Vía DDC
El régimen de Cuba ya sabe que la gente no entiende las razones para imponerle un segundo ajuste económico en tres años.
El paquetazo económico anunciado por el régimen cubano equivale a darse un disparo en el pie. Desde que el primer ministro, Manuel Marrero, anunciara a la carrera el plan de medidas para la implementación de un «programa de estabilización macroeconómica» en la Isla, las noticias no han sido buenas para el aparato dirigente, que está hoy hundido en un conflicto interno del que son visibles sus primeros efectos.
Todo comenzó a mediados de diciembre pasado, durante el Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC). En esa reunión el funcionariado reconoció lo por todos sabido: que la Tarea Ordenamiento no funcionó; que la economía cubana se hundió en 2023; que el turismo sigue estancado; que las remesas se niegan a crecer y los profesionales exportados no generan los dólares que necesita la cúpula de poder para mantener funcionando el país.
El paquetazo luego anunciado como supuesta salida a crisis sobre crisis no convenció a nadie. Ni siquiera los voceros más acérrimos han aplaudido las medidas, porque el meollo de estas supone un tarifazo que, comenzando por la subida del precio de los combustibles, dará lugar a más inflación, más pobreza, más dolarización.
El PCC, que sabe bien el crimen que está por cometer, ha recibido el feedback a través de sus propios militantes. ¿El resultado? Durante el propio Pleno del Comité Central, el aparato partidista suspendió la Segunda Conferencia Nacional del Partido, invocando la necesidad de «ser consecuentes con la situación económica del país».
Pero días después el propio Gobierno gastaba cuantiosos recursos en movilizarse hacia Santiago de Cuba con motivo de la celebración de 1 de enero, y en esa misma fecha la Caravana de la Victoria movía a cientos de personas a través del país, con un enorme gasto de combustible y aseguramientos en especie para una bufonada. Vamos, que por ahorrar recursos el PCC no prescinde jamás de sus liturgias.
El lunes último, el Consejo de Estado anunció la suspensión por segundo trimestre consecutivo de las denominadas Asambleas de rendición de cuentas del delegado a sus electores, actividad a través de la que el castrismo ha tratado de ilustrar durante décadas su presunto modelo de «democracia popular».
Es decir, que el Gobierno no puede tolerar siquiera la catarsis de la gente en esas reuniones. O mejor, el PCC no quiere a grupos de personas reunidas, así sea convocadas por las autoridades, discutiendo el actual estado de cosas en Cuba.
La suspensión previa, anunciada en octubre, fue justificada por «la situación que atraviesa el país con la generación eléctrica, el uso de combustible y la afectación de servicios vitales para la población, que pudiera afectar el cumplimiento de los objetivos del proceso», se dijo entonces.
De lo anterior se entiende que el régimen ha recibido el mensaje, sabe que la gente no acepta sus razones para imponerle un segundo paquetazo en tres años.
La crisis de liderazgo consiguiente, e incluso los conflictos dentro del aparato de poder, explican que el mismísimo Raúl Castro haya tenido que arengar el 1 de enero a favor del paquetazo e invocar el mantra castrista de la «unidad», que siempre ha significado que el PCC manda y los cubanos obedecen.
En su discurso de ese día, por el 65 aniversario de la llegada al poder de Fidel Castro, el general retirado volvió a decir que «la unidad es nuestra principal arma estratégica. Le ha permitido a esta pequeña isla salir airosa en cada desafío. Cuidemos la unidad más que a la niña de nuestros ojos», exhortó.
Por su parte, Miguel Díaz-Canel, que salió hasta tres veces en sus redes sociales a defender el paquetazo inminente, tuvo que molestarse en recorrer varios pueblos del occidente cubano para hacer campaña a favor de las medidas. En Bahía Honda, Artemisa, llegó a decir: «Hay mucha bola con las medidas económicas, y yo sé que eso va creando mucha incertidumbre; y sobre todo la contrarrevolución está demeritando mucho las medidas».
Pero si así fuera, ¿por qué el régimen trata con guante de seda lo que viene? ¿A qué teme?
Para que se tenga una idea del atolladero en que saben se han metido, durante la reunión del Consejo de Estado, Marrero anunció que defender el paquetazo «pasa a ser la prioridad principal del trabajo del Gobierno en el año 2024. El aseguramiento político y comunicacional a su implementación y el apoyo de los factores en todas las instancias resultan claves para brindar la mayor cantidad de información al pueblo, con el objetivo de esclarecer cualquier inquietud».
Por su lado, Díaz-Canel comentó que las autoridades tienen ahora cuatro prioridades: «el fortalecimiento de la unidad nacional», a partir del discurso pronunciado por Raúl Castro el 1 de enero; «el fortalecimiento de la labor ideológica»; «el aseguramiento político a las medidas aprobadas en la Asamblea Nacional del Poder Popular» (es decir, el paquetazo económico); y «la discusión sistemática sobre tendencias negativas en nuestra sociedad».
Como dijera días atrás, sin ser preciso, el gobernante reiteró que ninguna de las medidas del paquetazo se aplicarán hasta que no estén las condiciones creadas en el país. Ello, pese a que el aumento del precio de los combustibles se hará efectivo el 1 de febrero, en solo dos semanas, y la subida de las tarifas del transporte, el 1 de marzo.
Pero si hay un dato que evidencia que lo que vendrá ha abierto una crisis en el aparato de poder, ahí está el recién anunciado Código de Ética de los Cuadros de la Revolución Cubana, publicado en la Gaceta oficial en la forma de un Decreto Presidencial, firmado por Díaz-Canel, y que impone a todos los funcionarios la lealtad irrestricta al PCC.
¿Por qué ahora hay que apuntalar la obediencia? ¿Acaso no existen ya normas suficientes en Cuba para comprometer a los cargos políticos? ¿Por qué hacer que la disposición, aprobada en mayo de 2023 y dirigida a la militancia del PCC, se imponga ahora a los funcionarios, sean o no miembros del Partido? ¿Será que la revuelta dentro de esas mismas filas ya comenzó? ¿O con ello se establece un antecedente más para justificar la remoción de quienes no acaten con obediencia apoyar el paquetazo?
No hay que olvidar que ya en diciembre el Comité Central del PCC removió de sus filas a Meisi Bolaños Weiss, Yanaisi Capó Nápoles y Rafael Pérez Fernández, quienes se desempeñaban como ministra de Finanzas y Precios, y primeros secretarios del Partido en Granma y Guantánamo, respectivamente, tras ser destituidos de sus cargos.
No hay que apuntalar un edificio a menos que este se agriete y exista riesgo de derrumbe. La cúpula del régimen va a seguir justificando el paquetazo y lo va a imponer cueste lo que cueste.
Por lo pronto, la televisión oficial dejó de dedicar el espacio de la «Mesa redonda» a anunciar las medidas de ajuste económico. Tras las dos emisiones iniciales con la presencia de ministros y altos funcionarios que detallaron las primeras decisiones, el programa ha estado dedicado a reportajes sobre científicos cubanos, el aniversario de la fundación de Trinidad o el inicio del curso en la Educación Superior. Algo pasó que cundió el pánico.
Se abre un breve compás de espera. El PCC no va a retroceder en imponerle a la gente el pago de las consecuencias de sus políticas fallidas. Ello, aunque el resultado del nuevo ajuste sea el empeoramiento de la situación de la mayoría y un poco de oxígeno para la cúpula de un régimen que se asfixia.