Por Ana Alonso en El Independiente
Heredero desde los tres años, accede al trono a los 73 al tiempo que se estrena Liz Truss como primera ministra en un país que afronta una crisis política, territorial y económica, en un contexto de guerra con Rusia
El Reino Unido está escribiendo uno de los capítulos más trepidantes de su historia estos días. Es la primera vez que cambia casi simultáneamente la jefatura del Estado y la del gobierno justo a la vez que el país sufre una tormenta perfecta: una acuciante crisis económica en un contexto de guerra en Europa por la agresión rusa, y una amenazante crisis territorial vinculada a la abrupta salida de la Unión Europea. A ello se suman las reclamaciones republicanas en varios países de la Commonwealth. En este clima de incertidumbre, Carlos III es proclamado este sábado como Rey en el Palacio de Saint James, tras la muerte de su madre, Isabel II, el jueves en Balmoral.
Después de ser heredero durante siete décadas, Carlos III llega al trono en un momento extraordinariamente complicado. Reino Unido es una monarquía parlamentaria de modo que no le corresponde al Rey desempeñar un papel activo en política, pero Isabel II, tras más de 70 años en el trono, se había fundido con la identidad de la nación, una nación que se siente tan huérfana como el nuevo Rey.
«Lamentablemente llegas a ser rey como resultado de la muerte de tu madre, en mi caso, así que no es algo agradable. Por eso prefiero no pensar en ello», decía en 2010. De hecho, en su primer discurso a la nación se le ha visto conmovido por la reciente muerte de su madre, que es y será siempre su «inspiración». Ha dicho que se guiará por el amor, la lealtad y el afecto que han marcado su reinado.
«Lo tomo como algo que pasará sin más», señalaba el entonces heredero sobre su acceso al trono. Y ha sucedido cuando Carlos III tiene ya 73 años, una edad en la que sus coetáneos ya están jubilados. El Carlos príncipe de Gales ha dejado de existir para dejar paso al Rey Carlos III. «No se puede ser rey y heredero al mismo tiempo. Son dos situaciones diferentes. No me comportaré de la misma forma», añadía en una conversación con la BBC en 2018.
A pesar de que sus opiniones son conocidas, sobre todo su compromiso en la lucha contra el cambio climático, Carlos III como Rey es una incógnita. “Cada soberano es distinto y él tiene su propia personalidad. Lo que es indudable es que ha tenido un largo aprendizaje y él ha aprendido de la Reina. Tiene un carácter firme y lo va a necesitar”, decía a la cadena pública británica su amigo Sir Nicholas Soames, nieto de Winston Churchill.
Al dirigirse por primera vez a la nación, Carlos III ha prometido renovar el compromiso con el pueblo británico y la Commonwealth que cumplió su madre hasta el final. «Como la propia Reina hizo con una devoción inquebrantable, yo también me comprometo firmemente, durante el tiempo que Dios me conceda, a defender principios constitucionales en el corazón de nuestra nación. Y dondequiera que viváis en el Reino Unido, o en los reinos y territorios de todo el mundo, y sean cuales sean vuestros orígenes o creencias, me esforzaré por serviros con lealtad, respeto y amor, como he hecho a lo largo de mi vida».
Horas antes, a su llegada a Londres, estrechaba las manos, descubiertas, a quienes rendían homenaje a su madre ante el Palacio de Buckingham. «Dios salve al Rey», clamaba la multitud al tiempo que mostraban su pesar. Será difícil que el nuevo rey logre las tasas de popularidad de su madre, que superaban el 85%, y de hecho hasta ahora era menos querido que su heredero y la nueva princesa de Gales, entre otros, pero si no comete errores se verá beneficiado por el efecto aglutinador que crea esa necesidad de unirse bajo un símbolo en tiempo de crisis.
El tándem con Liz Truss
Carlos III mantuvo su primer encuentro con Liz Truss, recién llegada al puesto de primera ministra como sucesora de Boris Johnson. La crisis política que derivó en la sucesión de Boris Johnson aún está por resolverse. La figura del primer ministro, que cayó tras una larga agonía sin reconocer haber mentido al Parlamento ni lamentar sus fiestas en plena pandemia, ha quedado debilitada. Y Liz Truss, elegida por 160.000 militantes conservadores, y formar un gobierno sin partidarios de su rival, Rishi Sunak, ha de afrontar el desafío de una crisis económica, marcada por una inflación desbocada, superior a la española, los precios de la energía al alza, y los efectos del Brexit en plena guerra.
