Vía El Páis

Gobernante entre 2000 y 2006, el primer socialista en llegar a La Moneda tras Salvador Allende anuncia en EL PAÍS su posición ante el plebiscito del 17 de diciembre que definirá la suerte de la nueva propuesta de Constitución

El socialista que gobernó Chile entre 2000 y 2006, el primero de la izquierda que llegó a La Moneda luego de Salvador Allende, 17 años de dictadura y una década de gobiernos democráticos democristianos, Ricardo Lagos (85 años, Santiago), analiza el momento político clave que vive el país: el segundo intento en cuatro años por cambiar su Constitución vigente. Redactada en 1980, en la dictadura de Augusto Pinochet, ha sido reformada unas 60 veces desde 1989. Las transformaciones de mayor profundidad se produjeron en su Gobierno, en 2005, por lo que el texto actual lleva su firma. Lagos, sin embargo, se ha manifestado reiteradamente a favor de reemplazar la Carta Fundamental.

Aunque con distancia cuidada de la política diaria, el expresidente ha hecho sentir su voz en instantes definitorios. En julio de 2022, una Convención Constitucional dominada por la izquierda entregó su propuesta y Lagos removió la escena política al instalar la discusión no ya sobre las dos opciones ante aquel plebiscito, sino en lo que sucedería después: como el texto no concitaba el apoyo necesario –lo que se demostró en las urnas– llamó a continuar con el proceso constituyente tras el referéndum, sin anunciar si él estaría por el apruebo o el rechazo. Finalmente, la ciudadanía echó abajo el texto por un 62% contra un 38%.

Chile se halla hoy ante su segunda chance. Emprendió un nuevo proceso con características diferentes al anterior y tuvo entre sus etapas el trabajo de una Comisión Experta, elegida por el Congreso, que acordó un texto que concitó consenso político. El proyecto, sin embargo, luego fue trabajado por un Consejo Constitucional de 50 miembros, dominado por las derechas: la tradicional consiguió 11 puestos, mientras la derecha extrema del Partido Republicano, 22. Hace algunos días, el lunes recién pasado, el pleno del consejo lo aprobó con los 33 votos de la oposición y los 17 del oficialismo del presidente Gabriel Boric, en una nueva muestra de la falta de consensos. La propuesta se plebiscitará el 17 de diciembre próximo. Mientras la derecha y grupos de centro se han cuadrado para sacarla adelante –la consideran mejor que la actual–, la izquierda se cuadra por rechazarla, por conservadora.

En esta entrevista con EL PAÍS, Lagos toma pública posición ante este referéndum. Su decisión genera expectativa en Chile.

Pregunta. ¿Cómo calificaría el momento político que vive su país?

Pregunta. Es un tiempo de blanco y negro, de noche y amaneceres. Un tiempo donde la política no logra entender que el mundo ha entrado en una fase muy distinta de todo lo que configuró el sentido del desarrollo y la vida en dos siglos. Estamos en el despegue acelerado de la Era Digital, un tiempo que deja atrás todo lo que vino con la máquina a vapor del señor Watt y la Revolución Industrial. Chile empuja con liderazgo el Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial, somos parte de la transformación profunda que trae el litio y el hidrógeno verde, el presidente Gabriel Boric es escuchado con atención en Beijing y en Washington… Pero algo pasa.

P. ¿Qué es lo que ocurre?

R. Aquí no terminamos de entender todo eso y no creamos grandes consensos en la política, para que Chile vuelva a tener el liderazgo que tuvo en las décadas recientes.

P. El lunes pasado, el Consejo Constitucional aprobó un texto de nueva Constitución con los 33 votos de las derechas y los 17 del oficialismo. ¿Por qué no se ha logrado un consenso en el proyecto de nueva Constitución?

R. Ahí las cosas son más complejas. Yo siento una gran decepción ante la forma como ha concluido este proceso para crear una nueva Constitución. Lo que tenemos hoy es el texto de un sector que se cree con el derecho de imponer su veto al resto de los chilenos. La inspiración ideológica, que puede ser legítima en otro ámbito del debate político, se ha impuesto de forma que nos entrega un texto partisano, sin ninguna posibilidad de representar a la Nación como un todo.

P. Hace un año, Chile plebiscitó un texto que fue echado abajo por un 62% y que fue criticado, justamente, por partisano.

R. Es lo que hemos sufrido, tanto en la anterior propuesta constitucional como en esta: esa incapacidad de entender que la Constitución es la Ley de leyes. Si la lógica debe ser como en las familias; de una u otra forma hay un orden de las cosas en el hogar, pero eso no impide que los hermanos piensen diferente, sean distintos. Esa dimensión es la que no tenemos ahora.

P. ¿Usted, entonces, está por el rechazo al proyecto de nueva Constitución?

R. Estoy por el rechazo, porque no veo que esta propuesta constitucional nos ayude a cohesionarnos como chilenos, como sociedad. Es un texto que, a pesar de todo lo que hizo la Comisión de Expertos en favor de lograr un consenso, fue desarticulado en la etapa final por el Consejo Constitucional.

P. ¿Era posible un proyecto diferente si fueron las derechas las que democráticamente alcanzaron 33 de los 50 escaños en el Consejo Constitucional?

R. Estoy consciente que los consejeros llegaron allí tras la elección de mayo, llegaron por un proceso democrático. Pero si la derecha extrema y la derecha tradicional lograron una mayoría aplastante, eso no los liberaba de la responsabilidad de haber trabajado para una Constitución no sólo para ellos, sino para todo el país, para todos los chilenos.

P. ¿No teme que, tras el rechazo, si este se impone, el devenir de Chile sea aún más crítico?

R. Si se impone el rechazo no quedamos en el limbo. Tenemos una Constitución desde la cual avanzar, mediante reformas, hacia un país que pueda crear de verdad un Estado Social de Derecho. No quiero que nadie imponga su veto cuando se habla de un desarrollo con más igualdad, con verdadero acceso a los cambios que vienen. Eso es lo que necesitan entender los dirigentes políticos de hoy, de todos los sectores. Se trata de tener una Constitución para responder a lo que viene o a lo que ya nos desafía.

P. A los 85 años y tras una vida dedicada a lo público, ¿cuáles cree que son esos desafíos?

R. Lo digital está cambiando la vida en muchos sentidos. Alguien como yo, con 85 años, sabe que sólo verá algunas de estas transformaciones. Pero, por favor, la Constitución debe pensarse para esos niños y jóvenes que recién entran al siglo XXI, muchos de los cuales vivirán 100 años o más. Chile necesita una Constitución que entregue el marco adecuado para los nuevos deberes que tendrá el Estado en el futuro, en su tarea de crear mejor vida para los chilenos. Pero los partidos políticos están aún avanzando con la inercia del siglo XX. Por cierto, la democracia requiere de los partidos, pero estos deben aprender a entender y escuchar de otra forma a la ciudadanía.

P. ¿Por qué la política chilena parece no avanzar, mientras las demandas de la sociedad siguen en espera?

R. Más allá de la reforma de 2016 que terminó con el sistema binominal, no vemos que la práctica de la política haya cambiado. Y ahora, sobre todo tras las protestas y las consecuencias de la pandemia, la fuerza de las redes sociales es enorme para cuestionar o plantear exigencias a la autoridad de manera directa. Pero igual yo veo ahí mucho de coyuntura, de pelea en el hoy y el ahora. Necesitamos partidos y políticos que traigan propuestas para el mañana, que nos entreguen una idea de país para el siglo XXI, de un país que sepa crecer en el mundo digital en todas sus dimensiones.