Por Benjamin Tripier
El PIB de un país es la electricidad con la que cuenta y, en nuestro caso venezolano, es “con la que no cuenta”
Haciendo un análisis comparativo entre la prolongada crisis eléctrica venezolana, que hemos documentado en nuestros Análisis de entorno y propuestas de estas últimas semanas, con el evento puntual de interrupción del suministro en España, la confrontación de estas realidades, aunque de naturaleza muy distinta, puede, sin duda, ofrecer perspectivas valiosas.
El incidente eléctrico en España en esta semana que pasó, aunque grave por su extensión, parece haber sido un evento que afectó a un sistema esencialmente sólido, que fue abordado con protocolos e investigación, mientras que la crisis venezolana es el resultado de la destrucción progresiva de su sistema eléctrico.
Porque he escuchado declaraciones de venezolanos en España intentando (con cara de tabla) comparar un evento masivo que comenzó a solucionarse y reestablecerse en las primeras 24 horas, con la semana que tomó en Venezuela comprender la magnitud del problema y comenzar su restitución, en el último gran apagón que se produjo el 7 de marzo de 2019, cuando buena parte del país estuvo cuatro días sin luz y cuyas consecuencias, hoy, seis años después, hay áreas que aún no pudieron restablecerse.
La lección principal para Venezuela es la urgencia de pasar de la gestión de la emergencia a la reconstrucción estratégica fundamental de su sector eléctrico, reconociendo que, sin energía confiable, cualquier expectativa de futuro económico y social estará seriamente limitada.
Como siempre les digo, el PIB de un país es la electricidad con la que cuenta y, en nuestro caso venezolano, es “con la que no cuenta”. Por eso pasamos de un PIB de 500.000 millones de dólares, a uno de menos de 70.000 millones de dólares… y, aún así, para mantener una planta prendida, tenemos que apagar otra… porque para operar las dos al mismo tiempo, no alcanza.
Como hemos analizado en repetidas ocasiones, la situación del sistema eléctrico en Venezuela es, sin eufemismos, precaria; no se trata de un fallo aislado, sino de una crisis profunda con raíces igualmente profundas.
Nuestros diagnósticos apuntan a causas estructurales y crónicas:
- una generación insuficiente (la capacidad instalada nominal de 36.000 MW contrasta dramáticamente con una producción real que apenas alcanza los 12.000 MW, lo que representa una subutilización masiva de la infraestructura existente);
- una excesiva dependencia de la Central Hidroeléctrica Simón Bolívar (Guri), que hace al sistema vulnerable a factores climáticos como la sequía;
- un deterioro generalizado de la infraestructura termoeléctrica, de transmisión y distribución, consecuencia directa de la falta de inversión y mantenimiento sostenido;
- proyectos de expansión fallidos;
- la carencia de capacitación del personal técnico;
- y, de manera crucial, una gestión ineficiente, politización y corrupción generalizada, que ha socavado la toma de decisiones y la asignación de recursos;
- a esto se suma la escasez de combustible para las plantas termoeléctricas que podrían operar.
La manifestación de esta crisis en Venezuela es la de constantes apagones y fallas en el suministro que generan un profundo descontento y protestas. El impacto se extiende a otros servicios esenciales, como agua, transporte subterráneo, Internet y comunicaciones. Es, en esencia, el colapso de un sistema debido a la acumulación de problemas a lo largo del tiempo.
No obstante, en ese entonces, el gobierno chavista señaló a la oposición y a Estados Unidos y Colombia, liderados entonces por Donald Trump e Iván Duque, respectivamente, de un “ataque electromagnético”, porque lo del zamuro y la iguana -explicaciones para los apagones previos al gran colapso- ya no parecía un buen argumento para justificar tamaña catástrofe.
Curiosamente, ese tipo de explicaciones increíbles, fueron las que de a poco fueron llevando a la población, que en el pasado era chavista, a perderles confianza y colocarla ahora en la esperanza que significa María Corina Machado, que no les miente ni engaña con iguanas y zamuros… sino que les dice que esto es difícil, pero que va hasta el final y lo demuestra poniendo el cuerpo.
