Vía 14ymedio
El ministro de Economía describe un panorama sombrío de la situación, sin proponer medidas novedosas para salir de la crisis
Aunque el ministro de Economía, Alejandro Gil, no dedicó muchas explicaciones al flagelo de la inflación, sí reconoció uno de sus efectos muy conocido por los cubanos, que no logran cobrar sus salarios y sus pensiones y no pueden sacar dinero en los cajeros: la escasez de billetes y la imposibilidad para el Gobierno de costear nuevas series con denominaciones más altas para hacer frente a los precios mucho más elevados de los productos.
«El nivel de demanda es grande y la capacidad que tenemos para insertar ese papel moneda no satisface la demanda», admitió el vice primer ministro en su discurso ante el Parlamento este jueves, y recordó lo costoso en emisión, custodia y tratamiento de los billetes físicos.
La solución propuesta como alternativa es la bancarización de las transacciones, que Gil elogió por ser un mecanismo rápido, seguro y de control. Sin embargo, la escasa confianza de los cubanos en el sistema bancario nacional, la falta –y mal funcionamiento– de terminales de pago y el gran volumen de la economía informal suponen un evidente freno al desarrollo de las operaciones de este tipo. «Sabemos que persisten problemas en el país, que en algunos casos, cuando se va a pagar por transferencia, no lo aceptan y hay resistencia en algunos lugares para aceptar el móvil», agregó.
Las declaraciones del ministro desmienten a las autoridades financieras, que recientemente habían afirmado que no había falta de dinero. Hace apenas un mes, ante la crisis de billetes –que en Sancti Spíritus se ha cubierto más que en ninguna otra provincia por la prensa oficial– María Efigenia Caballero, directora del Banco Popular de Ahorro en esa provincia, desmintió «categóricamente» que los problemas de pagos fueran por escasez de dinero.
Se desconoce la procedencia del papel de los billetes cubanos, aunque se desprende de las declaraciones de Gil que la fabricación es nacional. El pasado mes de abril se anunció la emisión de un nuevo tipo de billete, de 100 pesos, que se imprimiría con fecha 2023 y mantendría las mismas características que los anteriores. Sin embargo, el papel sería distinto y con características más pobres, entre ellas la falta de relieve y de sistema Braille para ciegos.
«Con la inflación y la devaluación, se necesitan más billetes para comprar un mismo producto o servicio, o nuevos billetes con denominaciones superiores, y es aquí donde entra el costo de impresión de papel moneda y la decisión sobre billetes con denominación superior a 1.000», argumentó el economista cubano Pedro Monreal a la luz de las palabras de Gil y la publicación en la prensa de Ciego de Ávila de un reportaje que ponía en cuestión la falta de solvencia del sistema bancario.
El economista manejaba la posibilidad de que China imprima los billetes cubanos –aunque cabe otra opción, Rusia, un fabricante que suministra a multitud de países–, una opción más económica que los nueve centavos de dólar que cuesta en Argentina la fabricación de cada unidad. A su juicio, cabría la opción de valorar una sustitución de las actuales denominaciones que reemplacen a las actuales «que han quedado obsoletas por la inflación y devaluación» aunque eso «implicaría un desembolso de millones de dólares».
Gil Fernández habló largo y tendido en la sesión de este jueves, dedicada a la situación macroeconómica que las autoridades aspiran a arreglar con un plan anunciado ayer del que solo se conocieron generalidades. El ministro dijo que la ruta pasa por «la reducción gradual del déficit fiscal, el ajuste de las cuentas de liquidez, el incremento de la producción nacional, el ordenamiento monetario y fiscal en el país, la estabilidad del Sistema Energético Nacional (SEN) y la disponibilidad de combustibles», además de frenar la inflación, mediante el control de los precios y el combate a la especulación abusiva. «Se deben generar más ingresos en divisas al país», resumió, pero la receta parece la de siempre.
Introdujo Gil una confusión al hablar del SEN que no motivó reacción conocida por parte de los diputados que tomaron después la palabra. «Debimos haber consumido 87.000 toneladas y llegamos a 162.000», dijo el ministro, que atribuyó a ese exceso el recorte de la venta de gasolina a la población y al transporte. «Se ha priorizado minimizar la afectación al servicio eléctrico», argumentó, pese a que no se usa gasolina en las centrales eléctricas, sino petróleo crudo de origen cubano y fueloil importado.
Al respecto añadió que un 40% de la generación de energía procede de las termoeléctricas y el 25% de las plataformas móviles y agregó que no se renuncia a las renovables, pero el proceso es lento porque construir los parques es caro.
Otro de los datos que llamaron la atención en el discurso fue el reconocimiento de que los principales indicadores del sector externo del plan de la economía se encontraban, a finales de abril, un 70% por debajo de lo planificado. Por un lado, la exportación de mercancías hasta abril alcanzó solo un 27,5% de las previsiones. Por otro el turismo, que lleva un 28% del plan anual y este dato es aún peor, ya que este sector obtiene sus mejores resultados en los meses que ya han pasado. «El plan no sirve, y el ministro lo reconoció. El problema es que no ofreció soluciones alternativas, porque no las tiene», afirma el economista Elías Amor al respecto.
Las operaciones de comercio exterior de las «formas de gestión no estatal» tampoco van por mejor camino y llevan el 24% del plan, aunque en su caso el temor va por otros derroteros. Gil Fernández avisó ayer de que se ha detectado una «una tendencia hacia la importación de bienes finales, no de insumos y materias primas» y agregó que esos productos «se colocan en la venta para la población muchas veces a precios elevados», lo que contribuye, a su juicio, a subir la inflación. Este dato es muy relevante porque indica que no se importan materias primas para fabricar productos en Cuba, sino que todo se limita a comprar fuera para revender el mismo producto dentro de la Isla.