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Es lo que es

coronavirus

África es el continente pararrayos de todas las desgracias, así que cuando la Organización Mundial de la Salud declaró el estado de pandemia mundial, todos los expertos pronosticaron que allí el coronavirus desataría una carnicería.

Por: La Gaceta de la Iberosfera

África es tierra fértil para las epidemias, de las que ha sufrido y sufre en abundancia, lo que se suma a una dramática falta de recursos para combatir la enfermedad y los contagios y unas estructuras políticas que hacen imposible imponer barreras jurídicas eficaces a la infección.

En definitiva, la receta perfecta para que cualquier peste campe a sus anchas y se extienda sin trabas, provocando una enorme mortandad.

Solo que no es eso lo que ha ocurrido, muy al contrario.

En África, donde no ha habido confinamientos y las tasas de vacunación son bajísimas, los casos de covid y las muertes son solo una ínfima fracción del caso per cápita en el Primer Mundo.

Los expertos no se lo explican

En un informe publicado el pasado viernes, la agencia Associated Press señala que cuando “el coronavirus apareció el año pasado, las autoridades sanitarias temían que la pandemia arrasara África, matando a millones. Aunque todavía no está claro cuál será el saldo definitivo del covid-19, ese escenario catastrófico está aún por materializarse en Zimbabue o en gran parte del continente».

La situación ofrece un fuerte contraste con la que se vive en el Primer Mundo, especialmente en Europa, donde en los últimos días han proliferado las marchas multitudinarias -cuidadosamente ignoradas por la prensa convencional- en varios países contra el pase vacunal, la vacunación obligatoria o nuevos confinamientos ordenados por unos gobiernos que no saben qué hacer para detener el aumento de la incidencia.

Dicen que una de las definiciones de locura es volver a hacer lo mismo esperando que tenga efectos diferentes, pero eso es exactamente lo que vemos en los gobiernos europeos.

Parte de la ciudadanía, sin embargo, empieza a ejercer una resistencia organizada contra un recorte de libertades que parece no tener fin, con independencia del grado de cumplimiento.

Ha habido marchas contra las nuevas restricciones en Austria, Croacia, Italia, Irlanda del Norte, Gran Bretaña, Francia, Alemania y Holanda.

Fuera de Europa, en varias ciudades de Canadá, Australia, Japón y Estados Unidos, calificando algunos observadores las jornadas como una misma marcha mundial de la libertad contra unas restricciones interminables e ineficaces.

En algunos casos, como Rotterdam, las manifestaciones han degenerado en verdaderos motines, con violentos enfrentamientos entre la policía y los manifestantes.

El elefante en la habitación

Mientras, África aparece ante los expertos como el proverbial elefante en la habitación, demasiado grande como para ignorarlo durante mucho tiempo.

En la información de AP, Wafaa El-Sadr, presidente del Departamento de Sanidad Global de la Universidad de Columbia, califica el caso como «misterioso» y reconoce que «África no tiene vacunas ni los recursos para combatir el covid que tienen en Europa y Estados Unidos, pero de algún modo le está yendo mejor”.

En África los inoculados contra el covid no superan el 6% de la población y, sin embargo, durante meses la Organización Mundial de la Salud la ha descrito como «una de las regiones menos afectadas del mundo» en sus informes semanales.

Algunos apuntan a que parte del «misterio» se debe a que África tiene la población más joven del planeta, y los jóvenes apenas figuran entre los gravemente afectados por la gripe china.

También es probable que contribuya la tendencia a hacer más vida al aire libre, con abundante exposición al sol, esencial para fijar la vitamina D y fortalecer el sistema inmune.

Igualmente se está estudiando si pudiera haber factores genéticos y la exposición previa a otros numerosos patógenos.

Morfema Press

El 17 de noviembre del 2019 ocurre en China el primer caso de COVID-19 en el Mundo, según el estudio realizado por el equipo de David Roberts de la Universidad de Kent del Reino Unido.