Por otro lado, al revisar las fuentes sobre el evento en España, nos encontramos con una situación cualitativamente diferente. Se describe una interrupción eléctrica sin precedentes que afectó a España, Portugal y partes del sur de Francia el pasado 28 de abril de 2025. Aunque fue un evento masivo que dejó a millones sin suministro y alteró servicios de transporte, las fuentes lo enmarcan como un fallo puntual o una incidencia que provocó un colapso temporal de la generación en una zona específica, llevando el sistema a «cero energético».
Las hipótesis sobre la causa de este apagón en España, según las investigaciones preliminares y las declaraciones oficiales, giran en torno a: una fuerte perturbación en las redes de alta tensión; una pérdida de generación muy potente en el suroeste del país, vinculada preliminarmente a posibles problemas en plantas fotovoltaicas a la hora de compensar la tensión o protocolos de desconexión; u oscilaciones anómalas atribuidas a un raro fenómeno de «vibración atmosférica inducida» causado por variaciones bruscas de temperatura.
Es importante notar que, aunque el gobierno no descartaba ninguna hipótesis (incluido el ciberataque a otras instalaciones interconectadas), Red Eléctrica descartó inicialmente un ciberataque en sus instalaciones principales, fallos humanos o meteorología extrema como causa directa.
Además, tanto el gobierno como los operadores rechazaron que las energías renovables fueran responsables, señalando que el sistema había operado con combinaciones similares en otras ocasiones sin fallos. Claro, tal vez un ángulo de análisis debe ponerse, no tanto en la salida del sistema, sino en la capacidad sincronizada de recuperación a ritmos muy diferentes entre las eólicas, las fotovoltaicas y las nucleares.
Porque la secuencia de caída, con lo que hemos visto del análisis de los cinco segundos previos, parece clara ahora… la secuencia y protocolos de recuperación -los segundos y minutos posteriores- podrían dar la respuesta.
Haciendo un análisis comparativo entre los dos casos, el venezolano y el español, la principal diferencia estriba en la naturaleza del problema. Venezuela padece un fallo sistémico, crónico y multifactorial, producto del deterioro sostenido y la mala gestión. Mientras que España experimentó un evento agudo y aparentemente puntual que, aunque tuvo consecuencias generalizadas, ocurrió en un sistema que, según las fuentes, se describe como generalmente «robusto» y «diversificado».
Las causas investigadas en España (fenómenos atmosféricos, problemas técnicos específicos en plantas, oscilaciones de red, posible ciberataque en puntos aguas abajo) son de una índole completamente distinta a las causas de la crisis venezolana (falta de mantenimiento, corrupción, politización, escasez de combustible, dependencia de una sola fuente).
En Venezuela, el problema no fue un evento que tumbó un sistema operativo, sino la erosión progresiva de un sistema por abandono y mala praxis, resultando en una capacidad operativa real muy inferior a la instalada.
La respuesta también difiere enormemente. En España, hubo una activación inmediata de protocolos de seguridad, una investigación oficial en curso con participación de múltiples entidades y una comunicación (aunque inicial y preliminar) sobre los hallazgos. La recuperación del servicio, si bien tomó horas, se logró apoyándose en la capacidad operativa existente (centrales de ciclo combinado, hidroeléctricas).
En Venezuela, la «respuesta» ha sido una convivencia con la emergencia, con soluciones parciales y descoordinadas, en lugar de un abordaje estratégico integral. La transparencia ha sido notablemente ausente en la gestión de la crisis venezolana, mientras que, en España, al menos en este evento, se solicitó y compartió información desde el principio.