La primera ministra se ha puesto manos a la obra al anunciar la congelación de los precios de la energía y ha prometido bajadas de impuestos, como el de sociedades, para fomentar la inversión. Pero lo tendrá difícil para remontar con vistas a las próximas elecciones, a dos años vista. En los sondeos los laboristas están a diez puntos y por primera vez desde 2006 en economía van por delante de los tories.
«La clave en el sistema parlamentario es el tándem que forman el jefe de Estado y el del gobierno. Si la relación es fluida, y hay una buena división del trabajo, si no hay solapamientos innecesarios, puede contribuir a la fortaleza de la Corona y en beneficio del país. En situaciones polarizadas como la actual no es fácil que los primeros ministros desempeñen ese papel. Desde ese punto de vista, la llegada de los laboristas en las próximas elecciones podría beneficiar a las dos partes», señala Charles Powell, director del Real Instituto Elcano.
Reconoce Charles Powell que el momento es “delicado” en el Reino Unido, aunque también en otros países europeos. “Confluyen la crisis política, marcada por la dimisión de Boris Johnson en circunstancias atípicas, y una primera ministra que no ha pasado por las urnas, y por lo tanto débil, con la crisis económica, marcada por la creciente inflación, en parte debida a la guerra de Ucrania. En tercer lugar, las consecuencias sociales y económicas del Brexit. El Reino Unido se plantea qué papel quiere ocupar en el mundo, y eso llevó a Boris Johnson a ser muy beligerante contra Rusia y desarrollar una relación muy estrecha con EEUU”.
El riesgo de un Reino Desunido
Relacionado también con el Brexit está el riesgo de ruptura territorial. «El Reino Unido es un estado formado por cuatro naciones y hay un movimiento secesionista potente en Escocia. El Partido Nacionalista Escocés pretende reeditar el referéndum fallido. Truss se negará y no sabemos qué consecuencias tendrá. Y está Irlanda del Norte. La actitud torpe del gobierno británico con la UE hace que muchos norirlandeses piensen que sería mejor unirse a la República de Irlanda. En una década podría pasar a tener dos naciones, lo que sería muy duro para la Corona, que es un símbolo de unidad nacional, estatal, como en España”.
De hecho, Carlos III ha aludido en su discurso a que su hijo Guillermo asume los títulos escoceses, «que tanto significan para mí». En sus primeros días en el trono, es probable que sus viajes tengan una lectura en ese sentido. Es el rey de ingleses, galeses, escoceses y norirlandeses. Al menos de momento.
Y será uno de sus retos actuar como aglutinador, como hizo su madre, siempre manteniendo la neutralidad del cargo. Ni siquiera intervino cuando Escocia pudo celebrar su referéndum, autorizado entonces por el gobierno que encabezaba David Cameron. Ahora la primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, pretende hacer lo mismo pero Liz Truss se opone tajantemente. El argumento más sólido del no a la independencia en 2014, la permanencia en el Reino Unido, hace que los nacionalistas revivan con más fuerza sus demandas: quieren seguir en la UE porque ellos así lo decidieron.
«Reino Unido vive una tormenta perfecta. Se lo toman con flema porque son muy pragmáticos y juegan con astucia para salir de sus problemas. Pero están en un momento de gran incertidumbre en todos los terrenos. El Brexit ha sido un desastre, pero unido a la cuestión territorial donde confluyen en la cuestión de Irlanda del Norte y Escocia, señala un horizonte de decadencia. Y enfrentar un mundo complicado con la casa dividida es aún más complejo», indica Ángel Rivero, profesor de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid.
Como subraya Francis Ghilès, investigador sénior asociado de Cidob, en realidad el desafío de la unidad del Reino Unido no es suyo realmente, pero su papel como Rey se verá afectado gravemente si hay escisiones.
Una familia real más reducida
Para Ghilès, de madre británica, Carlos III ha de reducir el tamaño de la familia real como han hecho otras monarquías nórdicas. «Es fundamental que la familia real se reduzca al mínimo por el coste y porque resulta ridículo. A la vez es fundamental que mantenga la neutralidad. Como príncipe expresó sus opiniones sobre ecología, arquitectura, religión, pero como Rey no puede hacerlo y su madre fue ejemplar. Y en tercer lugar ha de reducir el patrimonio real. Sería un buen gesto que abriera los jardines de Buckingham Palace y viviera en Clarence House. Es decir, menor coste y neutralidad serán fundamentales para su éxito».
