Por Daniel Lozano en La Nación
En el plano regional, busca dejar atrás su encierro en Miraflores; cuenta con el apoyo de Gustabo Petro y aspira a reunirse con Lula da Silva; EE.UU. mantiene la recompensa de US$15.000.000 por su captura
“Soplan nuevos vientos de integración y ahí va Venezuela en la vanguardia de la unión de América Latina y el Caribe. ¡Ha llegado la hora!”, clamó el martes pasado Nicolás Maduro para celebrar el regreso de Brasil y de Colombia a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac). La misma organización creada por Hugo Chávez y Luiz Inacio Lula da Silva en 2010 cuyos objetivos no solo eran la soñada integración, sino también la defensa a ultranza de los líderes de la Patria Grande.
Al preparar este año político, Maduro y sus asesores marcaron en el calendario una fecha en “rojo rojito”, como le gustaba decir al “comandante supremo”: martes 24 de enero. La Cumbre de la Celac en Buenos Aires apuntaba como el mejor escenario para consolidar su regreso tras el aislamiento internacional que comenzó en 2018, con el fraude de las elecciones presidenciales y en medio de uno de los mayores descalabros sociales y económicos en la historia del continente.
A los pocos meses estalló el desafío de la oposición democrática, encabezada por Juan Guaidó, y por buena parte de la comunidad internacional. El presidente, arrinconado, desapareció de cónclaves y encuentros y se tuvo que conformar con viajes casi domésticos a Cuba y Nicaragua, las otras dos dictaduras revolucionarias.
Una serie de factores ha emergido en el nuevo orden internacional para imponer la redención internacional de Maduro y la idoneidad del viaje a Buenos Aires. Tras varios años de obligado ostracismo, Maduro ha vuelto a los foros internacionales, es solicitado con cariño por los presidentes de la región y mantiene contactos y negociaciones con Estados Unidos y la Unión Europea, pese a ser el principal aliado de Rusia en el “patio trasero” de Washington.
La invasión de Ucrania, la crisis energética, la hegemonía izquierdista en América Latina, la desaparición del Grupo de Lima, el declive de Luis Almagro al frente de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y una estrategia urdida a la perfección se han confabulado para rehabilitar al “presidente pueblo”. La campaña de “normalización”, que ahora tiene al embajador colombiano en Caracas, Armando Benedetti, como principal “hooligan”, recoge sus frutos después de mucho dinero invertido.
Es precisamente el presidente colombiano, Gustavo Petro, quien ya ha visitado Caracas en dos ocasiones, el encargado de hacer saber a Washington la necesidad de levantar las sanciones personales contra el círculo de Maduro, incluso la recompensa de 15 millones de dólares establecida para quien aporte información que conduzca a la detención del mandatario bolivariano “por convertir a Venezuela en un narcoestado que auspicia el terrorismo, uniéndose a las FARC para exportar cocaína a Estados Unidos”.
En sus incontables apariciones televisivas, Maduro ha insinuado que le hace mucha ilusión volver a la Argentina por la puerta triunfal, el mismo país donde Chávez protagonizó momentos históricos para la revolución chavista, como en 2005 con aquel viaje insólito en el “Tren del ALBA” hasta Mar de Plata para enterrar el ALCA pregonado por Estados Unidos.
Precisamente el viaje de mayor calado que realizó Maduro durante su reclusión en el Palacio de Miraflores fue a México para asistir a la otra Cumbre de la Celac encabezada por Andrés Manuel López Obrador. Lula también esperaba a Maduro para su jura en Brasilia y fue su enviado, Jorge Rodríguez, jefe del órgano legislativo chavista, quien le anunció al presidente brasileño que Maduro “no pudo venir”, tal y como quedó recogido en uno de los videos de la ceremonia. Después no se explicó cuáles fueron los motivos.
En la balanza de Maduro hay pros y contras. “Sigue siendo un riesgo importante, porque es un espacio donde es muy difícil garantizar 100% la seguridad. Para Maduro pesa mucho que todavía se mantiene vigente la recompensa de Estados Unidos por su captura [15.000.000 de dólares]. Además debe saber que el gobierno de la Argentina no controla totalmente a la justicia, y aunque un movimiento por ese lado es improbable, porque apenas en las últimas horas es que se han hecho las solicitudes, tampoco se puede descartar al 100%”, precisa para LA NACION el analista internacional Mariano de Alba, asesor senior del Crisis Group.
Y al otro lado de la balanza, el mismo peso de la Celac. “Los autócratas se han agrupado en conglomerados con un único propósito, y la Celac es uno, pensado así desde Chávez: preservar el poder”, señala el politólogo Walter Molina.
Además están los asuntos internos, cuando precisamente 24 horas antes de la cumbre argentina, profesores y otros gremios han convocado una nueva jornada de protestas ante los salarios de miseria que cobran los empleados públicos. Después de varios años con las protestas bajo control, las demandas ciudadanas vuelven a rugir en las calles venezolanas.
“Por ello, para Maduro es clave enviar el mensaje, sobre todo a lo interno del chavismo, de que su aislamiento en la región está quedando atrás y poder coincidir con Lula y Petro, ratificando a los ojos de la región que superó el reto que le planteó la oposición”, concluye De Alba. “El auge de la Celac, que viene siendo impulsado por México y la Argentina, incluirá para este año una cumbre presidencial con la Unión Europea en Bruselas”, certifica.