La comparación, aunque desigual, subraya varias lecciones aprendidas cruciales para Venezuela:
- la resiliencia se construye con el tiempo: un sistema robusto y diversificado, como el español se describe ser, es capaz de mitigar o recuperarse más eficazmente de eventos inesperados que un sistema debilitado en su infraestructura y gestión. La crisis venezolana demuestra que la falta de inversión sostenida y mantenimiento condena un sistema a la fragilidad;
- la diversificación energética es vital: la excesiva dependencia de una única fuente (Guri) hace a Venezuela particularmente vulnerable. Sistemas con un mix más diversificado tienen mayor capacidad de respuesta ante fallos en un componente;
- la gestión transparente y técnica es fundamental: la investigación inmediata y relativamente transparente en España, contrastando con la opacidad en Venezuela, resalta la importancia de una gestión profesional, transparente y basada en datos para identificar y resolver problemas, y para generar confianza pública;
- la estructura del sector importa: el caso español, con diferentes operadores y una entidad rectora como Red Eléctrica, sugiere un modelo de sector eléctrico que puede ser más dinámico y resiliente, que un monopolio estatal centralizado que ha colapsado por ineficiencia y corrupción, como parece ser el caso de Corpoelec. Esto refuerza la necesidad de reestructurar profundamente el sector, con apertura a la inversión privada y un marco regulatorio claro.
Por eso insistimos en que el tema eléctrico, para Venezuela, es tanto o mas importante que una negociación con el FMI para arreglar el lado financiero y monetario del país. Pero el otro lado, el de la economía real, sin el cual no hay vida, depende estrictamente de la disponibilidad eléctrica para restaurar cada punto perdido de nuestro PBI.
Por eso es que al chiché de “es la economía, estúpido” le anteponemos: “es la electricidad, estúpido”. Porque sin electricidad, no hay economía. ¿Está claro?
Recomendación (eléctrica)
- Para el actual gobierno chavista (que presumiblemente está de salida): dada la profundidad de la crisis que ha llevado al sistema eléctrico venezolano a un estado crítico permanente, lejos de ser un incidente aislado como el de España, la recomendación es que, con un sentido pragmático y patriótico, inicien de manera transparente un programa de mantenimiento intensivo de emergencia y aseguren el suministro de combustible a las plantas termoeléctricas (y también a las refinerías y operaciones petroleras de campo). Aunque tarde, sentar las bases para mitigar parcialmente la emergencia actual es un paso responsable que, incluso, podría facilitar una transición menos caótica hacia un nuevo gobierno que deberá emprender la reestructuración a fondo. Deben dejar a un lado la negación de la crisis y adoptar la realidad de la subutilización masiva.
- Para la dirigencia opositora (que deberá asumir el gobierno): la lección del contraste es clara: no enfrentarán un evento anómalo en un sistema robusto, sino la reconstrucción de un sistema colapsado. Deben ir más allá del análisis de escenarios y desarrollar con urgencia una hoja de ruta estratégica integral que aborde, en paralelo al manejo de la emergencia, la reestructuración profunda del sector. Esto implica, como hemos propuesto, la transformación de Corpoelec hacia una estructura tipo holding abierta a la inversión privada nacional e internacional, la diversificación real de la matriz energética, la modernización de la red con tecnología y la creación de un marco regulatorio claro y atractivo. Prepararse para este desafío titánico, con la voluntad política firme y sostenida necesaria, es fundamental para evitar perpetuar la crisis.
- Para la dirigencia empresarial del país (hoy cooptada por el chavismo): deben comprender que, en un entorno de colapso económico y empresarial, la revitalización del sector eléctrico no es solo una necesidad del país, sino una condición para su propia supervivencia y crecimiento. Más allá de promover la coopetition para resolver cuellos de botella logísticos y de cadena de suministro en el corto plazo, deben prepararse técnica, gerencial y financieramente para ser actores clave en la necesaria apertura y reestructuración del sector. Esto significa entender los modelos de operación de sectores eléctricos funcionales (como es el español, a pesar de su reciente incidente) y abogar activamente por el establecimiento de reglas claras, seguridad jurídica y transparencia que permitan la inversión privada a gran escala y la recuperación de la infraestructura. No se trata solo de recuperar acreencias, sino de ser parte de la solución fundamental. La realidad actual indica que, sin esta transformación, no hay futuro económico viable.