Es posible que esa transformación de la familia real sea otra cuestión que aborde pronto. En su alocución, se ha referido con especial cariño a su esposa Camilla, a su heredero Guillermo y su mujer, Catalina, y ha mencionado a su hijo Harry y a Meghan, pero ha dejado claro que ya viven fuera del Reino Unido.
Los últimos años de la Reina, con los disgustos con el príncipe Andrés, su favorito, relacionado con el millonario Jeffrey Epstein, acusado de pederastia, y la exposición pública de Harry y Meghan y sus críticas a la Casa (familia real) han hecho mucho daño a la institución. Sabe por experiencia lo que supone la exposición mediática: estuvo casado con la princesa del pueblo, Lady Di, y los británicos han tardado en perdonarle que convirtiera su matrimonio en cosa de tres (por Camilla Parker-Bowles, su actual esposa), en palabras de Diana en su entrevista en la BBC. Ha demostrado que su amor por Camilla no era un capricho y junto forman una alianza sólida.
Republicanos al alza en la Commonwealth
Carlos III, como lo era su madre, es reconocido como rey de otras 14 naciones, miembros de la Mancomunidad de Naciones, entre ellas Canadá, Australia, Nueva Zelanda o Jamaica, y encabeza la Commonwealth. Son 53 países que engloban 2.500 millones de personas.
La muerte de la Reina, cuya autoridad no se cuestionaba apenas, va a animar a quienes reclaman acabar con lo que consideran un anacronismo. El diputado australiano Adam Bandt, del Partido Verde, al tiempo que expresaba sus condolencias en Twitter por el fallecimiento de Isabel II, decía que había llegado la hora de romper esos lazos.
Australia ya celebró un referéndum para convertirse en república en 1999 pero el 55% de los votantes rechazaron la opción. La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, ha reconocido que la Reina era “extraordinaria”, pero no ha ocultado en el pasado que le gustaría que su país fuera en el futuro una república.
En el Caribe, Barbados lo hizo el año pasado y e príncipe Carlos asistió a la ceremonia, donde reconoció las “atrocidades de la esclavitud” que se vivieron en la nación bajo dominio británico. Jamaica empezará su proceso de transición en junio y se espera que deje de reconocer al monarca británico antes de las elecciones generales de 2025. En Canadá el 51% se opone a que la monarquía británica siga teniendo el mismo papel que ahora. El 67% rechaza a Carlos III como rey, según una encuesta del Angus Reid Institute, citada por Forbes.
«Probablemente Carlos III reconozca que no tiene sentido ser cabeza visible de la Commonwealth y se transforme en algo parecido a la Comunidad Iberoamericana. Sería una Commonwealth más inclusiva y más horizontal. En África y Asia hay un ambiente cada vez más hostil hacia los legados del colonialismo. Sería inteligente que se adelantara a estas demandas de reforma y ofreciera un cambio de estatus a quienes se lo exigen», señala Charles Powell.
Otro aspecto que podría cambiar Carlos III, a juicio de Powell, es su papel como gobernador supremo de la Iglesia de Inglaterra, dado que el país es cada vez más multirreligioso. “Es un hombre espiritual, como lo era su padre. No descartaría que buscara un cambio de estatus, de tal manera que sea el rey de todas las confesiones, de todos los británicos”.
Cambios como estos demostrarían la gran capacidad de adaptación de la Monarquía británica, tan tradicional como atenta al devenir de los tiempos. De este modo, según Powell, los británicos son monárquicos por pragmatismo.
«Muchos piensan que termina una era y que en la nueva era se puede replantear la monarquía. A corto plazo no está sobre la mesa, pero los británicos no son biológicamente monárquicos. Lo son por pragmatismo. Carlos III tiene grandes aptitudes y puede construir sobre el legado de su madre, pero no puede dar nada por hecho”, concluye Powell, optimista. «Puede ser un rey renovador, modernizador. Ha de cuidarse de no querer hacer mucho en poco tiempo».
No tendrá 70 años como su madre para construir su legado. Ni empieza a reinar en plena juventud y menos de una década después de la Segunda Guerra Mundial. El mayor regalo que le ha dado la Reina en su última etapa es permitir que Camilla Parker-Bowles, su segunda esposa y el amor de su vida, sea reina consorte, lo que nunca fue el duque de Edimburgo. Juntos construirán una nueva forma de reinar. Es una incógnita si tendrán éxito.