Vía Derecha Diario
Se estima que para el año 2030 la producción será tan escasa que Bolivia perderá todos sus mercados de exportación, e incluso es posible que se convierta en un país importador neto de energía. Los años de desinversión estatal destruyeron completamente esta ventaja comparativa histórica.
Las consecuencias del “socialismo del siglo XXI” llegaron para quedarse. Después de años bajo control estatal y nulas inversiones, el principal sector generador de divisas de Bolivia, el gas y la industria de hidrocarburos, está enfrentando la crisis más importante de su historia.
El entonces presidente socialista Evo Morales decretó la expropiación de la mayor parte de la industria del gas a partir del decreto 28.701 firmado en enero de 2006, y más tarde culminó el proceso en mayo del año 2008 con la estatización Compañía Logística de Hidrocarburos CLHB, entre decenas y decenas de expropiaciones que llevó adelante su Gobierno despótico.
En los ultimos 15 años, el Estado se consumió todo el capital generado cuando el gas estaba bajo administración privada, y este año, fugazmente, todo el sector se desplomó, a pesar de los precios récord de los hidrocarburos. En el último mes, la producción de gas natural cayó a los 33 millones de metros cúbicos al día, la cifra más baja de los últimos 20 años.
En síntesis, se registró una caída acumulada del 46% desde el pico de producción alcanzado en el año 2014, y los retrocesos se profundizarán todavía más en los próximos años si el sistema sigue bajo la administración centralizada e ineficiente del Estado.
Se estima que las exportaciones de gas disminuirán hasta el punto de desaparecer completamente para el año 2030, y esto es en un escenario relativamente optimista, porque podría ser antes incluso.
Este año el Gobierno boliviano debió lidiar con la posibilidad de defraudar contratos firmados con empresas de Argentina y Brasil, ya que la estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) no garantiza su cumplimiento en tiempo y forma.
En los próximos 10 años Bolivia podría convertirse en un país importador neto de energía, un hecho completamente inédito para un país que tiene uno de los yacimientos más importantes del mundo y había disfrutado de la venta de gas como una de sus ventajas comparativas más notorias. El rol del Estado en la economía terminó desmantelando esta ventaja, así como lo hizo con el azúcar el Cuba o el petróleo en Venezuela.
Este proceso llevó a que el Estado ponga en marcha una reorganización de los recursos del sector, priorizando a toda costa la explotación de gas para el corto y mediano plazo (una parte al mercado interno y otra para su exportación).
Esto ocurre en detrimento de la inversión en exploración e investigación de suelos para descubrir nuevos yacimientos, algo que el sector privado nunca desatendió ya que tenía fuertes incentivos económicos para hallar nuevos pozos.

El resultado de la falta de visión de largo plazo y de la deficiencia estatal derivó en una histórica crisis que hoy golpea al principal sector generador de divisas en un momento especialmente delicado: al mismo tiempo en que se produce esta crisis, el Gobierno y el Banco Central boliviano están lidiando con el incipiente colapso del sistema cambiario.
La “soberanía energética” que dejó la estatización del socialismo se traduce en menos producción, menos empleo, menos exportaciones, menos desarrollo económico y social.
Por el contrario, durante el proceso de privatización y desregulación el mercado energético boliviano experimentó un crecimiento vigoroso, y la producción de gas llegó a dispararse hasta un 180% entre 1996 y 2006, lo cual en la práctica sí se traducía en una verdadera soberanía energética para el país.