Por: Morfema Press / Es Global

La crisis sanitaria global aún no ha terminado, pero ya es posible avistar algunas de las principales consecuencias y potenciales riesgos para el orden global que ha generado o potenciado la pandemia.

La pandemia de la Covid-19 ha contagiado y matado a millones de personas en todo el mundo.

Ha causado una gran crisis económica porque es la mayor conmoción que ha sacudido el orden mundial desde la Segunda Guerra Mundial y la economía desde la Gran Depresión.

El FMI calcula que la pandemia va a generar un coste de nueve billones de dólares durante los próximos años.

Habrá mucha gente más pobre y hambrienta y los Estados frágiles se debilitarán todavía más.

La situación del planeta hace pensar que habrá más guerras y desplazamientos masivos de población.

La crisis se ha extendido en dos secuencias bien diferenciadas. En los países ricos e industrializados y en China, las consecuencias inmediatas fueron enormes: no había habido una paralización y una modificación de las actividades y las normas sociales tan drásticas y repentinas desde 1945 en Europa y desde 1966-1976 (el periodo de la Revolución Cultural) en el gigante asiático.

En cambio, al principio no pareció que la pandemia constituyera una emergencia similar en gran parte del África subsahariana ni en Japón, donde la vida continuó con bastante normalidad aunque, por supuesto, con menos visitantes extranjeros.

La situación cambió por completo en 2021: India y Japón pasaron del exceso de confianza a la emergencia. Los Juegos Olímpicos de Tokio se disputaron sin público, mientras que Estados Unidos y Europa hablaban de reapertura y normalidad, especialmente en el aspecto económico, cuando la producción empezó a aproximarse, junto con las de China, Corea del Sur y Taiwán, a los niveles anteriores a la pandemia.

A la hora de la verdad, el exasesor de Downing Street Dominic Cummings no andaba tan desacertado cuando comparó al Primer Ministro británico, Boris Johnson, con un carro de supermercado que daba bandazos de un lado a otro del pasillo.

A medida que la naturaleza y la implantación de la Covid-19 cambiaban, los responsables políticos parecían condenados a tratar de no quedarse rezagados en lugar de poder controlar la situación.

Los análisis del Covid-19

De los numerosos libros dedicados a una crisis que todavía no ha terminado, destacan dos: Shutdown: How Covid Shook the World Economy, de Adam Tooze, y Aftershocks: Pandemic Politics and the End of the Old International Order, de Thomas Wright y Colin Kahl.

El primero parece una conferencia pronunciada por un historiador de renombre, que es lo que es Adam Tooze. Está lleno de datos y anécdotas, propone ideas sobre lo que significa todo esto y a veces parece una especie de terapia introspectiva.

Subraya las discrepancias que ha habido en los países ricos entre lo preparados que aseguraban estar y lo que verdaderamente lo estaban.

El término que empleó el sociólogo alemán Ulrich Beck para describir la situación de tener planes para todo pero poca o ninguna capacidad de llevarlos a la práctica cuando era necesario fue “irresponsabilidad organizada”.

Tooze aborda directamente la cuestión de qué medidas entraban dentro de la normalidad y cuáles podían ser revolucionarias, en particular en Estados Unidos, y llega a una conclusión poco optimista: “Lo que a primera vista parecía una sólida síntesis de política fiscal y monetaria en coordinación armoniosa para ayudar a financiar un nuevo y generoso contrato social, al examinarlo con detalle, era un monstruo confuso y deforme, un régimen a medio camino entre Frankenstein y Jekyll y Hyde”.

