Por Osmel Almaguer en Diario de Cuba
Conforme pasan los meses, esta familia rebaja el precio de su único bien material, su vivienda en el barrio de Santos Suárez.
Melissa renueva cada día el anuncio de venta de su vivienda en las redes sociales. Su esposo le garantiza una parte importante de su salario como estibador, unos 500 pesos de un total de 3.000 pesos, para que se mantenga conectada a la red de datos móviles incluso en detrimento de su ya menguado sustento alimenticio.
«Llevamos dos años y medio intentando vender la casa para podernos ir del país. Al principio pedíamos 24.000 CUC, pero hemos tenido que ir disminuyendo el precio porque no se vende, y con el regreso del dólar tuvimos que bajarlo aún más, siempre mirando el precio de los pasajes hacia Nicaragua«, expresa la joven ama de casa de 32 años.
Aunque su sueño es llegar a EEUU, como es el caso de la mayoría de los emigrantes cubanos que parten hacia el país centroamericano, Melissa es consciente de que su economía actual no basta para financiar la red de coyotes y sobornos policiales imprescindibles en esa travesía. Por eso su objetivo momentáneo es Managua.
«Yo sé que aquello es una dictadura, pero amigos cubanos que radican allí me han contado que se vive diez veces mejor que en Cuba. Ahora lo importante es salir de aquí. Tal vez allá podamos reunir el dinero para cruzar en el futuro», razona la joven.
Conforme pasan los meses, esta familia rebaja el precio de su único bien material, su vivienda, que a pesar de estar enclavada en el céntrico barrio de Santos Suárez, en La Habana, ya ha caído a unos 12.000 dólares; la mitad de su precio inicial. «Mi casa vale lo que cuesten los boletos», dice sin dejar de mirar el anuncio que acaba de colgar en la plataforma Revolico.
La actual oleada migratoria de Cuba no tiene precedentes. Según datos brindados en septiembre por el Departamento de Aduanas y Protección de Fronteras (CBP, por sus siglas en inglés), casi 200.000 cubanos habían llegado de manera irregular a las fronteras norteamericanas.
A estos habría que sumar otros miles de cubanos que han arribado entre octubre y lo que va de noviembre, así como los que huyen a destinos alternativos como Rusia, Serbia, Guyana, Surinam, Brasil, etc., situación que ha provocado que se disparen las ofertas y por tanto estaría influyendo en la depreciación inmobiliaria.
Si bien para 2018 se estimaba en alrededor de 1.300.000 la población de cubanos en EEUU, en la actualidad esta cifra debe superar el millón y medio, teniendo en cuenta los datos reportados en el último año fiscal.
Esta gran presencia de cubanos trabajando y ganando dólares en el país con mejor economía del mundo, podría ser otro de los factores que propicien la depreciación. Muchos cubanos han dejado de ver la venta de sus viviendas como la única vía para financiar el éxodo, ya que pueden ser ayudados por sus parientes en el exterior.
«Mi tío nos va a pagar los pasajes para Guyana, porque el dinero no nos alcanza. Son casi 3.000 dólares por mi hermano y por mí», comenta Harold, un joven que apenas acaba de concluir los estudios preuniversitarios.
«Perdimos recientemente a nuestros padres como consecuencia del Covid, pero la casita que heredamos no vale mucho, apenas para llegar a Georgetown y alquilarnos hasta encontrar trabajo. El plan es hacer dinero allí para pagar la travesía», confiesa el muchacho.
Mientras que la diferencia abismal de la oferta de viviendas con respecto a la demanda y el financiamiento de las travesías por parte de la emigración son factores que contribuyen a la depreciación, otras condiciones operan en dirección contraria, garantizando que los precios no bajen desmesuradamente.
Al declararse Nicaragua como país de libre visado para los cubanos, y con el fin o relajación de las fuertes restricciones de viaje impuestas durante la peor etapa de la pandemia, hubo una explosión en la demanda de boletos aéreos por parte de los cubanos, lo que condicionó que las pocas aerolíneas que comenzaron a operar la ruta entre La Habana y Managua aumentaran los precios.
En enero de este año, Conviasa, Wingo y Copa Airlines comercializaban los boletos de ida y vuelta a precios entre los 1.500 y 2.400 dólares. Sin embargo, resultaba bastante difícil adquirirlos directamente desde estas aerolíneas, ya que agencias intermediarias habían copado las plazas, estableciendo precios especulativos que oscilaban entre 3.500 y 5.000 dólares.
Si se comparan los precios de las viviendas entre dos momentos tan distantes como enero de 2021, marcado por el inicio de una Tarea Ordenamiento que provocó un marcado deterioro de las condiciones de vida de la población, y la actualidad, podemos constatar una depreciación de entre un 20 y un 30%.
Un apartamento en planta baja en el reparto Alamar, municipio capitalino de Habana del Este, que costaba unos 20.000 CUC, ahora podría adquirirse por entre 13.000 y 19.000 dólares (algunos de ellos «con todo dentro», lo que disminuye el costo en algunos miles de dólares). Los pisos superiores, que se promocionaban entre los 10.000 y los 16.000 CUC, actualmente van desde 7.500 a 11.000 dólares.
Más al oeste en la capital, en el reparto Víbora Park del municipio Arroyo Naranjo, un apartamento de edificio de microbrigadas con tres cuartos podía costar entre 17.000 y 20.000 CUC, y ahora se adquiere por unos 12.000 dólares. Otros pisos, en el rango de precios entre 12.000 y 15.000 CUC, hoy oscilan entre 6.000 y 10.000 dólares.
A pesar de la aparente disonancia entre los precios del CUC en enero de 2021 (24×1) y del dólar en este momento (170×1), la función del CUC en aquel momento era similar a la del dólar en la actualidad, los salarios de entonces eran mucho más bajos y la moneda nacional en realidad no tenía ni tiene ninguna función en ambas ecuaciones.
Los precios siempre se han movido teniendo en cuenta el valor de la moneda fuerte en cada momento y quienes buscaban emigrar en tiempos del CUC, terminaban cambiando dicha moneda por dólares americanos a 1×1, aproximadamente.
Amén de los constantes giros que un régimen agonizante suele dar a la economía, el dólar seguirá rigiendo la ecuación y el flujo migratorio debe mantenerse, financiado cada vez más por los cubanos que llegan a la otra orilla, sobre todo cuando la demanda de viviendas sea insuficiente.
«Trataremos de pagar la travesía de mi hermana y su novio cuando nos establezcamos», sueña Melissa, sin dejar de mirar el móvil.