban hacia el futuro, otros retrocedían-. Un espontáneo juró haber visto un cielo púrpura, vigilado por dos soles que no pertenecen a sistema estelar conocido.

Hipótesis proliferan como esporas ante lo inexplicable. ¿Experimento fallido de teletransportación cuántica? ¿Portal activado por una civilización que confundió la delegación con una estación interestelar? Ciertos teóricos sugieren que el edificio deambula en estado superpuesto, habitando múltiples realidades simultáneas. 

Otros, más audaces, proponen que fue absorbido por una línea temporal divergente, en la que Argentina, Brasil y Venezuela, fueron colonias administradas por una raza de inteligencia no-humana. Ya que, las banderas halladas, con símbolos geométricos absurdos, provocan vahídos de solo mirarlas; recordando una historia que no sucedió, pero que aún quiere ser contada.

Y la más demencial -tan irracional que ni los físicos cuánticos se atreven a susurrarla en voz baja-. ¿Y si la embajada nunca existió? ¿Y si el edificio, los albergados, incluso el conflicto, fue un sueño fugaz de una entidad cósmica dormida en el vacío astral? Un ser ancestral que, durante un microinstante, creó por error una realidad ficticia, una simulación diplomática que la humanidad aceptó sin cuestionar. Ahora, la existencia comienza a retroceder; muros se disuelven en polvo cósmico, documentos se licúan en tinta de pesadilla, empleados cuyos recuerdos se desvanecen como nombres garabateados en niebla. La única prueba, un mensaje rescatado de los servidores, enviado a ninguna dirección segundos antes. “Error. Realidad corrompida. Reiniciando simulación.»

Las autoridades hablan de formalidad protocolar, ceremonial de Estado y cuestiones varias; pero ¿es sospechoso que antes del suceso un científico desapareciera tras publicar un artículo sobre agujeros de gusano diplomáticos? ¿O que, según deponentes, en la sede se escucharan zumbidos de frecuencia ultrabaja, como si un motor retorciera la estructura del espacio-tiempo?

Y, como si no bastara, informes filtrados mencionan una visita anterior de un contingente marciano -evolucionados en Ara macao- de la Confederación Boreal, quienes advirtieron sobre “la fisura inminente en el tejido multiversal. No obstante, desestimada como una broma de la Guerra Fría.

Quizá dentro de unas décadas, cuando la censura cósmica se relaje, conoceremos la verdad, que, por un brevísimo instante, la misión diplomática argentina en Venezuela dejó de ser un territorio soberano para convertirse en algo mucho más peligroso. Un eslabón perdido en la cadena de lo real. La embajada que desapareció en el pliegue del tiempo.

Y entonces, la pregunta que estremece. Si ocurrió una vez, ¿qué otros lugares podrían deslizarse mañana?

Desde los albores de la humanidad, la búsqueda de la libertad ha sido un anhelo constante, irrefrenable, una llama que arde con la intensidad de mil soles. Desde el alba, este impulso ha guiado nuestros pasos, impulsándonos a desafiar las cadenas de la opresión y a esculpir nuestro propio destino. Fuerza motriz que ha impulsado el desarrollo de las sociedades y la evolución del pensamiento.

Filósofos, sociólogos y políticos han dedicado siglos a desentrañar los misterios de este deseo, a analizar sus implicaciones y a defender su existencia como un derecho inalienable del ser humano.
Desde la perspectiva filosófica, es un concepto complejo, multifacético, objeto de debate durante milenios. Algunos la definen como la ausencia de coerción, la capacidad de actuar sin restricciones externas. Otros la conciben como la autonomía, la facultad de gobernarse a sí mismo y tomar decisiones propias. Sin embargo, todas las corrientes filosóficas coinciden en que la libertad es un elemento esencial de la condición humana, aquello que nos permite ser únicos y responsables de nuestro destino.

En el contexto sociológico, no es un concepto abstracto, sino una realidad moldeada por las estructuras sociales, normas culturales y relaciones de poder. La libertad individual se ve limitada por desigualdades económicas, discriminaciones sociales y restricciones políticas. Sin embargo, la sociedad también es un espacio donde se lucha por la conquista y ampliación de las libertades.

Y, en el ámbito político, se traduce en derechos y garantías que protegen a los individuos del poder del Estado. Las constituciones, leyes e instituciones democráticas son herramientas que buscan asegurar la libertad de expresión, de asociación, de culto y otras libertades fundamentales. Sin embargo, la libertad política no es un don otorgado por el Estado, sino el resultado de la lucha constante de los ciudadanos por sus derechos y la construcción de una sociedad democrática.

La libertad no es una dádiva

La libertad no es un privilegio, sino un derecho inalienable que reside en la esencia misma de nuestra humanidad. Es la capacidad de pensar, sentir, elegir nuestro propio camino sin ataduras ni restricciones. Es la voz interior que nos incita a romper las barreras de la ignorancia y a perseguir nuestros sueños con audacia y determinación.

A lo largo de la historia, el deseo de libertad ha sido el motor del progreso humano. Ha inspirado revoluciones, derrocado tiranías y dado lugar a avances sin precedentes en la ciencia, la cultura y las artes. Es la fuerza que impulsa la búsqueda de la justicia, igualdad y construcción de sociedades equitativas.

Sin embargo, la libertad no es un regalo que se nos otorga de forma gratuita. Es un desafío constante, una lucha incansable contra las fuerzas que buscan reprimirla y controlarla. A lo largo de los siglos, hemos enfrentado la opresión de gobiernos despóticos, dictatoriales y abusivos, la discriminación e intolerancia, y las limitaciones impuestas por las normas sociales y culturales.

Con la libertad viene una gran responsabilidad. No se trata solo de la ausencia de restricciones, sino también de la capacidad de usarla de manera responsable y ética. Debemos ser conscientes de las consecuencias de nuestras acciones y utilizar nuestra libertad para construir un mundo mejor para nosotros mismos y para las generaciones venideras.

A pesar de los desafíos, el futuro de la libertad se presenta brillante. La globalización, la democratización y el acceso a la información han empoderado a las personas como nunca antes. Somos cada vez más conscientes de nuestros derechos y estamos dispuestos a luchar por ellos.

Sin embargo, no es una dádiva, sino una conquista que requiere de la lucha constante de individuos y sociedades. Solo a través de la educación, participación ciudadana y defensa de los valores democráticos podremos construir un mundo donde la libertad sea una realidad para todos.

@ArmandoMartini

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