En otras palabras, una transformación real y sostenida se logra con políticas a largo plazo, no con medidas de emergencia. Cualquier cambio que pueda producirse se deberá a las fuerzas políticas y la evolución de la opinión pública. En un país tan dividido como EE UU, quién sabe qué puede ocurrir. Tooze inscribe la crisis en el contexto general de la gran crisis que se vivió en la era neoliberal iniciada por Margaret Thatcher y Ronald Reagan en los 80. Comprender los fundamentos medioambientales, sociales y políticos que ese neoliberalismo proporcionó al orden internacional es esencial para encontrar nuestros puntos de referencia históricos. “Desde ese punto de vista, la crisis del coronavirus señala el fin de un arco cuyo origen se encuentra en los 70. También podría considerarse la primera crisis global de la era del antropoceno que está comenzando, una era caracterizada por las consecuencias negativas de nuestra relación descompensada con la naturaleza”.

“Wuhan, no Chernóbil”

Hay un capítulo especialmente instructivo, titulado “Wuhan, no Chernóbil”. Con la capacidad infecciosa del SARS-CoV-2, la epidemia era para China una amenaza absolutamente acuciante que no admitía demora. Pekín lo comprendió, pero Occidente no.

En China, un fracaso en materia de salud pública como los que se produjeron en Italia, Reino Unido o Estados Unidos habría costado millones de vidas. Tooze cree que “si la gestión política de la crisis hubiera sido tan torpe en Pekín como en Washington o Londres, el férreo poder de Xi Jinping podría haberse tambaleado”. Pero no fue así.

No solo el gigante asiático no sufrió un desmoronamiento al estilo soviético, sino que devolvió la pelota a sus detractores extranjeros. En China, el primer país que sufrió la enfermedad, el virus se contuvo rápidamente, lo que dio a Xi fuerza y libertad para tomar otras medidas. Fue en Europa, EE UU, Latinoamérica e India donde el virus se descontroló. Esa diferencia crucial creó las condiciones para todas las demás cosas que ocurrieron en 2020 y desde entonces”. Creer que Wuhan iba a ser otro Chernóbil le costó caro a Occidente. Su fracaso puso en manos del Partido Comunista Chino un “triunfo histórico”.

Kahl y Wright opinan que la pandemia ha dado fuerza e impulso a una situación que ya existía. La hostilidad entre Estados Unidos y China estaba fraguándose desde hacía años, y ambos países estaban construyendo sus respectivas redes, defendiendo sus propios intereses y estableciendo sus propias normas.

Una amenaza mundial como la Covid-19 no discrimina entre razas, ideologías ni países. Podría haber empujado a las grandes potencias a trabajar unidas, pero sucedió todo lo contrario, y se convirtió en un instrumento de rivalidad estructural.

A medida que Washington y Pekín separan sus intereses económicos y se intensifica la rivalidad tecnológica, cada vez se asienta más la “multipolaridad centrífuga”. Muchas personas han oscilado entre creer que la pandemia iba a cambiarlo todo y creer que no iba a cambiar nada. Kahl y Wright han escrito un libro magníficamente documentado y que consigue que toda esa información no se haga pesada.

El libro incluye un capítulo muy interesante sobre las consecuencias de otra pandemia, la de la llamada gripe española tras la Primera Guerra Mundial. Su análisis de los años 20 y 30 del siglo pasado desde la perspectiva de la pandemia es una maravillosa galopada a través de la historia.

De vuelta a la actualidad, el libro describe las tensas relaciones entre la OMC y Estados Unidos, la falta del liderazgo estadounidense, el papel de la desinformación y una realidad que “hizo que China recorriera el escenario mundial, cada vez más, con sensación de triunfo”. Será difícil encontrar una descripción paso a paso de lo que los autores llaman el “nuevo desorden mundial”.

Su conclusión no es precisamente optimista.

El periodo de entreguerras a partir de 1918 fue una época de enorme agitación económica, social y política. “El ascenso de los nacionalismos y las ambiciones revisionistas de los poderes autoritarios chocaron con unas instituciones internacionales frágiles, incapaces de mediar en la rivalidad entre grandes potencias. EE UU se encerró en sí mismo, la comunidad de democracias se vino abajo y el mundo volvió a sumirse en la oscuridad. Los inquietantes paralelismos entre aquella época caótica y conflictiva y la nuestra empezaban a verse ya antes de la Covid-19, y la pandemia ha añadido un escalofriante y perturbador elemento más. No podemos permitir que la historia se repita”.

