Por Flávia Milhorance en Diálogo Chino
Una de las regiones más ricas en agua del planeta se enfrenta a una emergencia por los efectos de El Niño, el calentamiento del Atlántico y la continua deforestación
Desde hace cerca de dos meses, una grave sequía afecta al oeste de la Amazonía brasileña y llega hasta otros países sudamericanos que comparten la selva.
La crisis es más grave en el estado de Amazonas, que, aunque está sometido a una presión cada vez mayor por la deforestación ilegal, especialmente en su parte sur, sigue teniendo la mayor proporción de vegetación autóctona y cursos de agua conservados de todos los estados de Brasil.
Pero ni la resistencia de la selva ni la abundancia de agua en la Amazonía, cuya cuenca es la mayor del mundo por volumen y superficie, han podido frenar los devastadores daños causados por la actual sequía.
“Es una catástrofe anunciada”, afirma Luciana Gatti, investigadora del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), cuyo seguimiento ha demostrado cómo el bioma amazónico va perdiendo su capacidad de generación de lluvias y de almacenamiento de carbono a medida que avanza la deforestación.
Los ríos de la cuenca amazónica han registrado mínimos históricos, lo que ha impedido a los barcos que transportaban personas y mercancías llegar a sus destinos y ha dejado aisladas a las comunidades indígenas y ribereñas. La sequía, combinada con el calor extremo de un invierno sudamericano anormalmente cálido, puede haber sido responsable de la muerte de más de 170 delfines en el estado de Amazonas ―algo sin precedentes en el bioma― y ha facilitado la propagación de incendios, cuyo humo ha creado escenas apocalípticas en la capital del estado, Manaos.
En una de las regiones más ricas en agua y biodiversidad del planeta, animales y personas han muerto o padecen la insalubridad, el hambre y la sed. ¿Por qué la Amazonía ha sido incapaz de hacer frente a estas presiones climáticas? ¿Y qué pasará en el futuro?
¿Qué tan intensa y rara es esta sequía amazónica?
La región amazónica de Brasil experimenta dos estaciones al año: la seca y la lluviosa. Los amazónicos se han acostumbrado al carácter cíclico de las fluctuaciones del nivel de los ríos. Pero lo que ya no es tan predecible, según los expertos, es la intensidad y frecuencia de los periodos secos y húmedos.
Donde antes se producían una vez cada dos décadas, las sequías intensas son ahora más regulares, según Carlos Nobre, científico climático e investigador de la Universidad de São Paulo, que destaca cinco episodios similares ocurridos desde 2005. “El cambio climático ha aumentado mucho la frecuencia y la gravedad de estas sequías”, afirma.
La sequía de este año puede eclipsar el último episodio grave en la región. Una de las sequías más agudas de la Amazonía se produjo en 2015 durante la estación seca entre mayo y octubre, prolongándose hasta la estación húmeda del primer semestre de 2016, con lluvias un 50% por debajo de los niveles esperados.
Los climatólogos consultados por Diálogo Chino esperan la llegada de la estación lluviosa en noviembre para evaluar el alcance de la sequía actual. “Todavía no sabemos si esta sequía batirá el récord de 2015 y 2016”, dice Nobre. “En algunos lugares ya sucedió, como en la cuenca del río Negro”.
La semana pasada se registraron una serie de mínimos históricos en el río Negro, que fluye desde su nacimiento en el este de Colombia a lo largo de más de 2.200 kilómetros hasta desembocar en el río Amazonas en Manaos. El 26 de octubre, su nivel bajó a 12,7 metros en el puerto de Manaos, el nivel más bajo registrado en 121 años. En el otro extremo de la escala, en junio de 2021, durante una crecida sin precedentes, alcanzó su máximo histórico con 30,02 metros.
¿Cuáles son las causas de la sequía en la Amazonía?
Entre 2020 y mediados de 2023, Brasil sufrió los impactos de La Niña, fenómeno climático que provoca un enfriamiento anormal del océano Pacífico, lo que altera la formación de los vientos y trae más lluvias a la Amazonía brasileña. La región está ahora bajo la influencia de El Niño, el fenómeno climático homólogo que calienta esas aguas, cambiando la distribución de los vientos y provocando sequías más fuertes que las experimentadas estacionalmente.
