Por Yunior García Aguilera en 14ymedio
El problema del mundo hoy no va de izquierdas ni derechas, es el autoritarismo, de cualquier color
Intentaré evitar caer en la ley de Godwin, según la cual, toda discusión en internet que se alargue aumenta la posibilidad de que alguien llame fascista al otro, o lo compare con Hitler y los nazis. Sin embargo, en el contexto cubano suele ocurrir una variación de esta ley. Si examinamos los debates en las redes sociales, encontraremos que, en casi la totalidad de los casos, alguien insultará a otro llamándolo «comunista», sin haber leído jamás una sola página de El Capital.
Aunque parezca obvio, es necesario aclarar que, más allá de las teorías marxistas y las retóricas de quienes han afirmado seguir sus doctrinas, el comunismo en realidad nunca ha existido. Marx estaba más cerca de Nostradamus que de Hegel. Sus obras podrían haber calificado como lirismo místico y no como ciencia, pero siempre hay alguien dispuesto a tomarse demasiado en serio la ficción. Los marxistas que le sobrevivieron no mostrarían tanta paciencia para que la Historia siguiera su curso espontáneo. Si el odiado capitalismo no moría de muerte natural, había que asesinarlo.
Lenin modificó todo lo que pudo sus lecturas del filósofo alemán para hacerlas encajar con su contexto. Y luego Stalin se encargaría de hacer realidad todas las pesadillas que el viejo Marx se había negado a exponer en voz alta. Si el experimento soviético no colapsó en aquel mismo instante, fue porque apareció en escena otro monstruo que acapararía el repudio universal: Adolf Hitler.
Fidel Castro entró triunfante a La Habana en enero de 1959. Se las arregló para que una paloma blanca se le posara en el hombro, juró que no era comunista a cuanto periodista le hiciera la incómoda pregunta, repitió hasta el cansancio que su revolución era verde como las palmas, pero acabó lanzándose de cabeza en la piscina roja. ¿Era realmente comunista el hijo de Ángel Castro? Si uno examina las frases del barbudo, salen a la luz de forma inmediata sus lecturas fascistas.
Desde el mismísimo alegato del Moncada, donde finaliza con su célebre «condenadme, no importa, la historia me absolverá», se notan las similitudes con el Mein Kampf de Hitler. Más tarde, cuando la censura oficial quedó normada en sus Palabras a los Intelectuales, aparecería detrás la voz de Mussolini. «Con la Revolución todo, contra la Revolución nada» no es más que un eco del discurso del Duce: «Todo en el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado». Fidel Castro usaba contra sus opositores el mismo término despectivo usado por Hitler contra los judíos: gusanos. Y la frase «El trabajo os hará hombres» que se leía a la entrada de los campos de trabajos forzados donde encerraban en Cuba a homosexuales y creyentes, nos recuerda la fatídica frase sobre Auschwitz: Arbeit macht frei.
Lenin modificó todo lo que pudo sus lecturas del filósofo alemán para hacerlas encajar con su contexto. Y luego Stalin se encargaría de hacer realidad todas las pesadillas que el viejo Marx se había negado a exponer en voz alta. Si el experimento soviético no colapsó en aquel mismo instante, fue porque apareció en escena otro monstruo que acapararía el repudio universal: Adolf Hitler.
Fidel Castro entró triunfante a La Habana en enero de 1959. Se las arregló para que una paloma blanca se le posara en el hombro, juró que no era comunista a cuanto periodista le hiciera la incómoda pregunta, repitió hasta el cansancio que su revolución era verde como las palmas, pero acabó lanzándose de cabeza en la piscina roja. ¿Era realmente comunista el hijo de Ángel Castro? Si uno examina las frases del barbudo, salen a la luz de forma inmediata sus lecturas fascistas.
Desde el mismísimo alegato del Moncada, donde finaliza con su célebre «condenadme, no importa, la historia me absolverá», se notan las similitudes con el Mein Kampf de Hitler. Más tarde, cuando la censura oficial quedó normada en sus Palabras a los Intelectuales, aparecería detrás la voz de Mussolini. «Con la Revolución todo, contra la Revolución nada» no es más que un eco del discurso del Duce: «Todo en el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado». Fidel Castro usaba contra sus opositores el mismo término despectivo usado por Hitler contra los judíos: gusanos. Y la frase «El trabajo os hará hombres» que se leía a la entrada de los campos de trabajos forzados donde encerraban en Cuba a homosexuales y creyentes, nos recuerda la fatídica frase sobre Auschwitz: Arbeit macht frei.