El fabricante de medicamentos Sinopharm anunció que está desarrollando una versión actualizada de su vacuna contra el COVID-19 que proteja contra las variantes Delta y Beta. Además, reveló que se están realizando ensayos clínicos de una vacuna de refuerzo para su inoculante en circulación.

Por: Morfema Press / Infobae

Sinopharm China National Biotec Group reveló que trabaja en un inoculante nuevo que servirá de refuerzo a la vacuna que actualmente está en circulación.

REUTERS/Marko Djurica

En un comunicado, Zhang Yuntao, vicepresidente de la unidad de Sinopharm China National Biotec Group (CNBG), dijo que la empresa estaba trabajando en vacunas inactivadas para las variantes y que los datos se estaban proporcionando al regulador de medicamentos.

La variante Delta, altamente transmisible, se identificó por primera vez en India y se ha convertido en la mutación dominante en muchos países, mientras la Beta se detectó por primera vez en Sudáfrica y se ha descubierto que es más resistente a algunas vacunas.

Zhang dijo que existe la posibilidad de que una vacuna actualizada y una vacuna de refuerzo estén disponibles al mismo tiempo y, si ese fuera el caso, para la mayoría de las personas, “la primera opción en el futuro debería ser recibir una vacuna de refuerzo”.

“Si el intervalo entre la segunda y la tercera vacuna es ligeramente más largo, digamos seis meses o más, los anticuerpos producidos serán sustancialmente mayores. Esto contribuirá en gran medida a prevenir las infecciones y enfermedades causadas por las variantes”, agregó.

Zhang consideró que la vacuna de refuerzo podría ofrecerse una vez alcanzada la inmunidad de rebaño y cuando todas las personas con derecho a recibir la vacuna COVID-19 hayan recibido una segunda dosis, algo que en gran parte del mundo aún se encuentra lejano. Sin embargo, estimó que se debe dar prioridad a los que corren más riesgo de contraer un cuadro grave de la enfermedad.

La vacuna actualizada y la de refuerzo se encuentran en ensayos y luego deberán ser aprobadas para uso de emergencia o general después de haber sido sometidas a pruebas de seguridad y eficacia y haber pasado por ensayos de mezcla de tecnologías, informó el directivo.

Zhang dijo también que el laboratorio desarrollador de la vacuna aún no tiene fecha para completar esos estudios. Los ensayos de la fase inicial de la vacuna de refuerzo se han completado en personas mayores de tres años, dijo el CNBG en un comunicado a principios de este mes.

Nueva versión de la vacuna en estudio

Los resultados no han sido revisados por expertos, pero Sinopharm informó que el ensayo de tres dosis -la segunda se administró el día 28 y la tercera el día 56- mostró que la vacuna era segura.

Las reacciones adversas más comunes fueron dolor en el lugar de la inyección, sarpullido, fiebre y fatiga, aunque estas dos últimas también se observaron en el grupo de placebo. El comunicado señala que el estudio ha revelado que la respuesta inmunitaria después de tres dosis es mejor que después de dos.

Según Zhang, habría requisitos adicionales para garantizar la seguridad si se administraran vacunas de refuerzo que utilizaran una tecnología de vacunación diferente.

Un estudio no revisado publicado en el servidor de preimpresiones medRxiv.org el mes pasado señala que los niveles de anticuerpos han disminuido sustancialmente seis meses después de la administración de dos dosis, pero una tercera dosis de la vacuna Sinovac administrada seis o más meses después de la segunda inyección podría aumentar la concentración de anticuerpos entre tres y cinco veces.

EFE/EPA/Chamila Karunarathne
REUTERS/Ajeng Dinar Ulfian
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