Simultáneamente, las aguas del Océano Atlántico Norte han registrado temperaturas inusualmente altas, trayendo vientos secos a la Amazonía. Con los dos océanos que rodean a la selva ―el Pacífico al oeste y el Atlántico al este― más cálidos de lo habitual, se está impulsando un clima más seco que ejerce presión sobre el bioma.
“Estos dos factores conducen a una sequía muy pronunciada y muy larga”, explica Nobre, coautor de la tesis según la cual la Amazonía está cerca de su “punto de inflexión” y la deforestación podría conducir a la “sabanización” de la selva.
La sequía de este año también se está viendo intensificada por la progresiva pérdida de bosques, afirma Gatti, del Inpe. “Lo peor de todo es la deforestación, porque el propio bosque participa en la formación de las lluvias”, afirma. Las regiones del este de la Amazonía brasileña, donde avanza el arco de la deforestación, perdieron una media del 30% de su cobertura forestal, y esta zona, explica Gatti, influye en la formación de las lluvias en el lado oeste, donde la sequía es más pronunciada.
Con la vuelta al poder del presidente Luiz Inácio Lula da Silva y sus planes de reintroducir protecciones para la Amazonía, la ONG medioambiental Imazon informa que la deforestación ya fue tres veces menor en los nueve primeros meses de este año en comparación con el mismo periodo de 2022, bajo el mandato de su predecesor Jair Bolsonaro, que fomentó la explotación de los recursos naturales de la selva. A pesar de la reducción, la deforestación continúa a un ritmo significativo. Un área equivalente a casi 1.300 campos de fútbol de selva tropical ha desaparecido cada día este año, lo que supone una destrucción aún más alta que los niveles previos a 2017, durante los gobiernos anteriores del Partido de los Trabajadores de Lula, señala el informe de Imazon.
¿Qué daños ha causado la crisis hídrica?
A mediados de octubre, una delegación del gobierno federal de Brasil llegó a Manaos para intentar explicar la nube de humo que sofocó la capital del estado durante varios días seguidos. Marina Silva, ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático, declaró que la sequía, provocada por fenómenos climáticos, había confluido con incendios ilegales en zonas ya resecas de los alrededores de la ciudad y en el sur de la Amazonía, agravando el problema.
“No existen los incendios naturales en la Amazonía”, dijo Silva entonces, explicando que los incendios son actos criminales que forman parte de la deforestación en la región. “Incluso con una reducción del 64% de la deforestación en el estado de Amazonas [en 2023], seguimos teniendo una situación muy difícil”, añadió. “Imaginen si hubiéramos mantenido el estándar que teníamos el año pasado [bajo el gobierno de Bolsonaro]”.
Los incendios provocaron que el 11 de octubre Manaos registrara uno de los peores niveles de calidad del aire del mundo, con 387 microgramos de contaminantes por metro cúbico, lo que la sitúa sólo por detrás de dos lugares: Chikkamagaluru, en India, y Talang Betutu Palembang, en Indonesia, según informa Veja. El 26 de octubre, aunque la contaminación había remitido, Manaos seguía teniendo un aire insalubre, con 131 partículas por metro cúbico, según el Índice Mundial de la Calidad del Aire.
A lo largo de esta aguda sequía, la fauna regional se ha visto gravemente afectada. Hasta el 27 de octubre, 178 botos y tucuxis, dos tipos de delfines de agua dulce presentes en la cuenca del Amazonas, habían muerto en los lagos Tefé y Coari, en la Amazonía, según el Instituto Mamirauá, una organización ecologista local. La temperatura del agua del lago Tefé alcanzó los 40,9C durante el mes, y el calor extremo es la principal hipótesis de las muertes, aunque aún se están realizando pruebas de laboratorio. De momento, se han descartado los agentes patógenos como causa de las muertes. Según el instituto, el nivel del agua volvió a subir, estabilizando la situación.
Las comunidades ribereñas e indígenas de la región amazónica también han sufrido. Los problemas históricos, como el acceso a alimentos y agua potable, se han acentuado entre los pueblos que viven en las riberas de los ríos Solimões, Negro y Purus, según Mariazinha Baré, coordinadora de la Articulación de Organizaciones y Pueblos Indígenas de la Amazonía (Apiam). “Ya había dificultades continuas, y ahora, sobre todo por la sequía de los ríos y las dificultades logísticas, es mucho peor”, afirma.
