Vía El Confidencial

Suele ser una de esas grandes preguntas olvidadas. ¿En qué lugar del cerebro se produce la percepción? Rara vez nos paramos a pensar en el mundo exterior que percibimos, pero es todo un viaje en nuestro interior

Suele ser una de esas grandes preguntas olvidadas, porque rara vez nos paramos a pensar en el mundo exterior que percibimos, en la acción de percibirlo. ¿Cómo transcurre a través de nuestro cuerpo hasta que se convierte en una idea de lo que es? Ya sabes el dicho de que cada persona es un mundo, o el de que para gustos los colores. Todos ellos dependen de ese gesto inadvertido: la percepción.

A veces, de pronto, algo nos hace conscientes de que esta se produce, y en el momento justo la sentimos atravesarnos, y esa conciencia repentina nos alerta como una epifanía de que estamos vivos. Estar vivos, qué paranoia. No podríamos saberlo si no tuviéramos cerebro, el centro mismo donde todo lo que nos rodea coliciona.

Una explícación científica rápida podría ser que los estímulos sensoriales de los ojos, los oídos y demás se convierten en señales eléctricas y luego se transmiten a las partes relevantes de la corteza sensorial que procesan estas entradas e inducen la percepción. Para iniciar un movimiento, los impulsos de la corteza motora ordenan a las neuronas de la médula espinal que produzcan una contracción muscular. Por supuesto, para que cualquiera pueda entenderlo hace falta algo más.

Hay que acudir a la mente

¿En qué lugar del cerebro se produce la percepción? ¿Qué inicia el movimiento de un dedo antes de que se disparen las células en la corteza motora? Estas son algunas de las cuestiones que se ha planteado resolver la profesora György Buzsáki en ‘Scientific American’. No es fácil responder, y por ello a veces los propios científicos tiran de ese lenguaje complejo que a otros nos suena a trabalenguas. Ellos tampoco saben bien qué decir.

«El desafío para mí y para otros neurocientíficos implica la importante pregunta de qué es exactamente la mente. Desde la época de Aristóteles, los pensadores han asumido que el alma o la mente es inicialmente una pizarra en blanco, una tabula rasa en la que se pintan las experiencias. Este punto de vista ha influido en el pensamiento de las filosofías cristiana y persa, el empirismo británico y la doctrina marxista. En el siglo pasado también permeó la psicología y la ciencia cognitiva. Esta visión de ‘afuera hacia adentro’ retrata la mente como una herramienta para aprender sobre la verdadera naturaleza del mundo», explica Buzsáki.

La neurociencia actual contiene cada una de estas corrientes que le precedieron en su tarea. Ahora, el marco que entiende el proceso mental de afuera hacia adentro supone que la función fundamental del cerebro es percibir «señales» del mundo e interpretarlas correctamente. «Pero si esta suposición es cierta, se necesita una operación adicional para responder a estas señales. Enclavado entre las entradas y salidas perceptivas reside un procesador central hipotético, que toma representaciones sensoriales del entorno y toma decisiones sobre qué hacer con ellas para realizar la acción correcta».

Una caja negra donde todo se junta

Homúnculo, tomador de decisiones, función ejecutiva, variables intervinientes o simplemente una «caja negra», a lo largo del tiempo se le han adjudicado todo tipo de nombres, como nociones, que decían bien poco de él. Las regiones cerebrales de orden superior, como la corteza prefrontal, se habían postulado hasta el momento como ese lugar donde «todas las cosas se juntan» y «todas las salidas se inician». Sin embargo, apunta esta experta, cuando miramos más de cerca, el marco de afuera hacia adentro no se mantiene unido.

No se ve la apariencia de las cosas, se ven las cosas, quiere decir Buzsáki. Por tanto, en algún momento surge algo más que la mera visión. Pues claro, cuando las neuronas de la corteza visual empiezan a generar oscilaciones eléctricas en respuesta a entradas de otras partes del cerebro, incluidas las que llegan a través de múltiples vías complejas desde la retina. Sencillísimo.

A ver, por partes: las neuronas no se asoman al exterior, permanecen tras la barrera del cuerpo, así que si las imaginas como pequeños bichitos azules (recordando la mítica serie de ‘Érase una vez el cuerpo humano’, deben pulular en nuestro interior a pasos de ciego. Vamos, que «no son conscientes de los eventos que causan cambios en sus patrones de activación».

El importante papel de la memoria cognitiva

«Debido a que las neuronas no tienen acceso directo al mundo exterior, necesitan una forma de comparar o aterrizar sus patrones de activación con otra cosa. El término ‘conexión a tierra’ se refiere a la capacidad de los circuitos del cerebro para asignar significado a los cambios en los patrones de activación neuronal que resultan de las entradas sensoriales». ¿Pero cómo consiguen realizar esto? Pues relacionando la actividad que les toca desenredar con otra cosa.

Los circuitos neuronales envían una orden a los músculos que controlan los ojos y otros sensores corporales como la piel, las manos o la lengua y les orientan en la dirección óptima hacia el cerebro

Entonces entra en juego los circuitos neuronales que dan comienzo a una acción como conjunto. Estos circuitos llevan a cabo principalmente dos tareas: enviar una orden a los músculos que controlan los ojos y otros sensores corporales como la piel, las manos o la lengua y les orientan en la dirección óptima para una investigación profunda de la fuente de una entrada. Cuando algo roza, cuando las manos tocan, cuando comemos… Ahí están. Son los encargados de ofrecer al cerebro la capacidad de identificar la naturaleza y la ubicación de las señales externas.

Lo que realizan en ese momento es la acción de acercar las llamadas descargas corolarias (señales para que nos entendamos) a áreas cerebrales sensoriales y de orden superior. Para llevarlo a la práctica, la investigadora propone un ejercicio fácil que demuestra ese trabajo del organismo que siempre pasa desapercibido:

«Cubre uno de tus ojos con una mano y mueve el otro ojo suavemente desde un lado con la punta de su dedo aproximadamente tres veces por segundo mientras lees este texto. Verás inmediatamente que la página se mueve hacia adelante y hacia atrás. En comparación, cuando estás leyendo o mirando alrededor de la habitación, nada parece moverse. Esta constancia ocurre porque las neuronas que inician los movimientos oculares para escanear oraciones también envían una señal de corolario al sistema visual para indicar si el mundo o el globo ocular se está moviendo, estabilizando así la percepción de tu entorno».

Al final, nada es completamente nuevo para el cerebro, porque siempre relaciona lo nuevo con lo viejo, y esa es la clave. Incluso un cerebro sin experiencia tiene una gran reserva de trayectorias neuronales listas, que ofrecen oportunidades para hacer coincidir los eventos en el mundo con patrones cerebrales preexistentes sin requerir una reconfiguración sustancial de sus conexiones.