El código de barras, conocido sistema para identificar los productos comerciales, celebra sus 50 años este 2023, antes de ser sustituido progresivamente por otro sistema: el código QR, que contiene más información.

Sus líneas verticales son escaneadas 6.000 millones de veces por día en todo el mundo.

Además de ser el «documento de identidad de un producto», el código de barras «permite a los profesionales tener acceso a otras funcionalidades» como la gestión de existencias, el transporte y la trazabilidad, explica a la AFP Laurence Vallana, directora de SES Imagotag en Francia, una empresa especializada en el etiquetado electrónico.

Paquete de chicles

Aunque el código de barras fue patentado inicialmente por los estadounidenses Norman Joseph Woodland y Bernard Silver en 1952, no fue realmente perfeccionado y comercializado hasta 1971, bajo el impulso del ingeniero estadounidense George Laurer.

Después de consultas entre grandes industriales y distribuidores se convirtió en 1973 en el sistema utilizado para identificar los productos de gran consumo.

El primer artículo escaneado, el 26 de junio de 1974 en Ohio, fue un paquete de chicles que ahora se exhibe en el Museo Nacional de Historia de Estados Unidos, en Washington.

Hoy en día es la organización GS1 (Global Standard 1) — sin ánimo de lucro y que cuenta con dos millones de empresas miembros — que se encarga de la estandarización a nivel mundial de la identificación de los productos.

Para cada producto de cada empresa que lo solicita, entrega un código único de identificación, el «global trade ítem number», que luego se traduce en un código de barras.

Cada empresa debe abonar una cotización correlacionada con su volumen de negocios, de 98 euros (106 dólares) y 4.400 euros (4.770 dólares) anuales.

El juego Go

Ahora se perfila una pequeña revolución, explican Renaud de Barbuat y Didier Veloso, presidente de GS1 Mundo y presidente de GS1 Francia, respectivamente.

Para el 2027, el código de barras «habrá dado paso al nuevo estándar desarrollado por la organización», un código QR.

Si bien el código de barras hace pensar a algunos artistas o críticos del consumo excesivo a los barrotes de una prisión, la apariencia del código QR hace referencia al Go, un juego de origen chino que, con sus combinaciones de puntos blancos y negros dispuestos en un cuadrado, inspiró a su creador en 1994, el japonés Masahiro Hara.

El código QR significa Quick Response Code (código de respuesta rápida) y su ventaja sobre el código de barras es que puede integrar mucha más información, por ejemplo, la composición del producto.

«Contiene más información sobre los productos, comparte un sinfín de contenidos digitales y crea nuevos usos accesibles a todos, especialmente para los consumidores», sintetiza GS1.

Algunas marcas ya están añadiendo estos códigos a sus productos, lo que permite a los clientes saber más sobre su fabricación o características.

Esto se generalizó durante la pandemia de covid-19.

Aplicado a los productos de consumo, GS1 estima que el código QR será «una formidable herramienta para desarrollar la economía circular», en particular el reciclado y la reutilización.

Para tranquilidad de los nostálgicos del código de barras, GS1 explica que «los 13 dígitos para identificar un producto permanecerán», con lo cual la transición será suave.

AFP