Con la grave sequía, Baré afirma que ahora escasean los peces, la caza y el agua potable: “Algunas comunidades tienen que caminar kilómetros para conseguir agua, por ejemplo, y tememos que los manantiales se sequen por completo”.
También se ha hecho más difícil viajar para obtener artículos básicos y ayuda en una región donde los ríos son la principal vía de transporte para muchos. El descenso del nivel de las aguas también ha perjudicado a la economía regional: la dificultad para entregar componentes por vía fluvial ha llevado a la industria metalúrgica de Manaos a adelantar la baja colectiva prevista de 15.000 trabajadores; se han interrumpido los envíos de exportación de granos, y en su lugar el maíz se transporta por el sudeste de Brasil, recorriendo una ruta más larga y cara que si se enviara al extranjero por las vías fluviales del norte.
El bloqueo del tráfico fluvial también ha reavivado viejas disputas sobre la construcción de carreteras que proporcionen rutas alternativas fiables, con los políticos locales presionando para que se reanude la pavimentación de la autopista BR-319. La cuestión de la mejora de la ruta, que conecta los estados de Rondônia y Amazonas, ha ido y venido en la agenda política desde su construcción inicial en la década de 1970. Se ha expresado preocupación por los riesgos socioambientales que plantea el proyecto, que se enfrenta a la oposición de comunidades indígenas y ecologistas.
“No se pueden utilizar los problemas que estamos sufriendo para justificar la construcción de la carretera”, dice Baré. “La carretera no está construida al 100% y ya nos está trayendo muchos más problemas que si no estuviera, como los incendios al lado de la BR-319 [relacionados con el acaparamiento de tierras y la deforestación ilegal]”.
¿Cómo han respondido las autoridades a la emergencia?
Al ser preguntados por la crisis hídrica, los responsables del gobierno federal rechazaron las presiones para pavimentar la BR-319. Silva afirmó que la decisión sería técnica y no política, y el vicepresidente Geraldo Alckmin explicó que se había creado un grupo de trabajo para evaluar el proyecto.
En una reunión celebrada el 18 de octubre, Alckmin anunció que se enviarían 647 millones de reales (129 millones de dólares) para aliviar los daños causados por la sequía en la Amazonía, distribuidos entre recursos para el suministro de alimentos y agua, así como para el control de enfermedades relacionadas con el agua y el dragado de ríos. Según Baré, la ayuda empezó a llegar la semana pasada, principalmente en forma de envío de cestas de alimentos básicos a los lugares más críticos, casi dos meses después del inicio de la emergencia hídrica.
Baré pide más transparencia en la distribución de los fondos para evitar desvíos como los que se han producido en otras crisis regionales, como la pandemia de Covid-19. “Estamos trabajando duro para conseguir información”, afirma la coordinadora de Apiam. “Nuestra preocupación es que, con tanto dinero enviado directamente a los municipios y al gobierno, se aprovechen de los problemas que estamos viviendo”.
¿Cuánto durará la sequía en la Amazonía? ¿Puede repetirse?
Expertos dijeron a Diálogo Chino que no hay forma de predecir cuánto tiempo durará la sequía, pero pueden haber algunas señales en noviembre, cuando la temporada de lluvias suele comenzar.
José Marengo, del Centro Nacional de Monitoreo y Alerta de Desastres Naturales, teme que la sequía se prolongue hasta 2024. “Los niveles más altos del río Negro en Manaos se dan en junio, y es posible que en junio [del año que viene] esté muy bajo”, dice Marengo. “No sabemos exactamente qué tan bajo, pero muy bajo”.
Un boletín del Inpe y otros organismos gubernamentales indica que el pico de intensidad de El Niño debería producirse entre diciembre y enero, y que es probable que el fenómeno persista durante la primera mitad de 2024. A esto seguirá otra estación seca, que podría convertir la sequía en un desastre más profundo.
Por ello, los científicos exigen cambios significativos y rápidos para frenar el cambio climático. “Tenemos que reducir la deforestación en la Amazonía a cero lo antes posible”, declaró a Diálogo Chino Paulo Artaxo, profesor de física medioambiental y colaborador del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. Hacerlo, dijo, sería una de las estrategias más importantes para asegurar un “clima estable en este siglo y en el próximo”, dado el papel crucial de los bosques tropicales ―especialmente la Amazonía― en la regulación del clima mundial.