El profesor venezolano Carlos Blanco publica su primera novela, “Gran marcha hacia el abismo”, sobre “la metamorfosis de los soñadores dogmáticos” que impulsaron las revoluciones en los sesenta en América Latina

El venezolano Carlos Blanco, un reconocido articulista y autor de libros sobre temas políticos, siempre está dispuesto para hablar sobre su país. Sufre con la situación de calamidad que viven sus compatriotas y se rebela contra el Gobierno de Nicolás Maduro. Sus análisis, muchos de ellos publicados en LA RAZÓN, ayudan a entender la deriva política del régimen venezolano. Blanco ha decidido dar el salto y pasar a la novela con “Gran marcha hacia el abismo” (Kalathos Editorial), una obra de ficción en la que aborda desde la filosofía política la evolución de la idea de la revolución en América Latina a través del protagonista Baldomero Perdigón.

Blanco ha escrito en el pasado libros de ensayos como “Un Programa para el Cambio”, “La Reforma del Estado en Venezuela” y “Revolución y Desilusión. La Venezuela de Hugo Chávez”. Fue ministro para la Reforma del Estado en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez y ha sido profesor en la Universidad Central de Venezuela y en la Boston University. Actualmente es consultor internacional en gobernabilidad y reforma institucional y desde ahora también novelista.

¿En quién se inspira para crear la figura de Baldomero Perdigón, el protagonista de la novela?

Baldomero Perdigón es el guerrillero de los años 60, derrotado en su intento revolucionario de entonces, que al cabo de décadas llega a ocupar una posición de poder. Su especialidad es el asalto a bancos y poco a poco, en el marco de su derrota militar, usa su especialidad de asaltante para financiar a algunos grupos que cultivan el sueño revolucionario y también para obtener recursos para su disfrute personal. Hasta que el giro de Fortuna lo coloca en una posición destacada en el Estado. Se justifica Perdigón: “Sigo con mi espíritu de siempre pero el romanticismo que ha permitido construir lo que hoy tenemos, siempre tiene una cuenta bancaria en algún lado. Los más idealistas de los nuestros siempre necesitaron una gruesa de billetes para asistir a los congresos internacionales, alquilar las madrigueras, mantener las esposas y queridas…” Cuando los asaltos no dan suficiente o se convierten en demasiado riesgosos se produce la santa alianza con algunos “comprensivos” empresarios de la burguesía enemiga. Miembros de las élites siempre abren el camino para las revoluciones que se los mastican. Un poderoso empresario, don Emilio Rugeles, alcanza a decir a su mujer al notarlo preocupado: “No creas. Es que estoy de caza. La izquierda anda de las suyas y la gente está descontenta. Necesito amigos por allí… Nunca olvides que un hombre de mis credenciales necesita un cachorro de izquierda para orientarse en el desorden que viene”.

¿Qué le aporta la novela que no tiene el ensayo para hablar de la experiencia revolucionaria?

La novela no es historia, aunque use eventos para pivotar sobre ellos. La novela cuenta la metamorfosis de soñadores dogmáticos, que luego se ven transformados en sicarios como una evolución natural en sus convicciones. Por sus páginas circula un periodista, especializado en la denuncia, en deriva hacia una variante suave y efectiva de extorsión, que llega a la gloria en ese camino porque ha forjado una alianza con los dueños de la plata. “Gran marcha hacia el abismo” es el relato de la relajación de las convicciones, la mutación de los ideales y la brutalidad en el ejercicio del poder, al cual se subordinan los afectos, sentimientos, la sexualidad y el humor. Esta novela es el relato de cómo una aventura apasionada suele conducir a la tragedia.

¿Ha habido en la historia de América Latina alguna revolución exitosa en el sentido de que haya sido fiel a sus principios y no haya degenerado en violencia y corrupción?

No. No han sido desviaciones del proyecto sino su más profundo sentido. Como dice en la novela el profesor Badaraco, uno de los viejos decepcionados de esa revolución: “Lo peor que le puede pasar al proyecto revolucionario es triunfar. Por eso nuestros pasos nos llevan en círculo, nos pierden en la selva. Nuestra gran pasión es la derrota…Lo cierto es que solo en las derrotas el proyecto puede sobrevivir: cada preso, cada asesinado por el enemigo, cada caída, nos aleja de la victoria y mantiene nuestro relato incólume…Cuando los poderosos no quieren hacer el trabajo sucio para derrocar gobiernos que ya no les sirven, buscan a los revolucionarios para que lo hagan.” La búsqueda del bien absoluto que yace en cualquier proyecto redentor conduce al crimen.

