Tras el encuentro entre Xi y Biden, hay una gran euforia en China, donde se han olvidado de las diferencias.

«Su auto es precioso», dijo el presidente estadounidense, Joe Biden, al despedirse de su homólogo chino, Xi Jinping, frente a la Villa Filoli, cerca de San Francisco, en California. «Es ‘Hecho en China’, es Hongqi. Abre la puerta y échale un vistazo!», respondió Xi. Biden lo hizo y luego señaló el suyo: «Es exactamente igual que mi Cadillac. Lo llaman ‘La Bestia'».

Cuando Biden viaja por el mundo, «La Bestia” siempre va con él. Xi lleva un año haciendo lo mismo con su auto. Y, por primera vez, sus limusinas estatales circulan por una carretera estadounidense.

En esta escena, Xi simboliza cómo la explosiva confianza en sí mismo del país asiático puede ser percibida, vista e, incluso, tocada por el público mundial. Para Xi y su régimen autoritario, está claro: las relaciones entre Estados Unidos y China son «estratégicas, de alcance global e innovadoras”.

Pragmatismo político

Estos tres atributos describen la difícil y compleja relación entre las dos mayores economías, que se ven así mismas como socios y rivales. Mientras que en la reunión bilateral, Biden dijo que la competencia no debe conducir al conflicto, Xi incluso describió a Estados Unidos como «socio» y «amigo».

«Pareció como si Xi hubiera dado una conferencia filosófica sobre la interacción entre dos grandes potencias durante las conversaciones en San Francisco», señala Gu Xuewu, profesor de política de la Universidad de Bonn. En términos de realpolitik, asegura Xuewu, Xi es «pragmático” y Biden es «práctico”. «Cada uno dijo lo suyo. Y al final ambos entendieron que no había otra alternativa que unir fuerzas», agrega.

Según el think tank berlinés Fundación para la Ciencia y la Política (SWP), la competencia entre EE.UU. y China «se ha convertido desde hace tiempo en un paradigma líder de las relaciones internacionales». Esto habría dado forma a los debates estratégicos, así como la dinámica política, militar y económica real, de acuerdo con un estudio de la SWP de 2020.

Ambos al mando de las relaciones

El jefe de Estado chino afirmó que no era realista que China y EE.UU. no tuvieran nada que ver entre sí. Al mismo tiempo, no es realista querer cambiar a la otra parte, y nadie quiere pagar la factura de los conflictos y la confrontación. «Ambos estamos al frente de las relaciones bilaterales. Se trata de una responsabilidad política hacia nuestros ciudadanos, la comunidad global y nuestro tiempo», dijo Xi a Biden.

China parece querer más y anhela moldear el mundo a su manera en el siglo XXI. Pero «ni siquiera después de esta reunión ha surgido un nuevo orden mundial», afirma Saskia Hieber, experta en política internacional especializada en Asia y el Pacífico en la Academia de Educación Cívica de Tutzing, en Baviera.

«A diferencia de las superpotencias tradicionales, China, bajo el liderazgo de Xi en su tercer mandato, seguirá insistiendo en no apoyar estructuras, instituciones y normas de estilo occidental. Pero China no podrá reestructurar el mundo por sí sola, ni siquiera junto con Rusia. El mundo occidental tiene suficiente experiencia, valores y éxitos, y no permitirá ser reemplazado», explica Hieber.

China ha logrado ganar influencia en algunas regiones del mundo, como Asia Central, África y partes de América Latina gracias a la Iniciativa de la Ruta de la Seda, admite en una entrevista con DW Sebastian Harnisch, politólogo de la Universidad de Heidelberg: «Pero las bases estructurales para un papel de liderazgo chino que se extienda más allá de la región Asia-Pacífico deben ser cuestionadas a mediano y largo plazo».

Olvidarse de las diferencias

Al día siguiente del encuentro, la reunión Xi-Biden dominó los titulares de los medios controlados por el Estado chino. Curiosamente, todos los informes sobre la reunión presidencial parecen ser los mismos. Todos utilizan exactamente la misma redacción difundida por la agencia de noticias Xinhua y la televisión estatal.

La euforia entre la opinión pública china es grande. Incluso la gente de a pie entiende que una buena relación con un rival ideológico es importante para resolver los problemas globales. Se pasa por alto el hecho de que EE.UU., por ejemplo, está armando a Taiwán, provincia separatista desde la perspectiva de China, sancionando a la empresa tecnológica Huawei y restringiendo la exportación de algunos productos a China. La visita de Xi a EE.UU. tenía que ser mostrada como un éxito.

Los primeros éxitos «de importancia global” se habían anunciado horas antes de que comenzara la reunión. Estados Unidos y China se han comprometido a cooperar más estrechamente en la lucha contra el cambio climático. Los dos mayores emisores de CO2 del mundo están expresamente comprometidos con los objetivos del Acuerdo Climático de París de limitar el calentamiento global muy por debajo de dos grados, y si es posible a 1,5 grados. Y también quieren que la cumbre climática de la ONU COP28 en Dubái a finales de mes sea «un éxito”.

DW