El cultivo de arbusto de coca en Colombia aumentó un 10 por ciento en 2023 a 253.000 hectáreas, mientras que la producción potencial de cocaína alcanzó las 2.664 toneladas métricas, según una nueva encuesta publicada por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).
Esto representa un aumento potencial del 53 por ciento en la producción de cocaína durante 2022 y marca el décimo año consecutivo (desde 2013) en que las estimaciones de la producción potencial de cocaína han aumentado en el país.
A diferencia de los aumentos de 2021 y 2022, que se concentraron principalmente en el departamento de Putomayo, en 2023 el crecimiento fue más generalizado: en 16 de los 19 departamentos productores de coca se incrementó el cultivo. Los departamentos de Cauca y Nariño explican el 50 por ciento de la expansión de las áreas cultivadas en comparación con 2022.

Aunque hasta diciembre de 2023 no se registraron nuevos focos de cultivo de coca, los enclaves de coca siguen siendo un gran desafío: el 39% de la producción potencial de hoja de coca proviene de enclaves productivos que ocupan solo el 14% del territorio donde se siembra coca.
La mayor parte de la coca se encuentra lejos de los centros de mercado, en territorios con alta vulnerabilidad y accesibilidad limitada. Sin embargo, el estudio encontró que el número de hectáreas sembradas con coca en un radio de 12 km de un centro poblado aumentó de alrededor de 189.000 ha en 2022 a aproximadamente 209.000 ha en 2023, un aumento notable respecto de las 37.000 hectáreas de 2013.
La mayor proximidad podría hacer que las economías legales dependan cada vez más de los recursos generados por las actividades ilegales. Al mismo tiempo, la capacidad de los grupos delictivos para acceder a más bienes y servicios puede generar poderosos incentivos para sostener o expandir las actividades ilegales en esas zonas.
Los grupos armados en Colombia siguen estando muy involucrados en el mercado de la cocaína, lo que ha intensificado los conflictos violentos en las zonas afectadas por el narcotráfico, la minería ilegal y la trata de personas. El aumento de los cultivos también coincide con un aumento de la violencia contra los líderes sociales, un deterioro de las condiciones de seguridad y una presión adicional contra los grupos indígenas y afrocolombianos.
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