¿Cuál de todas las revoluciones americanas ha sido la más sanguinaria?

Todos estos procesos dejan heridas irreversibles; atajos que creen acortar los caminos hacia la felicidad y terminan siendo odas a la represión, la muerte, el exilio, las cárceles y la miseria. La suerte de Cuba es conocida desde hace décadas; la de Venezuela es más reciente y en ambas el signo de la victoria para sus jefes lo ha logrado el crimen. La revolución conduce al abismo, tal como se cavila en esta novela: “La revolución nunca se reconoce a sí misma sino después de sus crímenes; nunca los oculta, porque terminan siendo sus reales haberes, sus verdaderos logros: ¿qué se recuerda de Mao, Stalin, Pol Pot, Fidel y los movimientos guerrilleros latinoamericanos? Sus homicidios; es lo único que puede ser contabilizado con el signo de la suma; todo lo demás es resta, destrucción, imposibilidad, hambre y cárcel.”

¿Cree que el ardor revolucionario se ha apagado definitivamente en América Latina y que la izquierda prefiere optar por la vía pacífica de la política para llegar al poder?

Sí. Los movimientos revolucionarios armados han cesado como propuesta política. Los residuos más notorios son el ELN y las FARC colombianos, devenidos en organizaciones terroristas vinculadas al narcotráfico, al tráfico de personas y al crimen organizado en general. Esas organizaciones ahora controlan porciones importantes del territorio venezolano como aliados fundamentales de Maduro. La mayor parte de la izquierda latinoamericana ha optado por la llamada vía pacífica, inaugurada por Salvador Allende que fracasó en ese propósito, y patentada exitosamente por Hugo Chávez. En el proceso venezolano, Chávez logró una victoria con métodos democráticos y, utilizándolos, reventó la democracia desde dentro. El instrumento fundamental fue que la Asamblea Constituyente asumiera el control, como expresión del “poder originario” absoluto del “pueblo”. A partir de ese poder incontestado, “el pueblo” fue representado forzosamente por sus líderes y el conjunto de los líderes representados por el jefe; entonces ese pueblo habló por la boca de Chávez. El pueblo era Chávez. Allí se gestó el crimen.

¿En qué momento se encuentra la situación política de Venezuela? Parece que la crisis venezolana ha quedado en un segundo plano…

La covid-19, la invasión rusa a Ucrania y los problemas domésticos o situaciones políticas demandantes en los países más cercanos, como las elecciones, han hecho que los principales aliados de la causa democrática venezolana tengan otras prioridades. A este proceso de pérdida de importancia de la causa por la libertad en Venezuela la contribución decisiva la han hecho, desafortunadamente, los grupos que controlan la representación de la oposición en Venezuela. Han distorsionado los objetivos, han renunciado a la lucha por la salida del régimen de Maduro y, por razones diversas, algunas non-sanctas, han preferido unos diálogos que no han conducido a ningún resultado exitoso para la causa democrática. La comunidad internacional jamás irá más allá de donde vayan las fuerzas que luchan por la libertad en Venezuela. Llegará un nuevo momento.

Usted formó parte del gobierno en Venezuela de Carlos Andrés Pérez. ¿Cómo recuerda aquella experiencia?

Formé parte del segundo gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez en el que intentamos un cambio profundo en Venezuela, interrumpido por el golpe de Chávez y el derrocamiento del presidente Pérez. Como ministro para la reforma del Estado y presidente de la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado con un conjunto de eminentes venezolanos, nos correspondió concebir, impulsar y realizar cambios institucionales de alcance histórico como el proceso de descentralización. En 1989 se eligieron por primera vez en la historia del país a los gobernadores de estado que previamente eran designados por el presidente de la República, se creó la figura de los alcaldes también por elección popular; se cambiaron los sistemas de elección de los representantes, se impulsó la democratización de los partidos políticos, entre otras reformas. Fue un tiempo de cambios y para mí fue un orgullo trabajar con Carlos Andrés Pérez. Eso hace 30 años. Para cambiar el régimen que hay en Venezuela, para lograr la libertad y construir una nación destruida, todos los venezolanos debemos estar disponibles: yo lo estoy.

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