Vía Diario de Cuba
‘Temen a la verdad, y deshacerse de lo que les molesta es su único modo de proceder’, reacciona la religiosa Sor Ariagna Brito Rodríguez.
El sacerdote David Pantaleón, superior de los Jesuitas en Cuba, habría sido expulsado de la Isla a causa de sus frecuentes declaraciones a favor de la sociedad civil independiente cubana y sus críticas al régimen.
De acuerdo con la religiosa Sor Ariagna Brito Rodríguez, de la orden de las Hermanas de la Caridad del Cardenal Sancha en la Isla, el sacerdote fue despedido en «una emotiva y nostálgica Eucaristía, agradeciendo a Dios por el regalo de la presencia en Cuba del padre David Pantaleón».
En una publicación en su muro de Facebook, que acompañó con varias fotos de la liturgia religiosa del domingo pasado, a la que asistió Pantaleón, la religiosa subrayó: «Lamentamos que el Gobierno cubano, en uso de sus facultades de poderío dictatorial, sin principios ni valores, le obliga a abandonar el país: temen a la verdad, temen al rostro del bien y deshacerse de lo que les molesta, es su único modo de proceder».
«Esto no debería pasar. Los que deben abandonar el país son los que usan el poder para vivir como reyes, a costa de un pueblo esclavo, castigado, azotado y obligado a huir», finalizó.
La agencia EFE en Cuba, citando a una fuente que no identificó, precisó que a inicios de 2022 La Habana había comunicado al sacerdote que no le renovaría el permiso de residencia, de carácter anual y con validez para el año natural.
Según la misma fuente, posteriores intentos del superior de los Jesuitas para que se tramitara el permiso no fructificaron, por lo que Pantaleón salió entonces temporalmente de Cuba, para regresar poco después con un visado de tres meses, que venció este septiembre.
El religioso estuvo entre los más de 200 sacerdotes y laicos cubanos que pidieron en noviembre de 2020 al régimen evitar «un desenlace fatal en San Isidro», a raíz de la huelga de hambre de varios miembros del Movimiento San Isidro en protesta por la represión del régimen, quien se encontraban bajo sitio del aparato policial del régimen en la vivienda del artivista Luis Manuel Otero Alcántara.
En una carta abierta, indicaron que «todos estamos convencidos de que el hostigamiento, sea coordinado o permitido por los agentes del orden, no es solución» y desearon «una Patria en la que se pueda pensar diferente y manifestarlo».
«Nos duele que los mítines de repudio (tanto en vivo como a través de las redes sociales) parecen incrementar su presencia e intensidad, cuando deberían sepultarse para siempre en la historia Patria», lamentaron.
Posteriormente, a través de su muro de Facebook, Pantaleón condenó que el operativo represivo en torno a la vivienda de los plantados impidiera el acceso al lugar de una monja.
«La monja solo quería dar un poco de asistencia religiosa ante la seria amenaza de muerte de los que llevan varios días en huelga de hambre y sed. Estaba allí sin más bandera que la compasión por el que sufre, estaba allí empujada por su fe, por su vocación cristiana. Quería transmitirle consuelo y esperanza con su sola y frágil presencia de mujer consagrada. Pero no la dejaron acercarse. Le prohibieron entrar», condenó.
«Hasta en la celda de un criminal confeso, en cualquier lugar del mundo, se permite la visita del que trae el aliento de la fe. Hasta los presos condenados a muerte mantienen esos derechos», señaló.
«Nos duele todo esto. No podemos cerrar los ojos y mirar hacia otro lado. No se trata solo de quién tiene la razón o no. No se trata de ideologías de izquierda o de derecha. Se trata de cosas tan simples como el derecho a vivir, a expresar lo que se piensa, a dialogar las diferencias sin ‘satanizar’ al contrario, a que se respete la dignidad de todos y todas. Y en este caso en concreto es el derecho (hasta por humana compasión) a la asistencia religiosa en momentos de peligro», añadió.
Pantaleón además era columnista de la publicación católica cubana Vida Cristiana, que se distribuye en los templos católicos de Cuba. A través de ese medio, criticaba la situación que viven los cubanos.